Para un autor, por muy consagrado que sea, tocar un género
distinto al habitual es entrar siempre en terreno desconocido y hostil. No es
lo mismo tocar el saxo barítono que la trompeta aunque ambos sean instrumentos musicales
y de viento metal para más añadidura.
Como también es distinto tocar en un cuarteto de jazz que
en una orquesta sinfónica. Aunque el instrumento, el piano pongamos por caso,
sea el mismo.
La capacidad creativa y el arte de la narración suelen
envejecer junto al autor y, como todo en la vida, hay quien envejece bien y hay
quien solo regular.
Tal vez mal aconsejada, tal vez para reírse de unas
pautas de redacción, quizás en un arrebato de demostración particular de que si
se puede o simplemente para engrosar ingresos, Isabel Allende ha abandonado su
umbral de confort para intentar una aventura cuyo resultado no ha obtenido,
para los lectores avezados en el género, más que un simple aprobado.
Ya el descansar el peso de la investigación en jóvenes
adolescentes resta tensión a la trama o la equipara a la que podría ofrecernos
una aventura de Los Cinco. Unos cinco modernizados ya que ahora hay ordenadores
e internet por medio.
El
juego de Ripper hace honor al famoso asesino que encumbró
Whitechapel y lo puso en el mapa del interrobang. Aunque solo es el juego al
que juegan los adolescentes por ordenador y que acabaran saliendo de lo imaginativo y entraran
en el mundo del asesinato real.
Hay algo en esa novela de aquella Isabel Allende de La
casa de los espíritus, hay resquicios de ingenio pero hay que buscarlos
agazapados entre cortinas de insustancial verborrea que llena páginas sin saber
muy bien para que o para quien.
Isabel
Allende ha escrito una de sus novelas, más de sus últimas que de
sus primeras, para público más juvenil y menos adulto. Ha empezado como una novela costumbrista que gira a novela negra y que gira a thriller y entre tantas tramas subordinadas se pierde el norte.
Como novela negra y por sí sola, la trama policial podría haber dado
juego pero queda tan enmascarada por el entorno que se diluye y apenas sabe a
nada. Como diluir una aspirina en el Océano Pacífico y tomar luego quince gotas
esperando que haga efecto.
Terrible esta moda de apuntarse a escribir novela negra.
Deja en evidencia las puntadas de quien no sirve para un roto igual que para un
descosido. A Isabel Allende la recordaremos siempre por sus primeras
obras y aquí paz y después gloria.
¡Lo negro está de moda! :D En fin, me da que esta no va a caer en mis manos por lo que comentas.
ResponderEliminar¡Un placer leerte como siempre, Jordi!
Esto empieza a parecer una merienda de negros xD
EliminarYa tenía decidido que no la iba a leer y se confirma con tu reseña.
ResponderEliminarSaludos
Es una muy buena escritora pero aqui no luce nada.
EliminarSaludos!