El corrupto, el depredador, la hiena, siempre busca presas fáciles. |
Cuando la crisis, si, esa crisis provocada por la
ambición desmesurada de algunos, deja de cobrarse bienes y pasa a cobrarse
vidas es que la situación es terriblemente desesperada. Y ahí está la Trilogía de la Crisis (Con el agua al
cuello (2011), Liquidación final (2012) y Pan, Educación y Libertad (2013) de
Petros Márkaris para recordarlo.
Mientras tanto aquí, érase una vez un país imaginario
donde gobernaban militares golpistas que
cedieron su poder por ordeno y mando, menos mal que la obediencia es en ellos
una virtud, a los políticos que empezaron a endeudarse hasta el punto de que
ponían la cara pero quienes en realidad gobernaban eran los empresarios
asociados con la banca, el dinero es el mejor aliado del poder cuando no lo
sustituye y ya si eso llegaron los corruptos, que es un híbrido entre la clase
política y la clase empresarial y bancaria, que es la hidra que sobrevive y que
hoy por hoy gobierna de verdad en ese país imaginario.
Lo que tiene la corrupción es que los que se enriquecen
lo hacen a costa de empobrecer a otros ya sea directamente, comiéndose sus
ahorros, o indirectamente mermando la cantidad y la calidad de los servicios
públicos a los que tienen derecho los ciudadanos (y que a ellos, los corruptos,
les trae al pairo ya que solo usan servicios privados): sanidad, enseñanza,
transportes, condiciones laborales…
El corrupto, el depredador, la hiena, siempre busca Presas fáciles.
Algunos de los afectados en negativo se hunden en su
desesperación. El suicidio aparece como una alternativa al descredito (irónica
esta palabra que encaja a la perfección con la situación económica y bancaria),
a la ruina, al desahucio. El suicidio por impotencia. Mientras los ricos
enjuagan sus lágrimas, de risa por salir bien parados, con billetes de
cincuenta euros porque es lo más pequeño que llevan encima.
Pero la crisis también se cobra otras vidas y estas no
son suicidio sino asesinato, que es la otra forma que tienen los desahuciados de
ver la desesperación: que paguen los que la provocaron; que no se vayan de
rositas.
Y en estas estamos cuando arranca el cómic: unas muertes
se suceden con tal rapidez que el azar queda rápidamente descartado. Las
muertes no parecen ser accidentes y las víctimas parecen seguir un patrón.
Página interior de Presas fáciles |
La inspectora Olga Tabares y su equipo policial son los
encargados de investigarlas y aunque todos parecen tener clara su finalidad les
cuesta ver la relación entre ellas que les permita identificar al culpable.
Miguelanxo Prado ha tomado de la realidad perpetuada en
las hemerotecas el pulso de la situación en la calle y en las familias y ha
engarzado titulares y episodios sueltos para terminar hilvanando una historia
de novela negra que ha dibujado para conseguir un comic noir.
El acabado es a lápiz empleando, pues, negros, grises,
blancos ensuciados y blancos por ausencia de grafito. Oscuro y deprimente, el
color ha huido, hastiado, de la realidad, como la situación de los muchos que
sin quererlo ni saberlo les hicieron firmar ventajosas perspectivas económicas
y les han arrebatado el futuro y otros a los que les llenaron la cabeza y el
bolsillo de liquidez, en la cabeza para no pensar y en el bolsillo para gastar,
sin considerar que la deuda contraída era transgeneracional.
Hay quien recuerda que por unos instantes el bienestar estaba
en sus manos, y al cabo de poco, como un puñado de arena de la playa,
desaparecía entre sus dedos para dejar solo la humedad de las lágrimas ante una
mano vacía tendida al aire.
Mano tendida que nadie estrecha, nadie llena y todos
rechazan. Mano que se cierra crispada y amenaza al aire. Mano que golpea. Mano
vengadora. Mano justiciera. Justicia poética.
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