La estructura de la novela negra americana al alcance de quien lea este cómic: su inicio, en medio de una historia desconocida, que presenta una situación prácticamente insalvable; el flash-back que permite entender porque se ha llegado a ese punto; el enlace de la trama con el tiempo presente, como despertando de un sueño y chocando con la realidad; y el acelerón final para llegar a la última página sin respirar (sin olvidar que el pez también respira).
Raymond Ray Smith sufre una desesperante enfermedad llamada Sensibilidad
Química Múltiple (SQM) y que supone un debilitamiento orgánico, con variedad de
síntomas, a cual peor, solo por estar expuesto a la contaminación química ambiental,
presente de forma cotidiana en lo que entendemos por normalidad social.
Una enfermedad no reconocida
por la OMS, por no poder acotarla a un escenario abordable con ningún fármaco,
pero no por ello inexistente.
Cada día nuestra nariz y
nuestra piel se exponen a millones de partículas químicas derivadas de
productos de limpieza, colonias, perfumes, combustibles, cosméticos, ambientadores…
vivir en sociedad comporta un bombardeo incesante de volátiles substancias sin
efecto, más allá de la respuesta considerada natural, en la mayoría de personas
pero terriblemente agresiva, hasta la muerte, para unas pocas.
Por ese motivo quienes sufren
SQM salen poco o nada de casa, ven la vida a través de las ventanas de sus
viviendas o de las pantallas de sus aparatos tecnológicos.
Por ese motivo tele trabajan.
Por ese motivo sus relaciones suelen ser virtuales. Así es como Ray ha conocido
a Sweet, que también padece SQM. Así, cuando ella no se conecta como suele
hacerlo habitualmente, es como se da cuenta de que le ha sucedido algo. Así es
como, pertrechado con una ropa que cubre el cuerpo y una máscara que filtra
todo lo que puede, Ray sale a la calle dispuesto a llegar a casa de Sweet y ayudarla
en lo que sea necesario.
La calle, ese enemigo mortal
que acecha con todo tipo de armas químicas y lleno de gente intransigente que
lo ven como un personaje distópico salido de una mala película de serie B.
Claudio Cerdán ha escrito un guion con la estructura y la esencia de la novela negra americana.
En su argumento de
perdedores; en sus diálogos peliculeros por trascendentes y en esa voz en off,
los pensamientos de Ray, que es la voz de quien reclama dignidad y afea el
egoísmo social y la ambición por el dinero.
Describe a Ray como ese antihéroe
que cae y vuelve a levantarse; capaz de entregar su propia vida por un acto de
amor, en unos tiempos en los que tal vez esté sobrevalorado, y adoptar el rol
de justiciero salvador cuando se le requiere.
Sergio Carrera, con su dibujo,
ayuda a entender esa mezcla de sentimientos y esa generosidad combinando línea
delgada con sombras que asemejan cicatrices y ensuciando viñetas para mostrar
la invisible presencia de esos aerosoles que vehiculan la SQM y que aparecen
como el acto de exhalación de la respiración urbana.
Un dibujo cargado de ritmo, tintas
de thriller, donde incluso los planos pausados tienen movimiento y ese
dinamismo hace que la trama mantenga la tensión de forma permanente.
Toxic Detective es un comic que parece distopico y que se postula como de anticipación. Presenta una realidad que solo pensar que pueda ser el futuro provoca escalofríos.
El trabajo de ambos es
complementario y el conjunto un trabajo tan destacable como para desear más y
al que recomiendo prestéis atención. Las editoriales que no lo hicieron
deberían revisar sus criterios de selección.
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