Arder en el infierno |
El thriller es un género
con buenas tragaderas, soporta casi todo lo que le echen y como que lo que no
mata engorda, casi todo le va bien para llenar una montaña de páginas.
Pero hay thrillers y
thrillers y son más lo que caen en el cliché que no los que se esfuerzan por
ofrecer algo más y El vástago de la
muerte es uno de esos: distinto en su planteamiento y evolución al
presentar un consistente argumento del que no da pista alguna hasta llevar
leídas bastantes páginas y aún y así sigue sorprendiendo.
Sorprende su inicio, con el que marea la perdiz apuntando hacia un lado para acabar
disparando al otro. Y a pesar de algún altibajo de ritmo y más que algún exceso
corregible en detalle explicativo de vestimenta y decoración, se las compone lo
suficientemente bien como para mantener e incluso incrementar la sorpresa hasta
un final donde la inevitable previsibilidad en el desenlace vuelve a ser
sorprendida con algunos toques imaginativos de electrizante acción.
El asesinato,
aparentemente profesional, de una pareja en la cama en pleno éxtasis sexual,
borrachos de un deseo interrumpido por una Beretta, es el punto de partida de
una acción que va adquiriendo complejidad bien construida a partir de las entradas
de distintos personajes que conforman un elenco variopinto y donde la gratuidad
de gestos brilla, afortunadamente, por su ausencia.
María José Sagasta, Mery
para sus amigos, es la protagonista y víctima involuntaria de un enredo
criminal desencadenado por su ambicioso marido Miguel.
No quieran saber más. No
lean nada en ningún otro blog, ni el del autor ya que destripado el argumento
tal vez les induzca a creer que no ya no merece su atención.
La trama va asomando
detrás del filo de cada página al tiempo que aumenta el ambiente tenso y
angustioso propiciado por un personaje, Guadaña, que en el apodo lleva escrita
su intencionalidad y que con sus excéntricos excesos carga en sus espaldas con
la parte de acción de la novela.
Un Guadaña que ejerce de
asesino a sueldo con lo que satisface su necesidad de matar, cobrando. Un macabro, no podía ser de otra manera, asesino en serie que ha convertido su pasión en su profesión.
Carlos Venegas aúna distintos enfoques y aunque cede en algunas frases hechas y se nota en
el redactado el recargo propio de la premura novel, ha compuesto un mix con elementos
de novela negra que se lee con ligereza y de principio a fin.
La cubierta, del mismo
autor, polifacético en materia creativa, ya es toda una premonición de su
contenido. Como el algodón, no engaña.