En un centro penitenciario el mayor reto es sobrevivir. |
Los centros penitenciarios son los resorts donde la sociedad encierra a los elementos inadaptados
a sus normas sociales de comportamiento, cuyos delitos alteran la paz y la
convivencia, y son, a su vez, una mini sociedad con sus propias normas y
reglas.
En un centro penitenciario coexisten funcionarios que
gestionan, vigilan y regulan y presos que son gestionados, vigilados y
regulados y que a su vez gestionan, vigilan y regulan a otros presos. Los roces
fomentan simbiosis que ofrecen un complemento salarial a los
primeros, mal pagados, muchas horas extra y mucha tensión, y el bienestar y
cierta vista gorda, dentro de lo posible, a los segundos y protección o todo lo
contrario a los terceros, el eslabón más debil.
Todo un microclima que ofrece, a quienes ponen su ojo en la
lente del microscopio, la parte más negra de las personas, reos por su conducta
y condición. Quienes otrora fueran valientes, soberbios y osados ahora pueden
ser objeto de maltrato y sufrir en propia carne el miedo y el desprecio que
vieran en los ojos de sus víctimas.
Verdugos y víctimas. Autoridad, hostilidad, poder,
humillación, sadismo. Víctimas y verdugos.
En la Penitenciaría Bennet, bajo la jurisdicción de Departamento
de Crímenes Carcelarios de la Oficina del Sheriff del Condado de Mariposa se
han producido dos muertes y la detective Linda Caruso recibe el encargo de
solventar de forma rápida el expediente: las muertes de los reclusos no
interesan a nadie y cuando menos se aireen mejor.
A Caruso le exigen oír, ver y callar. Burocracia y sexismo
es algo que no va con el carácter de la joven detective que decide ahondar en
el caso, un claro asesinato y un más claro suicidio, y descubre que investigar en una prisión conlleva más riesgos que
atravesar territorio comanche.
Encuadres con perspectivas llenas de ritmo y taquicardia. |
El guionista estadounidense John Arcudi completa brillantemente una historia apasionante llena
de tensión, emoción y violencia. Un argumento que emplea muy bien los conceptos
clásicos que identifican este subgénero Penitentiary
Story pero que los replantea de forma novedosa y cuando se acerca
peligrosamente a lo previsible sorprende con cambios de ritmo y giros propios de la novela negra.
El dibujo del serbio Toni
Fejzula no se queda atrás y afea cuerpos y rostros con sombras imposibles para
demostrar que las personas implicadas en la trama ni son felices ni les importa
nada que no sea sobrevivir y que quien más quien menos tiene su lado oscuro. El
empleo, habilidoso, de perspectivas aporta la sensación de opresión que supone
el encierro, tanto obligado, el de los presos, como el voluntario, el de
carceleros y policía desplazada para la investigación. Un dibujo escogidamente
sucio y por ese motivo induce a rechazo y sugiere repulsión. Ni más ni menos
que lo que se pretendía: objetivo cumplido. No hay glamour en las prisiones y
si con el dibujo no es elocuente ahí está André
May para evidenciarlo con su paleta de colores.
Es una obra sobria y seria y por todo ello muy
recomendable. La edición se acompaña con bocetos y galería de ilustraciones que
explican el método de selección en el casting de protagonistas.
El Penitentiary Story,
historias penitenciarias, es un subgénero nacido en los albores de la novela
negra y tiene su origen en relatos autobiográficos de presos. Con el tiempo ha
ido desarrollando carácter propio y ha sido el cine y sobre todo la televisión
quienes han sacado partido de su potencial.
Para quien guste este género hay amplia oferta, siendo los
clásicos las primeras novelas autobiográficas llevadas al cine: Soy un fugitivo, Veinte mil años en Sing Sing, Papillon…
hay otras novelas y películas al uso como por ejemplo El hombre de Alcatraz o La leyenda del indomable, sin olvidar Celda 211 y hay series de
televisión recientes como Prison break,
Orange is the new black, Bis a Bis, Mindhunter y recomiendo especialmente The night of…