En un ajuste de cuentas noir entran varias personas pero solo sale una. |
Saldar cuentas pendientes es algo que ennoblece, es
garantía de tener palabra y de cumplir compromisos. Ajustar cuentas pendientes tendría otro significado y todo depende de
qué tipo de cuentas sean y de cómo se ajusten.
Cuentas
pendientes resuelve la trilogía que protagonizan la subinspectora Rebeca Santana, con Miriam Vázquez de compañera policial y
con Malena Montero de compañera sentimental.
Una entrega con mayor énfasis en el aspecto psicológico de
los personajes. Ya nos las habían presentado pero es ahora cuando se puede decir que por fin las
conocemos.
Y de eso tiene buena parte de culpa el hecho de que el
pasado no se quede atrás, sino que, sádico juguetón, se antepone al futuro y lo
suplanta. Es en ese momento cuando surge el conflicto emocional y cuando las
heridas no cerradas vuelven a sangrar amenazando males mayores que no se puedan curar.
El argumento se desarrolla en varias tramas y pequeñas subtramas
en una historia rica, muy compleja y dinámica. Muy policial y muy humana. El
destino teje caprichosamente y el tapiz resultante sorprende por inesperado y espectacular
a la vez.
Susana Hernández |
Susana
Hernández no se amilana con los temas y, como en este caso donde la
trata de menores es sobre lo que pivota todo lo demás, los afronta en toda su
crueldad pero cuida con delicadeza a las víctimas, que ya han sufrido lo suyo, y
centra el punto de mira en el culpable, ahí la parte policial, y en la sociedad
que lo encubre, ahí la parte negra.
Igual que un maltratador hace lo que hace por el bien de quien es
objeto de su ira: quien bien te quiere te hará llorar. Igual que un cura pederasta culpa al demonio que habita en el
menor de sus pecados de carne.
La autora sabe contar las cosas empleando las palabras
justas, no rehúye mostrar la más abominable maldad pero no necesita luces ya
que le basta con las sombras, domina perfectamente el tempo narrativo y
consigue unos finales de infarto. Y en esta entrega especialmente.
Cuentas
pendientes concluye, y bien podría ser definitivamente, la serie que
se inició con Curvas peligrosas
y continuó con Contra las cuerdas
(ambas reseñadas en este blog: pinchen sobre el título para acceder).
Parece que en nuestros oídos solo quedará el eco del rugido
de la Harley y en nuestros corazones el placer de haber compartido las
vivencias de unas excelentes profesionales que solo por ser mujeres y por
defenderlo y por reivindicar su condición de amar y ser amadas por quien
quieran ellas, reciben resquemores y oprobios, cuando no desprecio
directamente.
La vulnerabilidad es el olor a sangre para el depredador.
Hay que mostrar firmeza aun cuando sea solo apariencia. Mostrar libremente su
condición es un derecho de todas las personas, mal que pese a muchos y que hay
que seguir apoyando porque solo ha iniciado su andadura y ya hay quien amenaza
con romperle las piernas.
Lean esta trilogía y dejen que este tipo de noir con rostro humano les impregne de
toda su esencia. Y háganlo por orden de publicación ya que los personajes son
sus circunstancias.
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