Y es que el espionaje tiene tantas o más ramas que un árbol y cuando te encaramas a una y empiezas a
ascender o a desplazarte lateralmente, nunca sabes en cual acabarás.
En esta novela, empezamos
en Venecia, descenderemos hasta el este, la bella costa Amalfitana, para ir a Dinamarca y… ya
no digo más para no restarle interés.
Baste solo saber que se
empieza por el robo de un cuadro, tal vez el más caro del mundo, y uno de los más desconocidos, y se acaba
con… y ya no digo más para no restarle emoción.
El protagonista es Gabriel
Allon, un marido feliz y padre afortunado, residente en Venecia, que se dedica
a la restauración de cuadros, aunque anteriormente tuviese un oficio lleno de
misiones peligrosas, al que el general Ferrari coacciona amablemente para que
le ayude a recuperar el cuadro robado.
En su investigación
recibirá ayuda de Ingrid Johansen, una habilidosa ladrona y consagrada hacker danesa y de
antiguos compañeros que, con él, se apuntarían a un bombardeo, nunca mejor dicho.
La misión acabará
complicándose hasta extremos insospechados que podrían cambiar tanto la faz del
planeta que sería irreconocible… y ya no digo más para no restarle curiosidad.
Daniel Silva no precisa presentación puesto que su obra es sobradamente reconocida y bien valorada. Sus thrillers son pasapáginas angustiosos y excitantes, y en El Coleccionista se explaya sin cortarse un ápice y aunque algunos aspectos se solucionen de forma poco ortodoxa, se le permite la licencia creativa.
La novela entusiasmará a
sus fieles fans y si no lo conocían, esta puede ser una buena ocasión para
acercarse a su obra y a su estilo.
El Coleccionista es entretenimiento con visos de realidad amparado por una contextualización histórica verdadera en su mayor parte. Lo que hace que la reflexión final sea del tipo ¿podría suceder?
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