domingo, 13 de enero de 2019

Los Bárbaros nº12/13 Especial Género Negro

Los Bárbaros en Nueva York:
Especial Género Negro

Nueva York, New York, New York, I want to wake up..., Nueva York es La Ciudad que Nunca Duerme y también La Gran Manzana, Ciudad Ficción, Starling City, Star City, Central City, Sin City, Metrópolis e incluso, un contrasentido en contraposición a su luminosidad, la oscura Gotham City.

Nueva York siempre queda distante; aunque se esté en sus calles no hay percepción de estar en la propia ciudad y es que hay tanta disparidad que parece un conglomerado de distintas ciudades. Y es que Nueva York no es una ciudad: es un estado mental.

Lo mismo pasa con el género negro. El color negro puro no existe en la naturaleza, y por eso no hay un único noir. Matices, tonos, gradaciones hacen que haya distintos noir y la selección de quienes firman cada uno de los textos recopilados lo hace evidente.

Cada relato de Los Bárbaros, 43 en total,  proyecta su historia sobre esa gran pantalla que es la Gran Ciudad y cada personaje, como en La Rosa Púrpura de El Cairo, sale de la ficción para darse de bruces con la realidad.

Quienes escriben saben que no es fácil condensar una historia en tan pocas páginas, se requiere un cambio de registro, un sprint, economía de palabras, claridad de ideas, definición del mensaje. Aquí el medio también es el mensaje.

Con tantas voces es normal encontrar distintos enfoques y distintos modos de echar el cierre a un planteamiento. Hay relatos que relucen y se ven venir a la primera; los hay que, piedra en bruto, hay que quitar capas para llegar al meollo; los hay con final abierto, cerrado e incluso sin final y es que la mayoría son fragmentos de una realidad incierta pero veraz. Y si la vida no se acaba y aún van a presentarse muchas más de esas secuencias, tampoco se va a acabar un relato.

Relación de quienes han aportado su relato a esta recopilación Especial Género Negro:
cierren la boca, que les habrá quedado abierta, después de leer los nombres.
Improcedente comparar, elegir, clasificar o hacer listas. Cada relato tiene su qué y su aquello. Unos relatos llegan muy adentro, otros golpean muy fuerte, algunos arañan, otros muerden, unos besan letalmente y ninguno se va de vacío después de haber sido leído, todos toman algo de quien los lee.

Es el peaje por tontear con el lado oscuro: nadie sale indemne.

Por eso no es una publicación para leerla de corrido; de hecho nunca hay que hacerlo cuando hay distintas voces. Gran error lector y falta de respeto hacia quien escribe.

Hay que leer cada relato, como si fuera una larga novela, dándole su espacio y su tiempo y concediéndole un reposo asimilativo antes de la siguiente lectura. Y aunque en sobredosis no suele presentar efectos secundarios, prescribir un relato al día sería una posología adecuada y prudente.

Háganse con su ejemplar antes de que se agote y prepárense para el deleite a bocaditos.


lunes, 7 de enero de 2019

El crimen que tú cometiste de Zidrou y Philippe Berthet

El cadáver presenta 77 incisiones.

La sociedad tiene a culpabilizar con facilidad. A poco que alguien sugiera algo, si encaja en el inconsciente colectivo, la muchedumbre se lanza cual manada de lobos sobre la oveja. 

Da igual que sea o no culpable; lo importante es que lo podría ser.

Por eso, cuando la sociedad ha pronunciado su veredicto no quiere saber más del tema; teme enfrentarse a la verdad ya que esta podría evidenciar que aquel es erróneo. Y si la víctima, una mujer joven y guapa, presenta 77 incisiones, que no puñaladas ya que el arma es un formón de carpintero, aún más motivo.

La acción transcurre en Australia, algo puramente coyuntural e intrascendente para la trama, donde un pastor de ovejas, en realidad alguien en busca y captura como sospechoso del asesinato de su esposa ocurrido 27 años atrás, vive su rutina en el presente sin dejar entrever su pasado
.
Pero ahora su hermano acaba de fallecer y antes de morir ha confesado ser el autor material del crimen. Esta confesión, por inesperada e insospechada, aturde e incomoda a todos los habitantes de la localidad y a él le abre las puertas a poder regresar redimido a su anterior vida. Si es que de ella queda algo.

Los comercios, los edificios y los habitantes no son los mismos 27 años después, pero hay algo que no cambia y es la hipocresía humana. Una atractiva y emocionante historia llena de misterios y suspense, digna de Hitchcock, que favorece tomar partido por unos y otros según avanza la trama.

