Asesinato en la estación
de Rocksburg es una novela criminal con
todo el alcance del adjetivo. Porque criminal no es solo quien comete o instiga
un crimen y porque olvidarse del entorno social y las circunstancias que lo
rodean y acontecen es construir un jeroglífico más propio de una novela enigma
que no de una novela negra. Y Asesinato en la estación de Rocksburg es
una novela negra.
A John Andrasko,
trabajador en una siderurgia a la que se desplaza cada día en el tren de las
11:38 de la noche, lo han encontrado muerto en la estación de ferrocarril. Su
cara está tan desfigurada que es imposible reconocerlo sino es por su
documentación.
El crimen ha sido cometido
con una botella rota de Coca-Cola y tantos golpes y con tanta saña solo pueden
deberse a un crimen con mucho componente pasional y el jefe de policía pronto
encauza sus sospechas en Tommy, hijastro de la víctima, y el misterio para el
lector se traduce en si tiene o no razón y si así fuera como poder demostrarlo.
Y eso es así porqué al
autor le interesan más los personajes que el propio asesinato, al que muestra
como una vía de escape para un sentimiento negativo generado a partir de un
sufrimiento no razonado. En ese sentido es más filosofo que criminalista.
La novela es un compendio
de formas de abordar la vida, tantas como personajes con voz propia en ella
aparecen. Un cúmulo de emociones que trasciende el hermetismo hierático que se
le supone debe tener o como mínimo mostrar quien ostenta un cargo referente en
la sociedad como es un jefe de policía, un sacerdote y un abogado.
K. C. Constantine deja de lado los convencionalismos y aborda a los personajes por sorpresa para que nos dejen ver que su cualidad humana no tiene que ser igual a la profesional y mostrarse de forma genuina.
Mario Balzic, el jefe de
policía, es un buen padre y marido lo que no le impide que fuera del círculo
familiar pueda mostrar un temperamento excesivo si la situación le supera y,
además, ser un capacitado investigador.
Marrazo, el sacerdote,
entiende y perdona los actos pecaminosos, porque a su modo, bebedor ocasional y
asiduo jugador de póquer, sabe lo difícil que es mantener alejadas las
tentaciones.
Mo Vulcanas, el abogado
griego, es un leguleyo tan hábil en sus locuciones como rápido vaciando
botellas para vivir en permanente sopor etílico.
Sin olvidar al fiscal del
distrito, el teniente al mando del Departamento de Policía, el reportero…
Y el entorno es Rocksburg,
al oeste de Pensilvania, una ciudad ficticia llena de trabajadores por cuenta
ajena y con baja renta per cápita, que le permite mostrar los estratos sociales
más bajos y necesitados entrando en las casas hasta el patio trasero, donde se
almacenan los deshechos.
Una historia dura, donde la desesperación es consecuencia de la falta de esperanza. Y no es una perogrullada, o si, sinó, o también, una constatación.
Esta es la primera novela de una larga serie que lamentablemente no se encuentra traducida.
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