Morirse es de mal gusto es una novela policiaca del subgénero enigma. |
Ciertamente
la fama de asesinos que arrastran los mayordomos es una condena que queda
reflejada en su armilla de rayas como recordando uniformes de antiguos
presidios.
Por eso
cuando el asesinado es un mayordomo, la novela no puede ser más paródica del
genero aunque mantenga su punto de seriedad.
Morirse es de mal gusto si no se atienen los
convencionalismos sociales y el deceso se produce en medio de una reunión
social en la mansión donde el finado tiene la responsabilidad de servir y por tanto no deja de ser un empleado. Que
burda manera de abandonar sus obligaciones.
Y es que en
la casona a modo de castillo emplazada sobre un islote y reconstruida piedra a
piedra después que viajara despedazada desde Europa, el productor
cinematográfico Charles Richmond ofrece, a un reducido grupo de invitados, una
cena para celebrar la presentación de su nuevo film “César”.
Bernard el
británico mayordomo, por modos que no por nacimiento, tiene un día
particularmente torpe que culmina con su fallecimiento en medio de la sala con
todos los invitados a su alrededor en un remedo de cena que provoca sonrojo en
el anfitrión y desagrado en los invitados. Bernard es cadáver sin llegar a los
postres.
El guionista
de los Estudios Richmond, Melvin Drake, invitado junto a su novia, pondrá todo
su ingenio, demostrado componiendo historias, al servicio de una investigación
que pretende dilucidar si la muerte del mayordomo ha sido de origen natural o
por el contrario resultado de un asesinato.
Francesc Marí |
Francesc Marí se divierte y pretende divertir a
los lectores con este remedo de novela enigma que contiene todas las claves
para ser considerada como tal. No solo en su ambientación británica aunque
transcurra en Los Ángeles, en su selecto y carismático elenco de personajes y
en su tormentosa noche, por la meteorología y por los secretos aireados.
Una muerte
en habitación cerrada, en casa solitaria y en islote aislado del continente, es
expectante presagio de un gran misterio.
No se puede
dejar de estar de acuerdo con lo que dice uno de los protagonistas al final “…añadiéndole
algo más de drama y comedia…resultaría un buen guion”. Así pues se queda en un
buen intento pero en una mala imitación. Si Bernard hubiera aprendido de Jeeves
y Melvin hubiese leído más y mejor a Agatha Christie, hubiesen conocido el
fondo y no solo la forma.
Una lectura
ligera y rápida, novela corta, que consigue arrancar sonrisas y entretener
manteniendo la incertidumbre del whodunit
hasta el final.
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