Un sano delito de celos es una novela policial italiana a
medio camino del whodunit y la novela negra.
Protagonizada por el detective lombardo Riccardo Finzi,
transcurre en Milán, aunque de la ciudad solo aparezca el nombre, y se refiere
al mundo del arte como goloso medio para un enriquecimiento rápido aunque sea
valiéndose de la falsificación o el robo.
Riccardo es un tipo que cae bien, simpatico sin ser
irónico, y que resulta de una eficacia, solo justificada por las pocas páginas
de la novela, en todo aquello en lo que se encuentra metido: localización de un
coche, de un niño, de apartar un moscón a una jovencita...
Se vale de la ayuda de Pina, Giuseppina Parenti, una
vecina de cierta edad que le hace las funciones de secretaria y cuida de la
intendencia, y de Ciammarica,
Giuseppe Marchini, un policía jubilado que hace trabajo de campo y recopila
información.
El asesinato de un marchante de arte ubicado en la más
inmediata vecindad, tanta como que se produce en el piso de enfrente de la
misma planta, es el leit motiv de la historia y centra la trama detectivesca que contiene toques de comedia inteligente.
Y la relación con los sospechosos deparará sorpresas y la relación con la policía también y entremedias Riccardo se inflama como un adolescente con un amor que colma cualquier ambición masculina.
Y la relación con los sospechosos deparará sorpresas y la relación con la policía también y entremedias Riccardo se inflama como un adolescente con un amor que colma cualquier ambición masculina.
Riccardo vive en Via dei Franchi, 3 bis, en un 6º con
un ascensor más veces averiado que veces sale el sol y no dispone de teléfono,
compra en rebajas o en tiendas de precios especiales, y no presume de paladar, lo que no le impide que en una cena romántica sea
capaz de pedir Chateaubriand y acompañarlo con Chateauneuf du Pape y cuyo
disfrute como lector es con los cómics protagonizados por Alan Ford.
Bueno es recordar que Alan Ford es un joven ingenuo, tímido y modesto con
cierto parecido a Riccardo Finzi.
Con esta cita sobre Alan Ford, Luciano Secchi se presta
al cameo al ser él el creador de este cómic (junto a Magnus, Roberto Raviola) y el personaje parece haberle servido de
inspiración como alter ego light del
detective Riccardo Finzi: el cómic satiriza sobre el mundo del agente secreto
con un enfoque revolucionario (hablamos de 1969) cargado de humor negro con
toques surrealistas, que la novela pretende emular sin conseguirlo.
De hecho la novela Un sano delito de celos bien podría
ser una propuesta de guión para un nuevo personaje de cómic habida cuenta de lo
poco desarrollada que está la trama y lo poco aprovechados que están los
personajes. Más que novela se asemeja a un story board escrito en lugar de
dibujado.
Su lectura entretiene, lo que a veces ya es
mucho, pero a estas alturas y con tanta oferta resulta insuficiente.
De Luciano Secchi conocíamos sus aportaciones en el mundo
del cómic, con Alan Ford y principalmente con Kriminal, firmando eso si, como siempre, como
Max Bunker, nacido a remolque del éxito de Diabolik, y que presenta a un
antihéroe que mata y roba al amparo del anonimato que le facilita un disfraz
integral con el dibujo de un esqueleto con el que asusta e impresiona a sus
adversarios (que incluso fue llevado al cine: hoy rarezas de serie B solo para frikis).
Y no sabíamos de su faceta literaria; ahora que la conocemos no nos disgusta pero preferimos su andadura por el cómic.
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