1974 es la primera novela de una cuatrilogía, The Red Riding Quartet, a la que siguen 1977, 1980 y 1983 de David Peace y a diferencia de las otras tres, se dice que ésta tiene un final más o menos concluyente por lo que su lectura podría atacarse de forma independiente.
Pero antes un aviso a navegantes: no es una novela para estómagos sensibles ni caracteres susceptibles de traducir las impresiones a pesadillas. Olvídense, busquen otra lectura.
Los que sigan adelante que sepan que van a subir a un ring donde van a ser vapuleados sin compasión alguna. Sin respiro. Van a ser centrifugados junto a pensamientos soeces, diálogos irritantes y actos de violencia límite. Y luego van a ser pasados por una picadora llena de vómito, lagrimas, semen y excrementos. Y luego, bueno, tal vez no haya luego.
No. No es una lectura de recomendación a la ligera en ningún caso, ya que la decisión es de cada cual y cada cual debe asumir las consecuencias de sus actos. Es una novela negra claramente marginal, y no es una crítica, sino un posicionamiento.
Una pequeña de solo diez años ha desaparecido en Yorkshire y la maquinaria policial se pone en marcha para localizarla aunque todo haga presagiar un mal final y las esperanzas a medida que pasen las horas se van a diluir hasta una confirmación aberrante. Eddie Dunford un joven reportero de sucesos del Post tiene en este caso la oportunidad de hacerse con un nombre y un hueco en el mundo de la prensa y se propone conseguirlo.
Eddie acaba de perder a su padre, mantiene una relación de difícil catalogación con una compañera de trabajo, una mala relación con su mentor en la sección del periódico y una relación pseudo filial con su jefe. Su carácter es inestable, carece de paciencia y le falta madurez.
El argumento tiene un punto de apoyo en hechos reales perpetrados por El Destripador de Yorkshire y aunque su factura no es original e incluso tira de tópicos es su particular forma de ser escrito, lo que le confiere cierta originalidad y le da mérito: narrado en primera persona muestra una retahíla de pensamientos y actos entremezclados para mostrar de una forma lo más visual posible las dudas y contradicciones que nos acometen y que nos hacen ser tan vulnerables.
Esta confusión de ideas se hallan también en el argumento, no sabemos si voluntariamente por parte del autor, para darle más verosimilitud y acercarla a la realidad o por falta de madurez narrativa. Los altibajos podrían tener la misma respuesta. Y que hacia el final pierda fuerza, podría buscar también el paralelismo a la condición humana, incapaz de mantener un alto ritmo en nada durante mucho tiempo.
Es una novela negra de negra oscuridad. Sin luz guía. Llena de perdedores. Incluso los ricos y poderosos son perdedores. Es una novela por la que se mueven personajes autodestructivos. De violencia extrema. De corrupción política, de corrupción urbanística, de pederastia, de sexo enfermizo, de sadismo, de brutalidad policial, de racismo, de soberbia, de despotismo, de bajeza moral más allá de cualquier línea no traspasable.
En ella no hay espacio para la sinceridad, para el amor, para la compasión, para los sentimientos. Es demencial, obsesiva y opresiva. Es novela negra expresionista.
En ella no hay espacio para la sinceridad, para el amor, para la compasión, para los sentimientos. Es demencial, obsesiva y opresiva. Es novela negra expresionista.
Su lectura es absolutamente perturbadora y, como pueden imaginar, no deja buen cuerpo.
David Peace es atípico en el panorama narrativo actual, pues aunque se le reconozcan rasgos comunes al hard boiled americano, al pasarlos por su propio tamiz desdibuja los límites convenidos y renacen en un estilo híbrido muy sui generis.
Compré este billete de ida inspirado por un post del blog Baba O’Wines, Placeres sensoriales: vino, música y gastronomía, blog de contenido vinícola, y en una complicidad divertida le ha buscado el vino adecuado a esta novela y he aquí lo que sugiere:
“Sin duda a 1974 le añadiría un vino frenético, acorde con el ritmo de narración de la novela. Es decir, un vino vivo, con frescura gracias a su buena acidez, pero a la vez muy complejo como su trama. Por ejemplo, un buen Borgoña tinto de la Côte de Nuits en una añada fría. Y gracias a su complejidad, dentro de Borgoña, iría al pueblo o Comuna de Vosne-Romanée. Vinos con gran paleta aromática, largos, profundos, sutiles…”
Lean pinchando aquí el comentario en el post original donde recomienda la novela.
Espero que esta colaboración sea la primera de otras que aúnen buen vino con buena lectura.