Una muestra de realismo rural embrutecido hasta el negro. |
Estamos ante una novela de realismo sucio y rural estadounidense,
ese movimiento que narra las formas, generalmente miserables, de vida que
experimentan personas solitarias o en convivencia con familiares problemáticos,
alcohólicos o enfermos, en medios rurales donde no hay otra vida social que no
sea el emborracharse en el bar y procurar que nada acabe en violación o aún
peor.
La violencia estalla como el trueno de una tormenta y tal
como viene se va; la novela no tiene buenos ni malos sino seres vivos a cual
más despreciable si cabe aunque no se les pueda achacar toda la culpa: el
entorno lo condiciona.
La vida en esos villorrios suele ser no dura sino lo
siguiente y por tanto los instintos primarios de supervivencia y el deseo de
superar las pobres expectativas escritas antes de nacer condicionan de tal modo
la realidad del día a día que decir que la vida es negra es quedarse corto.
La novela, tiene de novela negra, su punto de
manipulación, su femme fatale e
incluso su crimen pero no parece que sea la finalidad de la novela sino más una
consecuencia de su evolución, siempre lineal y siempre hacia delante, y una
exteriorización de frustraciones que desembocan en un momento de borrachera de poder
que, para quien no lo ha tenido nunca, nubla cualquier razonamiento y el
subidón permite asomar el descerebrado que todo ser lleva dentro con acciones a juego.
Estamos ante una novela muy conseguida a nivel vivencial;
su apego a la realidad la hace ser minuciosa en la descripción de los personajes,
en la de la ambientación doméstica y profesional, en la conformación del
entorno y del modo de vestir y de comportarse, en el modo de hablar y de
relacionarse.
En Mi nombre era
Eileen la trama desgrana la sórdida vida de Eileen que trabaja de administrativa
en un correccional, que fantasea con encontrar el hombre de su vida, que
acarrea con un padre alcohólico, cuya madre ha fallecido lo que le permite
vestir su ropa y su calzado y que sueña con desaparecer del pueblo y renacer en
New York.
Otessa Moshfegh |
La incorporación de una psicóloga en el centro correctivo
tiene la virtud de activar estímulos en Eileen que la inclinan hacia el lado
oscuro.
Otessa
Moshfegh nos ofrece una muy buena novela, densa y asfixiante. Una
muestra de realismo rural embrutecido hasta el negro. Lectura desasosegante que
busca conectar con la parte oscura que a todo lector de género se le supone que
lleva a dentro poniendo a prueba la capacidad para aceptar y relacionarse con
esos lugareños.
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