Olmos y Robles similares pero distintos. |
Agustín Gus Robles (Rubén Cortada) es un
teniente de la Guardia Civil curtido en peligrosas misiones orientales que por
un acto temperamental, que según el código del cuerpo se corresponde con una
insubordinación, es abandonado en la casa cuartel de Ezcaray, donde tendrá que
relanzar su carrera trabajando codo con codo con el cabo primero Sebastián Sebas Olmos (Pepe Viyuela).
Olmos y Robles, la serie.
Los vecinos de Ezcaray,
pueblo de La Rioja cercano a Logroño, encarnados por los actores capitulares y secundarios
de lujo, acogen cariñosamente la incorporación del teniente a la gran familia,
al tiempo que siguen dirimiendo sus contiendas cotidianas que nunca tendrán fin.
La clave de comedia se
sustenta precisamente en estos personajes y sus cuitas y aunque por momentos emplee
ese humor simplón y chabacano que parece que es el único que entienda la
audiencia, durante la primera temporada está lo suficientemente dosificado como
para que la comezón no llegue a urticaria aunque en la segunda temporada, como
agua sin dique, se desborda la verborrea y el populismo y hace aguas por todas
partes incluida su parte policial.
Hay excesos interpretativos
y sobreactuaciones y paradójicamente se descubre que sea precisamente Pepe
Viyuela el más comedido y quien aporte el humor más inteligente con guiños al
género negro y policíaco.
En ese sentido destacar
el episodio 10 (el 2º de la 2ª temporada) ‘Los asesinatos del Murder Club’ en
el que la muerte busca escritores durante la celebración de un festival de
novela negra en el pueblo.
Olmos y su pizarra de investigación a la española |
La parte policial bien
resuelta en la primera temporada y mal tirando a peor en la segunda tiene a
Olmos y sus aficiones a leer novelas de género y ver series de televisión en el
único capaz de aunar imaginación y lógica a sus investigaciones y atinar en la
mayoría de conclusiones. Resulta perfectamente veraz que hoy por hoy la
formación de un agente, en un pueblo alejado, se sustente más en los in-puts
mediáticos, a los que está más y continuamente expuesto, que en cursos formativos
organizados por el propio cuerpo. Pasa hasta en las mejores empresas.
No se consigue, sin
embargo, que la química entre Olmos, a pesar de los atinados esfuerzos de este,
y Robles de sus frutos; si bien el antagonismo está bien planteado para buscar
la complementariedad de los polos opuestos, la exigida actitud distante y por
momentos despreciativa de Robles por los asuntos mundanos de un recóndito
pueblo, añadido al problema de dicción del actor, hacen que sea el bicho raro
de la serie y tan poco útil como dotar de audio a una linterna.
Es lo que tiene vivir al
límite en operaciones donde está en juego la estabilidad mundial y de repente
haberse de preocupar en un pueblo por si alguien ha matado un cuervo blanco (episodio
‘El negro augurio del cuervo blanco’; cuervo blanco, por cierto, emblema de
Getafe Negro, aunque sea casualidad).
Y si bien Robles ofrece,
a pesar de su hierático aspecto o precisamente por tenerlo, una imagen de
Guardia Civil moderna, amiga de la tecnología y preparada para eventos de
exigente nivel formativo muy contrario al que el imaginario popular asigna a
los agentes rurales de este cuerpo, son precisamente sus compañeros de la casa
cuartel quienes se encargan de rebajar expectativas y con su escaqueo,
indolencia y aparente poca capacitación insisten en darle la razón al
pensamiento negativo.
Si la serie pretende homenajear
al cuerpo casi que pierde en el envite.
El ritmo de la serie es
de lo más destacado ya que han sabido llenar el largo metraje con acciones que
complementan, pero que inevitablemente distraen la investigación y acaba como tantas
otras series que aburren por el relleno, acentuado en la segunda para hacer
bueno aquello de que nunca dos segundas temporadas fueron buenas.
Olmos y Robles y el resto de secundarios de la primera temporada |
Por último destacar que en
las diversas tramas conclusivas las hay que resultan inteligentes, exclusivamente
en la primera temporada y es todo un logro habida cuenta de la poca capacidad
de maniobra que ofrece un pequeño pueblo y aprovechan la diversidad de voces de
los habitantes con los que cuentan para despistar y no caer en resoluciones
previsibles.
Renovar la serie Olmos y
Robles y no El Caso, crónica de sucesos y si El Ministerio del Tiempo pero después de mucho run-run
mediático indica el nivel que el Gobierno de España le supone o quiere tenga la
ciudadanía, RTVE mediante. Esa misma corporación que pagamos entre todos y que solo contenta a unos pocos.