Una mujer cuya calentura deja en pañales las calderas del infierno. Un pueblo con más gente con misterios que con pantalones. Un asesinato atroz con un arma nada usual. Una o varias redenciones.

Línea clara para una historia que da hilo sin
que se acabe el carrete.
Zidrou (actualmente de lo mejor que le puede ocurrir a un cómic y a un dibujante) ha escrito un guión negro donde se maneja con habilidad, a pesar de que toca diversos géneros y se alía con distintos dibujantes es en el noir donde consigue transmitir esa sensación de que lo común esconde lo singular y de que las vidas rutinarias no son sino una proyección manipulada de otra realidad que las personas esconden. Él se encarga de retorcer la historia para ir abriendo frentes inesperados como generadores de sorpresas que consiguen que el interés se mantenga álgido en todo momento.

Philippe Berthet dibuja de nuevo ese género en el que tan cómodo se siente, donde la mujer tiene prioridad, ese arquetipo de belleza fatal, esa temible combinación de rostro aniñado y cuerpo ansioso, donde las miradas y los gestos han de transmitir emociones. Y su trazo fino y sin interrupciones, esa adaptación propia, tan suya, de la línea clara, se adapta como un guante a esta historia que va dando hilo sin descanso.

Un cómic con cuerpo y mente, una atmósfera plácida y turbulencias en el interior. Una historia negra de las de verdad.

miércoles, 2 de enero de 2019

La mansión de los gatos de Jirō Akagawa

Sangre, humor, gatos y algo
sobrenatural.

La mansión de los gatos es la tercera novela de la serie Los misterios de la gata Holmes del prolífico autor japonés Jirō Akagawa, un verdadero maestro del género.

El detective Yoshitaro Katayama, a quien la visión de la sangre puede ocasionarle un desmayo, y su colega Ishidzu, a quien la visión de los gatos puede ocasionarle también un desmayo, se ven envueltos en una trama que no carece ni de sangre ni de gatos ni de desmayos.

El joven agente Ishidzu pretende a Harumi, hermana de Katayama, y los invita a conocer su nuevo apartamento donde espera poder llegar, más pronto que tarde, a vivir con ella. La visita se interrumpe cuando la policía se presenta a un parque cercano advertida del accidente sufrido por un niño. Y no es el primero; podría ser que los accidentes no fueran tales.

A todo eso hay que sumar que los habitantes de una pequeña aldea cercana están siendo tentados por una inmobiliaria para vender sus terrenos y casas y beneficiarse de las ventajas de una moderna urbanización. Claro que para eso todos los habitantes han de estar de acuerdo y de momento no es así.

La trama policiaca está surtida de esplendidos giros y golpes de efecto que no permiten un respiro ni elaborar una hipótesis acerca de quién está detrás de los crímenes.

Los toques de humor y los apuntes sobrenaturales sobre seres populares en la cultura japonesa combinan a la perfección con los actos de investigación y los procesos deductivos dando al conjunto el status de la perfección de lo simple.

Todo es simple, es lo que es. La trama fluye sin nada que la estorbe o interrumpa y la lectura se completa en menos de lo que un gato tarda en maullar.

Como en la primera novela de la serie la escritura de Jirō Akagawa es ágil y no hay cabida para adjetivos pomposos ni para descripciones floridas, ni para disquisiciones mentales de los protagonistas ni para análisis psicológicos de las situaciones.

Novela policíaca japonesa pero a imagen y semejanza de la inglesa del siglo de oro. De esas lecturas agradables cuya esencia, en cuanto se destapa, impregna el ambiente y perdura en la memoria con satisfacción.

Lean aquí la reseña de la primera novela de la serie Los misterios de la gata Holmes.

domingo, 30 de diciembre de 2018

Green Manor de Fabien Vehlmann y Denis Bodart

Tapa dura y rugosa, páginas gruesas. Calidad
tanto en el envoltorio como en el contenido.

Green Manor es un cómic compendio de 16 historias cortas, de 7 páginas cada una, de género policiaco ambientadas en el Londres de finales de 1800. En plena época Victoriana.

Cada historia, que gustosamente hubiera firmado el mismo Poe, plantea un acto criminal de materialización tan difícil que se diría imposible y que se resuelve con una brillantez racional tan prosaica como tienen los juegos de ilusionismo con cartas.

El Club Green Manor, uno de esos atildados lugares británicos reservados para hombres de noble condición o quehacer profesional remarcable, es un lugar de chismorreos y apuestas, como anteriormente lo fueran los literarios Diógenes, Reform o mucho más allá en el tiempo el Pickwick de Dickens.

Un lugar cerrado a mujeres en el que si las paredes hablaran no callarían. Un lugar donde bajo la apariencia de relamidos prohombres se encuentran latentes bajas pasiones y tendencias delictivas, cuando no directamente asesinas, de pensamiento y obra. La crueldad también viste levita y sombrero de copa.

