La novela La Puerta de
los Traidores coge el nombre de su homónima que es una de las que permiten
el acceso al recinto de La Torre de Londres.
Y es que La Torre de
Londres y el tesoro que custodia, y que cada día visitan cientos de turistas,
es el epicentro de una trama que se asemeja al vuelo de un colibrí: veloz e
imparable.
Una trama que se
desarrolla en un plan para apoderarse de ese bien tan preciado y no solo por su
valor económico, incalculable, sino por su valor simbólico y por tanto de un
impacto emocional solo entendible por la ciudadanía británica.
Un plan magistralmente
elaborado que, como todos, será tan infalible como lo sea su eslabón más débil,
y, éste, a veces no es tangible sino solo sentimental y tiene en la soberbia su
talón de Aquiles
Esta novela, La Puerta
de los Traidores, es la continuación, aunque puedan leerse de forma
independiente, de su obra anterior Por encima de mi cadáver y,
como en ella, mantiene el ingenio y la intención de sorprender por encima de
cualquier otra aspiración literaria.
Nos volvemos a encontrar
con los mismos protagonistas y, como en el circo, busca el más difícil todavía.
En esta ocasión la sensación de angustia sobrepasa cualquier escala de medición
que existiese ya que el desenlace se produce en solo 24 horas y es muy poco
para lo mucho que hay que hacer.
El plazo contagia al
lector que siente que debe apresurar la lectura para entrar en tiempo y que no
duda en empujar directamente a según que protagonistas para que se den prisa.
Jeffrey Archer lleva tanto tiempo en la cúspide, que su única intención
es entretener y eso son sus novelas, un rico helado en una tarde de verano.
Frescura, dulzor adictivo y placer momentáneo.
No dejen de aproximársele
si andan con concentración baja de serotonina.
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