Una novela negra a ritmo de ría. |
Probablemente sea esta la novela negra que en los últimos
tiempos ha despertado mayor expectación por ser el autor aclamado deudor de la
entrega; largo tiempo esperada se está vendiendo como un i-Phone en los mejores
tiempos. Y se vende a ciegas y se compra en igualdad de condiciones.
El
último barco es una novela policiaca a la gallega:
encontrada en medio de una escalera, no se sabe si sube o si baja.
El Vigo actual, su ría y las localidades, como Moaña, que
mojan sus pies en ella, añora el Vigo que fue en una novela cargada de
tristeza. Toda ella es una oda a la tristeza. El último barco es una novela triste.
Si cada persona es un paisaje en un cuadro en esta novela hay muchos
pero todos tienen en común ser naturalezas muertas o cuando menos agonizantes.
Aunque no todos los desahuciados acaben bajo una cruz de piedra y algunos
puedan resurgir y con ello revivir.
El paisaje y el ambiente de cada uno de los lugares que se evocan se apodera del argumento
cuya trama criminal queda empequeñecida ante la carga emocional que destilan
las palabras que arman las páginas.
Mónica Andrade, una mujer treintañera independiente y
entregada a su vocación de ceramista, puede haber desaparecido según la
denuncia presentada por su padre, un eminente cirujano que la echa en falta en
su ausencia cuando nunca la ha considerado en su presencia.
Leo Caldas, reticente a investigar la desaparición de un
adulto, acaba entregado al caso, forzado por su comisario, lo que le sirve a él
y al narrador omnisciente para ilustrar una parte de la historia de Vigo y una
parte de la vida de sus habitantes interpretados por unos personajes varados en
dique seco. Un homenaje pagado de sí mismo y que se apodera de la trama
criminal.
Al inspector Leo Caldas los años le han pasado factura y el
tiempo pasado le pesa, ciertamente 711 páginas pesan lo suyo, y desarrolla una
investigación poco rigurosa, sustentada en conjeturas basadas en hipótesis elaboradas
a partir de intuiciones y esto no siempre funciona y suele ser tan improductivo como levantar una jarra de
arcilla a partir de una pella descentrada.
Cualquier lector avezado podría ir enmendándole la plana,
el propio escritor se encarga de facilitar las claves, como hicieran las novelas del siglo de oro policiaco, para tomar las decisiones correctas y, lo que es peor para Caldas, poder
resolver el caso en el primer tercio del relato.
Entonces ¿es una novela fallida? En absoluto. Caldas es
humano, tal vez demasiado y por ello imperfecto. Y con él, los demás. Y esto no
es un defecto es una condición inherente de quienes piensan y sienten y la
novela apuesta por esta vía y emplea la trama criminal casi como excusa para
desarrollarla aunque hacia el final retome la esencia y solucione el caso.
Domingo Villar |
Domingo Villar ha publicado una novela negra que se despereza a ritmo de ría y como tal sufre con los cambios de marea. Una novela negra y también social, introspectiva para quien la protagoniza y para Vigo; una evocación al folletín criminal francés de primeros del siglo pasado convenientemente actualizado.
El
último barco, un título ambivalente puesto que tanto puede
referirse al último transbordador nocturno que une Vigo con Moaña como también
al barco que toda persona tiene la oportunidad de embarcar si es capaz de tomar
la decisión, es una gran novela, costumbrismo criminal, pero quizás el compás
de espera la ha penalizado, no en ventas, y si respecto a expectativas. Hay
quien añorará no haber podido leer Cruces
de piedra y hay quien, como bien decía Paco Camarasa, huirá ante el grosor
de la obra.
Lecturas del todo imprescindibles, en especial la segunda,
son las dos primeras entregas de Leo (por Léo Ferré) Caldas, la segunda está reseñada en este blog:
01. Ojos
de agua