¡Que magnífica novela policiaca hubiera podido ser! |
Estamos ante una novela
melodramática con tratamiento costumbrista desde un punto de vista cómico del
que resulta un humor negro muy destacable y muy inteligente. La autora hace un
trabajo encomiable al recoger conversaciones que van desde la ironía más mordaz
al ingenio más naïf.
El título Tres abuelas y un cocinero muerto, la
cubierta con sangre y la coletilla ‘De
Finlandia llega la Agatha Christie del norte” es una hábil trampa para
incautos, como yo, cuyo cerebro asocia los tres imputs y ve lo que querían
que viera: una novela policiaca estilo Agatha Christie donde tres viejecitas
tipo Miss Marple van a investigar el asesinato de un cocinero.
¡Interesante supuesto planteamiento!
Nada más lejos de la
realidad. Todo un engañabobos bien orquestado. Lamentable el recurrir a estos
artificios amañados para vender. Ni es una novela negra, ni policiaca, ni
tampoco enigma. Ni tan solo es una novela de suspense. Aunque en algún momento
apunte maneras no sigue ninguno de los caminos trazados que pudieran
conducirla a ser considerada una novela
de género interrobang.
Y una vez más constatar
que la mayoría de blogs no reseñan. Ni tan solo leen la novela. Se limitan a
escribir lo que les llega sin contrastar veracidad o a copiar de otro y listo.
Penoso.
Por lo demás y ya que la
leído toda (solo faltaría que la trama criminal surgiese hacia el final, como
ha hecho Isabel Allende en su Juego de Ripper, otra que tal) decir que resulta
una novela entretenida, divertida y deprimente; aunque parezca contradictorio.
Y si bien al principio de
la novela se creería que al final de nuestras vidas uno quisiera pasarlo con
tan grata compañía en una residencia estación terminal como el Centro Residencial Geriátrico El
Bosque del Crepúsculo, a medida que se avanza en su lectura se acaba
conviniendo que casi mejor arrojarse al tren en dicha estación y acabar con
dignidad antes que vilipendiado por intereses egoístas de cuidadores sin
escrúpulos.
Efectivamente el cocinero
Tero Lehtinen está muerto y eso es todo lo que vamos a saber, por lo que sin
cocinero no vamos a cenar y sin intriga tampoco estaremos leyendo una novela
policial. Si acaso una novela de patético costumbrismo y con una moraleja: que
no falte la alegría ni las ganas de vivir.
Irma Lännenieimu de 92 años, Siiri Kettunen de 94 años y Anna-Liisa de 93 años,
son las tres ancianas (que no abuelas) protagonistas. Con una movilidad
envidiable, por su edad, y una lucidez mental que ya quisieran para si muchos
miembros, mucho más jóvenes, de gobiernos occidentales, sobreviven con
habilidad a las aviesas y malosas maniobras a las que se ven sometidas en su
centro de apartamentos alquilados donde no están internadas sino que viven
libremente en una prisión.
¡Quiquiriqui! es su grito de saludo comprensiblemente oído por mucho
ruido ambiente que las envuelva.
Minna Lindgren la autora |
Y Döden, döden, döden (la muerte, la muerte, la muerte) su mantra para
alejar penas y desdichas aunque se hable de difuntos y claro está, de muerte y aunque
siendo finlandesas lo mencionen en sueco. Paradojas del bilingüismo que de eso
en Catalunya sabemos un rato largo.
Ah! y si como invitados a
merendar les ofrecen café y sexo, es en realidad un juego de palabras y lo que
realmente le están ofreciendo es café y galletas.
Lo dicho: divertido canto
a la vida, que tal como está de achuchada ya es mucho. Con enigma policial
hubiera sido un 10.
Tres abuelas y un cocinero muerto es la primera novela de lo que su autora Minna Lindgren ha venido a llamar la Trilogía de Helsinki. Ni idea de que
van a tratar las otras dos novelas, a lo mejor nos sorprende agradablemente y
se ponen a investigar el asesinato del cocinero y se convierte en una apasionante novela
policiaca.
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