Green Manor es el espectador pasivo de dimes y diretes que afectan tanto a realeza como a nobleza como a burguesía.

Colores compensados y bien combinados con el
trazo fino de la  línea clara.
El cómic es una delicia en contenido y continente, una vez más chapeau para Dibbuks que ha adecuado grosor del papel y la textura de las tapas a como deberían ser los ejemplares de aquella época. Un enjambre de guiones inteligentes, un rompecabezas elegante, un tratamiento gráfico de personajes amables e interesantes y todos los finales sorprendentes. Y un bonus track de bocetos muy agradecido.

Fabien Vehlmann se ha estrujado las meninges para elaborar unos guiones dignos de los mejores relatos policíacos de la edad de oro de este género. En pocas páginas consigue hilvanar historias completas y redondas, con diálogos cargados de ironía y astucia.

Los dibujos, a cargo de Denis Bodart, de línea clara y estilo cartoon o dibujo animado y suficientemente detallistas complementan perfectamente las narraciones y resultan brillantes en las expresiones de los rostros rozando la caricatura sin caer en la deformidad, y todo en una estructura de página de contenido clásico y empleando básicamente planos medios y generales.

El color, a cargo de Scarlett, el propio Denis Bodart y Ètienne Simon, de amplia paleta con predominio de tonos cálidos, secunda a la perfección los finos trazos y conforma los ambientes, sobre todo los cerrados, con un nivel de realismo equiparable al confort de los sillones, los sofás y el calor de una chimenea.

Nada sobra y el todo es una satisfacción visual y una placentera lectura. Un título que deben añadir ya a su colección noir. Un Club en que tramitar inmediatamente la solicitud de membresía. A ver si nos aceptan.

jueves, 27 de diciembre de 2018

Ciudad para ser herida de Francisco Veiga

Una obra de entretenimiento serio.

Ante la lectura de un thriller de espionaje, de política ficción, siempre asalta la duda de cuanto es ficción y cuanto realidad. El síndrome conspiranoide hace acto de presencia a poco de empezar la lectura y ya no te abandona ni después de haberla acabado.

Los thrillers de espionaje tienen, por necesidad, mucho contenido político. El espionaje entre países, excepto por intereses industriales y aun así, no se comporta igual entre ideologías afines que contrarias. En ambos casos hay recelo pero en uno además hay, cuando menos, intenciones desestabilizadoras.

Y eso sin contar los actos bajo falsa bandera, cuyas  intenciones dejan de ser oscuras para pasar a ser completamente negras. No es nada fácil adentrarse en una novela de este tipo. La complejidad de los personajes, el enrevesamiento de los hechos, la planificación de las acciones... todo pensado para que el misterio y la sombra de la duda no se despejen en ningún momento. La incógnita es la respuesta.

Para leer una novela de espías no hay que beber más allá de los límites para ver doble. Todos los personajes y todos los hechos tienen, o por lo menos lo sugieren, doble intencionalidad cuando no triple, por lo que la lectura ha de ser medida en el tempo justo a fin de no perder comba.

Igual de difícil es para quien la escribe. Mantener el equilibrio para que la ficción parezca real y dotar al contenido de vocablos y siglas que aporten convicción sin parecer un artículo de wikipedia, no está al alcance de cualquiera que lo desee: hay que tener un poso de conocimientos y gran capacidad para enlazarlos.

Francisco Veiga
Francisco Veiga ha conseguido con Ciudad para ser herida, adentrarse en una historia que vehicula un sinfín de condiciones: terrorismo, espionaje, relación entre cuerpos de seguridad, intereses económicos, intereses independistas, coincidentes todas ellas en la Barcelona de 2016 hasta el atentado en las Ramblas de agosto de 2017.

Su prosa y su vocabulario, parecen adecuarse a esa jerga que emplean los profesionales que pertenecen a esas órdenes secretas y misteriosas; que viven en lugares recónditos y oscuros y que se relacionan más consigo mismos que con el resto de la humanidad. Leyendo, se diría que el lector forma parte del equipo y por tanto obligado a respetar los protocolos de seguridad.

Ciudad para ser herida es una alerta a lo poco que sabemos de lo mucho que nos rodea. Una obra de entretenimiento serio a la que no resulta fácil entender ni su finalidad ni el propio final. Al fin y al cabo es espionaje y solo se puede hablar de lo no clasificado y aún y así cuanto menos mejor.

Es una manera de contar los hechos distinta a como nos los han contado; pero no hay de qué preocuparse: todo es ficción. ¿O no?