Una mañana de diciembre Louis y Léonie
Lacombe, matrimonio septuagenario, aparecen dormidos, juntos, en su cama, en
ese particular sueño del que ya no se despierta. Y por los visibles signos de
estrangulamiento en ambos queda claro que su paso al sueño eterno ha sido
inducido.
En primavera habían celebrado sus bodas de oro
(lo que explica el título original: Noces d’or a Yquem) y en el pueblo nadie
entiende que les haya pasado algo así, ni sospechan quien ni por que puede
haberlo hecho.
La estimada pareja solo tiene a Léa por todo familiar, su nieta, ahora mayor y alejada, que cuando tenía solo dos años le dejaron su hijo
Pierre y su mujer Françoise el día que decidieron suicidarse por no poder afrontar
su catástrofe financiera.
Treinta años trabajando para el señor conde.
En Yquem. Treinta años doblando el espinazo en el Sauternais donde se vendimia recogiendo
grano a grano: pepitas de oro en forma de uvas.
Treinta años llenos de
recuerdos que los identificaban como vendimiadores de élite.
Treinta cosechas
de Château d’Yquem. Esa peculiar bodega cuyos vinos, sobre todo los que tienen
antigüedad de varias generaciones, son considerados obras de arte y cuyos
precios pueden alcanzar las nubes.
Benjamin Cooker, es un prestigioso enólogo
británico que pasa más tiempo en Burdeos que en el nebuloso Londres, es el
autor de la Guía Cooker de vinos, y usa, para sus anotaciones, una pluma
estilográfica Parker (todo un guiño) regalo de su hija Margaux (otro más).
Tiene además del vino, la comida y los puros
una morbosa afición por inmiscuirse en intrigas policiales de casos delictivos,
por lo que al enterarse del suceso del matrimonio Lacombe y con la ayuda de su
joven aprendiz y también enólogo Virgile Lanssien no pierde un instante en
investigar el asunto.
Cuenta con el consentimiento tácito del
comisario Barbaroux, amigo y contertuliano, y el caso lo lleva a regresar, con
gran placer, a una de sus zonas vinícolas preferidas.
La novela habla del Sauternais y de como se
alían la niebla y el sol para ir provocando esa sublime podredumbre tan
imprescindible para que el milagro se produzca y de unos simples granos de uva,
convenientemente mimados y algo de
misterio, se acabe obteniendo un zumo denso de increíble y delicioso aroma. Oro
liquido. Otrora clara respuesta a la búsqueda incesante de los alquimistas.
La novela habla de los procesos de
transformación y crianza, de los graduales cambios perfectamente supervisados,
de los aromas vegetales primero a los frutales después para acabar dando paso a
unos ligeros especiados suaves. Y de como las añadas ofrecen sutiles
variaciones en su sabor y en la presencia de mayor o menor contenido aromático
incluso de maderas.
Lamentablemente la novela olvida rápidamente
la trama policial que queda en un segundo plano y que va resolviéndose casi por
si sola, relegada, ante esos pesos pesados, como si fuera un simple vino de mesa.
Se espera más de una primera novela policíaca
de lo que ésta ofrece. A lo mejor es una cepa recién plantada y hay que esperar
aún un tiempo a que evolucione y nos de frutos. En esta primera cepa, la poda
se ha hecho mal, la recolección a destiempo, el despalillado sin pulcritud, la
barrica demasiado usada y el tiempo en botella insuficiente. El resultado es un
vino, perdón, una novela sin los aromas ni el sabor que hubiera tenido con un
tratamiento más criminal.
Como sea que esta novela interesará más por su
contenido enológico que policial (es una de esas novelas ideal para ser bebida más
que leída), se recogen aquí la mayoría de referencias vinícolas citadas (no
olviden que en Francia tiene más importancia la bodega y el terroir, que el
propio nombre del vino, de ahí que cuando se hable de ellos se cite
indistintamente uno u otro): Lillet, Château Rieussec, Cahors, Château de Rayne
Vigneau, Saussignac, Châteu de France, Mas Amiel y por supuestísimo Château
d’Yquem.
La novela es un canto al vino Sauternes. Páginas
y páginas enteras elogiando y describiendo el paisaje de la región, sus
colinas, su climatología, esos bancos de niebla tan pronto densa como
deshilachada, sus cultivos, cuidados, recolección y proceso de fermentación y
como no las notorias sensaciones en vista, nariz y boca y el proceso de cata
para su degustación y disfrute.
Por lo que si son de la opinión, como yo, de que
un buen Sauternes es uno de los mejores vinos que se puede y se debe beber,
esta es su novela. Para leer policial hay que buscar en otras partes.
Para Benjamin Cooker, el enólogo detective protagonista
de esta novela Muerte entre los viñedos, y de toda la serie: “la verdad está al
fondo de la copa”. Es su opinión y la comparto, claro que siempre que sea yo
quien la haya vaciado.
Más de veinte novelas escritas por Jean Pierre
Alaux y Nöel Balen y protagonizadas por este cincuentón barrigudo y sus
correspondientes adaptaciones televisivas ‘Le sang de la vigne’ lo han
convertido en una suerte de nuevo Maigret para los franceses. Sus razones
tendrán. Aquí les dejo un enlace para conocer más sobre ello.
Que ustedes lo beban bien.
Tengo en el botellero la segunda novela de la
serie esperando ser descorchada: La misteriosa botella de Petrus; ya les
contaré a que sabe. El Petrus no, la novela. Mi presupuesto solo alcanza para
el papel. El de la etiqueta quería decir.
La novela me pareció aburrida y sin entenderle al final, me hizo dormirme cada vez que quería leerla. Mi blog Memorias de Cultura y Libros
ResponderEliminarEntiendo tu frustración si buscabas una novela policiaca de corte clásico. Creo que en mi reseña lo dejo claro. En esta novela se disfruta su componente enólogo pero incluso en ese aspecto exige un paladar entrenado, no todos los días se puede degustar un Château d'Yquem ;-)
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