domingo, 12 de mayo de 2019

El misterio de la guía de ferrocarriles, serie TV

En una Inglaterra recelosa ante la presencia extranjera,
un prestigioso detective belga resulta cuestionado.

El misterio de la guía de ferrocarriles, The ABC murders título original, es una novela de Agatha Christie. Publicada en 1936 cuenta con el aval unánime de la crítica que la considera una de las mejores tramas policíacas de las desarrolladas por su autora por su habilidad en el juego del despiste y por su inclusión de la figura del asesino en serie.

La adaptación de la obra a mini serie de televisión, tres episodios, ha sido a cargo de Sara Phelps (la tercera que hace en poco tiempo de novelas de Agatha Christie), las tres, cuidadas, producciones de la BBC y dirigida por Alex Gabassi (El Hipnotizador, The Frankestein Chronicles).

Si no se ha leído la novela, la serie, todo y que podría dar más de si, resulta convincente, misteriosa e interesante. John Malkovich borda el papel de un detective anciano y cansado que lleva cierto tiempo alejado de su oficio y que arrastra un ominoso pasado que de vez en cuando le asalta y le tortura.

Un asesino que firma A.B.C. y que elige sus víctimas
con un peculiar método.
El detective, Hércules Poirot, recibe un anónimo advirtiéndole de un próximo asesinato que efectivamente tiene lugar: una especie de juego mortal a partir de la utilización del alfabeto de una forma muy meticulosa. El detective debe entender el modo de pensar del asesino a fin de anticiparse a sus actos y evitar más muertes.

Se inicia un macabro juego entre un asesino en serie despiadado y el detective en el que el primero tiene ventaja y no la desaprovecha. Una investigación que requiere de minuciosidad en los detalles tiene enfrente una actuación policial que adolece de indolencia y desprecio por todo aquello y aquel que no sea del cuerpo, aun a riesgo de que la soberbia les desvíe del camino correcto.

Pero cuando se tiene en cuenta que se está ante una adaptación de una muy buena novela policiaca es inevitable la comparación con el original y por supuesto es inevitable sorprenderse ante los cambios, innecesarios e improductivos, aunque puedan ser curiosos incluso interesantes, que no justifican ese revisionismo.

Dos de ellos son sumamente notorios: el primero se refiere a James Japp, el inspector de Scotland Yard que compartiera casos con Poirot y el otro se refiere al pasado del propio Poirot, tienen la virtud de provocar perplejidad y vergüenza ajena por la irrespetuosidad sobre la obra de Agatha Christie. El primero por interrumpir la secuencia temporal y el segundo por querer profundizar con total invención en algo que no lo requeriría. Y no se puede entrar en detalles para no caer en spoiler.

¿Y Hastings? Vale que Hastings suele aportar poco en las investigaciones pero su condición terrenal es imprescindible como contrapunto a las veleidades de Poirot y su presencia, bien instrumentalizada, aporta notas de humor ingenuo que conviene intercalar para conseguir, precisamente, realzar los momentos de tensión.

Una de las primeras traducciones de la obra
Claro está que en el giro argumental que se le ha dado a la novela original no tenía cabida su presencia, habida cuenta que siempre va asociada a una narración en primera persona que en este caso no se deseaba para poder aportar ese punto de vista distante y retrospectivo.

El preciosismo de los planos destaca la estética del conjunto pero satura los sentidos como un perfume excesivo y mal equilibrado. Si hay quien se satisface escuchándose a sí mismo cuando habla, también debe haber quien lo consigue recreándose visionando largamente la imagen que ha concebido.

Más que un homenaje o un reconocimiento a una de las mejores novelas de la Gran Dama del Crimen parece un ajuste cuentas, ¿era necesario incidir tanto en los aspectos más sórdidos de la pensión?, ¿recurrir a esa xenofobia primaria e ignorante? ¿era necesario humillar a Poirot no una sino varias veces, no solo por su oficio sino también por su origen? ¿era necesario inventarse un pasado ominoso? Si su creadora lo hubiera querido así lo hubiera plasmado así. Y no lo hizo.

Mal asunto cuando quien adapta pretende saber más que quien escribió el original y recrea unos hechos que suscitan no solo incredulidad sino rechazo frontal para quienes conocen y valoran en su justa medida la obra de la autora.

Así se pierde por ejemplo el personalísimo tratamiento que le da Agatha Christie a la figura del asesino en serie. Con el que le da un giro al estereotipo y como busca con ello, y lo consigue, sorprender al lector.

Un Poirot distinto en lo físico y en comportamiento.
John Malkovich, brillante, pero tan alejado del Poirot original que no lo es. ¿Dónde está su negro cabello y su tinte capilar? ¿Dónde su preciado bigote? ¿Dónde su ironía? ¿Dónde su cinismo? ¿Dónde su brillo en la mirada, relamiéndose como un gato satisfecho, ante un indicio? ¿Por qué se le destaca un comportamiento emocional cuando siempre ha sido cerebral?

La adaptación sostiene la línea argumental original pero la trata de forma apática, no hay ni pizca de tensión, ni tan solo los asesinatos permiten asombrarse o escandalizarse. No hay urgencia, y el tema la merece y la necesita: ¡se están cometiendo asesinatos!

Y la realización, tan relamida y pagada de sí misma, tan lenta y tan poco explícita dificulta la comprensión del argumento, incluso para quienes hayan leído la novela. Una vez más una adaptación con ínfulas de creación. Una vez más se desperdicia una obra pulida y ajustada para que encajara a la perfección. Una pena.

Si no la conocen tienen dos opciones: o leer la novela o ver la serie. Pero no las mezclen.


6 comentarios:

  1. En resumen, nadie mejor que el Poirot de David Suchet, ¿no?
    ¡Un placer leerte como siempre, Jordi!

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    1. Es que ya no es solo el físico, sino el innecesario reinventar el carácter y la personalidad de un personaje que no lo necesita. Y si, Suchet, pero yo siempre preferiré a Albert Finney.
      Un abrazo!

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  2. Creo que sólo por Malcovich merecerá la pena. Un saludo.

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    1. Te doy la razón por lo que se refiere a Malkovich, pero para eso bastaba con escribir un nuevo guión o ceñirse a la novela original.
      Un abrazo!

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  3. No se puede inventar a un personaje ya inventado, o lo haces nuevo, o no lo haces. No me gustó. Creo que me irrito tanto como a ti.
    Abrazos

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