martes, 7 de enero de 2020

Maximilien Heller de Henry Cauvain

Una de las semillas más fructiferas
de la novela policiaca y de sus
correspondientes sub-géneros  y
en especial la novela negra.
La lectura más adecuada en estas fechas, en las que se conmemora el nacimiento de Sherlock Holmes el 6 de enero de 1854 es Maximilien Heller.

La razón es que se dice que Maximilien Heller es en quien se inspiró Arthur Conan Doyle para la creación del personaje, quizás, más famoso del mundo literario: Sherlock Holmes.

Hay analogías, tanto en su aspecto físico: alto, delgado, enfermizo; en su carácter: misántropo, filósofo, diletante (química, ciencia forense), observador, analista; en su forma de vida: solitario, austero, desapegado de bienes mundanos; en sus vicios: escribir, amontonar información e inclinación al opio; habilidades: facilidad de disfrazarse, dominio de las normas sociales, atlético; en sus relaciones: se nos presenta con un doctor que será su amigo, compañero y transcriptor del caso y haciendo amistad colaborativa con un chiquillo digno de ser un irregular.

Existe también el hecho de que Maximilien sea una suerte de detective aficionado y del que tenemos constancia en 1871, dieciséis años antes, 1887, que Sherlock.

Tanto parecido no puede ser casualidad pero nada más lejos de la intención de esta reseña que dictar sentencia al respecto, especialistas y estudiosos hay, pero era inevitable mencionar esos datos y explicar así la curiosidad suscitada para su lectura.

Lectura, que más allá de consideraciones ajenas a su argumento, resulta de lo más agradable y aconsejable por el despliegue lineal de su trama, engarzada de hechos lógicos y consecuentes, algo que aun pareciendo una perogrullada conviene resaltar habida cuenta de que hoy en día es un aspecto que suele soslayarse.

También reclama su lectura por su vivida descripción de personajes y ambientes y por su desarrollo bien planteado y mejor ejecutado narrado a dos voces, oral por parte del doctor y epistolar por parte de Maximilien que nutre de dinamismo el relato.

El banquero Bréhat-Lenoir ha sido asesinado, probablemente envenenado con arsénico, y su joven criado Louis Guérin, ignorante y pueblerino, es acusado por el comisario Bienassis de ser el culpable.

Maximilien Heller, por una curiosa circunstancia de vecindad, no con el muerto sino con su presunto verdugo, resulta implicado en este caso y por su conocimiento de la naturaleza humana establece, para sí y sin duda alguna, la inocencia del acusado y la férrea voluntad de demostrarlo atrapando al verdadero culpable en un periplo que lo llevará hasta la Bretaña.

Henry Cauvain
Henry Cauvain nos lega una novela que va más allá del folletín, que por fecha le correspondería, y asienta las bases anteriormente esbozadas que determinan el calificativo de policiaca a una novela de misterio. Su redacción es ágil y fluida, nada recargada y menos afectada, como podría requerirlo un personaje que para nada busca compasión y si estímulos intelectuales para alimentar su mente.

En la novela no es tan importante descubrir la identidad del asesino, más que evidente, sino la planificación, el método, el motivo y la intención del crimen, con lo que se consigue una novela policiaca que baila pegada con el procedimiento psicológico, incipiente, eso sí, pero existente.

No tiene argumento complejo ni giros imprevistos: a finales del siglo XIX estaba casi todo esto por inventar. Maximilien Heller fue una fructífera semilla del género policiaco y de su evolución en sub-géneros.

Léanla, pues, con esa perspectiva pero también con detenimiento y sumérjanse en ese ambiente, en esa época y déjense seducir por ese personaje que, lamentablemente, no tiene segunda novela ni continuación. Si acaso tendría reencarnación. En Sherlock.

Aunque, si así fue, en el viaje, esa alma, hubiera cambiado amabilidad y sensibilidad por autodestrucción y narcisismo.


2 comentarios:

  1. Me parece una cuestión muy interesante y alejada de las casualidades.
    Voy a ponerla en mi lista de espera. Aunque lo veo difícil, sería interesante conocer la opinión del club Holmes.
    Un abrazo,Jordi.

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    1. Está claro que el arte, sea cual sea su forma de manifestación, no deja de ser una modificación, evolución o transformación de algo previamente existente. Y no, las casualidades nunca han sido una justificación idónea en la resolución de casos criminales.
      Gracias por comentar!

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