Moscú es un thriller que golpea como ariete al que no se le resiste obstáculo alguno. Es tenaz en su avance y, como puntito rojo de láser, tiene fijado su objetivo y no desiste hasta alcanzarlo.
La interrumpida apertura rusa,
esa representación del sueño americano llamada Perestroika, permitió atisbar
una posibilidad de vida nunca sospechada para muchos habitantes de la extinta
Unión Soviética. Pero los avispados también vieron una brecha donde medrar y
desde entonces la corrupción es desmedida, el poder de los oligarcas
incontestable y la honestidad de miembros de la policía y del ejército
permanentemente bajo sospecha.
Por eso cuando se constata el
alto valor de un potente software ambivalente, como virus y a la vez antídoto, se
despierta la ambición de dinero y el poder lo que lo vuelve extremadamente
sensible a intereses políticos locales y extranjeros. Por suerte su activación
requiere de varias claves de seguridad en posesión de personas desconocidas
entre sí; pero por desgracia hay indicios de que la seguridad podría estar
comprometida.
A Masha, eficiente activo de
los servicios secretos rusos, le encargan la misión de recuperarlo a cualquier
coste con licencia para llevar a cabo cualquier acción.
Tantos años parapetados tras
el telón de acero han implantado la desconfianza entre quienes ocupan altos
cargos y entre quienes cumplen órdenes, ya que cualquier duda, respecto la
fidelidad a la Madre Patria, tradicionalmente ha supuesto el fin de una carrera
sino posiblemente de la propia vida. Y elegir bando ganador se antoja
indispensable y elegir mal altamente peligroso. Masha sabe lo que se juega en
esta partida y está dispuesta a ganarla
Con Moscú se cierra la trilogía que, bajo el nombre genérico de La
Trilogía del Este, se iniciara con Siberia
y continuara con Kazajistán.
En Moscú de nuevo se incluyen esas aportaciones de interés geopolítico que tan bien sabe intercalar su autor y que ayudan a conformar una indispensable percepción de que lo que se está leyendo es una crónica de unos hechos que si no han sucedido bien hubieran podido hacerlo, tal es el grado de veracidad que le imprime.
Y eso es ni más ni menos lo que distingue un buen thriller de espionaje y acción de un remedo, algo que Jesús María Sáez demuestra con un gran control del tempo narrativo, una cuidadosa ambientación local y una dosificada puesta en escena de las distintas secuencias de acción y apariciones de los personajes.
La experiencia lectora de
Moscú, y de hecho de toda la trilogía, es equiparable a introducirse en un
juego de realidad virtual en el que no solo hay que tomar decisiones en segundos
sino que no hay que distraerse ya que el peligro puede salir en cualquier
momento de no importa cual grado de los 360 que hay que controlar.
La Trilogía del Este es
lectura adecuada siempre pero especialmente en verano. Su periplo argumental
por lugares donde el frío es omnipresente, la hacen aconsejable para ayudar a hacer
más soportable la canícula pero además su dinámica e interesante trama atrapará
los cerebros ayudando a la desconexión laboral tan imprescindible en
vacaciones.
Si les gusta la acción sin
límites ni concesiones que representan James Bond o Jason Bourne, les va a
gustar María Nikoláyevna Ivanova “Masha” y después de leerla solo queda desear
que su adaptación al cine sea, por fin, un hecho.
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