Las tareas que se suelen encomendar al personal de los Servicios secretos suelen ser secretas porque poco o nada tienen de limpio y airearlas sería como meterse en el ojo de un huracán de donde poco o nada bien se saldría.
Por eso cuando un gobierno decide jubilar o quemar a un
agente este sabe que su vida pende de un hilo ya que a los gobiernos no
interesa que alguien que no solo sabe, sino que ha participado en acciones que
jamás han existido, pueda irse de la lengua.
Claro que si a este agente le quedan pocos meses de vida
pero suficiente conciencia como para comprender que ha hecho más mal que bien y
que los que se lo ordenaron estaban movidos por intereses más personales que
colectivos puede que decida ajustar cuentas antes de que la muerte se lo lleve.
Hasta ahora ha hecho que el sistema siga funcionando de forma que el poder
sea hereditario y la miseria también; para conseguir que la máquina gire siempre en
la misma dirección y que arriba sea arriba y abajo siempre abajo.
Sir Roland King es uno de esos agentes con conciencia y está dispuesto a irse de este mundo habiéndola limpiado, aunque signifique dejar la jubilación y volver al servicio activo. Solo que esta vez él es su propio jefe y quien marca los objetivos.
El guion corre a cargo de un especialista en estos temas
como es Mark Millar, a quien ya conocimos por ser el artífice del comic Red
llevado al cine con la interpretación de Bruce Willis, John Malkovich, Helen
Mirren, Morgan Freeman y Mary-Louise Parker.
Mark Millar sabe hacer avanzar la trama a partir del
recurso de tres pasos hacia adelante y uno para atrás, con lo que las dudas que
se suscitan con el avance rápido se van explicando de manera que cuando parece
todo claro el siguiente salto presenta nuevos interrogantes. Toda una maestría
del relato visual que consigue un ritmo endiablado y al desconcierto de los
giros le sucede la gratificación del conocimiento extra.
El dibujante Matteo Scalera sigue el ritmo impuesto por el
guion y va adaptando el tamaño de las viñetas y los encuadres para dar cumplida
respuesta a los requerimientos. Tiene habilidad para las expresiones faciales y
no se corta al plasmar las escenas sanguinolentas.
Convenientemente resaltadas por la colorista Giovanna Niro
con una paleta de tonos preferentemente cálidos, y es que el infierno en la
tierra tiene que mostrar su fuego y su calor.
A la obra, como a casi todos los cómics, hay que dedicarle una segunda y una tercera lectura.
La segunda, que parte de lo conocido, facilita la comprensión de la
trama ya desde la misma cubierta y las guardas y la tercera es un regocijo
absoluto al captar perfectamente todos los matices de humor negro que se han
ido desperdigando a lo largo de las páginas.
El Rey de los Espías es una obra de la que solo hay que lamentar el que parece no
vaya a tener continuidad. O tal vez si.
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