Un híbrido entre novela negra y thriller conspiranoide. |
El tordo, molothrus
bonariensis, aparece en Chile a mediados del siglo XIX proviniendo de
países vecinos. Los machos son de intenso color negro con un brillo tornasolado.
Es un ave parasitaria, y por esa razón no se beneficia de
la simpatía de ornitólogos: asaltan nidos de otras especies, destruyen los
huevos que haya y ponen los suyos que son criados por los anfitriones que creen
que son sus propias crías.
Un animal tan astuto, tan agresivo, que prima su
pervivencia a costa de destruir la de los demás no puede inspirar nada bueno a
los humanos que los adopten como modelo y símbolo.
Cuando se halla una cabeza humana en medio de la calle, que
sirve de entrenamiento y alimento para pájaros, todo indica que ha de haber un
cuerpo decapitado en alguna parte y que el suicidio no es la opción más
plausible. Un inicio más que prometedor de una novela negra, breve e interesante.
Enfocado como asesinato, se constituye un equipo policial
de investigación para afrontar el caso y el ego de cada miembro amenaza con
dinamitar la labor colectiva. Es como si la orquesta tuviera cuatro solistas y
cada uno quisiera llevar la voz cantante siguiendo su propia e invisible partitura.
Aún y así los informes de cada investigador conforman un
todo que descarta lo imposible y resalta lo probable. No se han dado pasos de
ciego y apuntan a buena dirección aunque por el camino cada uno pierda algo que
le importe y su mente, que parecía inquebrantable al comienzo del caso, tampoco
se libra del peaje.
Aaron
Abarca hace de esta novela corta una suerte de psicodrama y
enfrenta a los personajes principales a sus propios miedos y busca reducirlos a
meros seres humanos rebatiendo la supuesta fuerza impune que supone llevar
placa.
La Secta de los Tordos es un hibrido entre novela negra y thriller conspiranoide, y enfrenta al sentido
de la justicia con un totalitarismo religioso de raíces paganas que proclama un
discurso aleccionador donde se interpreta que la libertad es en realidad la
esclavitud: la individualidad debe someterse al colectivo.
Aaron Abarca |
La novela resulta toda una agradable sorpresa que se lee
fácil y rápido. Se agradece que avance sin dudar en ningún momento y sin
rellenar páginas con sinsentidos, de ahí que sea tan corta y tan directa y deje
con ganas de saber cómo se lo compondrá con un texto más largo y una trama más compleja.
La novela hace de los localismos y de las localizaciones
callejeras uso y abuso; tanto como para entusiasmar a lugareños que se
reconocerán en cada calle, esquina y establecimiento como para rechazar a
forasteros que acabarán perdidos en esta telaraña de excesiva nomenclatura
callejera desconocida.
Con un final que busca sorprender resulta
una obra recomendable para quienes busquen tratamientos distintos al noir más
comercial.