La novela transcurre en Madrid y en tiempo real desde el domingo de ramos 3 de abril hasta el viernes santo 8 de abril de 1977.
Durante la época llamada transición política: periodo comprendido entre la muerte de Franco y las primeras elecciones democráticas. Meses después del vil asesinato de unos abogados laboralistas en la conocida Matanza de Atocha.
Un día antes de la legalización, entre otros, del Partido Comunista de España.
En estos cinco días se decide no solo la resolución de un caso criminal sino tal vez algo más.
Una semana santa llena de sufrimiento y arrepentimiento como marcan los cánones.
El comisario de la Dirección General de Seguridad (DGS) Luis Bernal, un individuo de rutina aparentemente anodina y penoso matrimonio, va encontrarse con un caso en las manos que no solo va a poner en jaque su propia vida sino que va a ensombrecer el crecimiento político y social de una España que, recién muerto Franco, está desperezándose del coma inducido por las consignas del Movimiento e intenta adaptarse a los nuevos tiempos buscando a la vez el reconocimiento del mundo libre.
Es una época bien llamada de transición; donde el miedo todavía puede a la mayoría, donde grupos aparentemente incontrolados, pero bien conocidos y alentados por el poder establecido, destrozan librerías, ateneos y lugares de encuentro de intelectuales, despachos de sindicatos y golpean y acongojan a jóvenes estudiantes cuyo pecado es llevar el pelo largo o tocar una guitarra sentados en un parque. La transición fue una breve parada en el paraíso para matones y sicarios de la extrema derecha.
El comisario Luis Bernal es un policia honrado que persigue cumplir con su trabajo stricto sensu; es lo que en el argot de la DGS se conoce como un profesionalista o sea un policia de oficio frente a los conocidos como militaristas que no dejan de ser ex militares y adictos al anterior régimen que ocupan cargos para conseguir que con los cambios todo se mantenga igual.
Está cercano a los sesenta, rostro con cierto parecido al del fallecido dictador, sufre su vida de casado, con Eugenia, en silencio, tiene dos hijos Santiago y Diego y busca su realización como persona desayunando solo en el bar de Félix, escuchando Manon de Massenet, entre otras piezas de opera, y pasando tardes lúdicas en un piso que tiene alquilado de incógnito.
Y en estas estamos cuando le cae un caso del cielo. Bueno del cielo exactamente no, de un bloque de pisos.
Santos ha caído del balcón de su piso y junto a su cuerpo inerte y de ángulo imposible se hallan también sus dos zapatos. ¿Que suicida se tira con los zapatos en la mano? ¿o a que suicida se le caen los zapatos durante la caída?.
Quienes querrían cerrar el caso etiquetándolo de suicidio les ha salido un Bernal respondón que fiándose de sus instintos inicia una investigación, con su fiel equipo de profesionales integros, que demuestra lo acertado de la decisión y a la vez lo peligroso de la misma.
David Serafín, el autor, seudónimo empleado por el galés Ian Michael, busca a través de un caso criminal dar salida a la luz las oscuras turbulencias que tuvieron lugar en esa etapa de una España que tenía que dejar de ser un latifundio y lo hace cogiendo a una Madrid que retrata con cariño y conocimiento de causa sin caer en la nostalgia, solo retratando lugares y gentes como si fuera un reportaje para la posteridad.
Luís Bernal se convierte a nuestros ojos en un héroe anónimo, uno de tantos sin los que la transición hubiera naufragado y hoy quien sabe donde estaríamos.
Sábado de gloria es una buena novela negra. Léanla. Y luego hagan como yo, procúrense la siguiente de este comisario y de este autor, ya que por suerte hay toda una serie.
Una semana santa llena de sufrimiento y arrepentimiento como marcan los cánones.
El comisario de la Dirección General de Seguridad (DGS) Luis Bernal, un individuo de rutina aparentemente anodina y penoso matrimonio, va encontrarse con un caso en las manos que no solo va a poner en jaque su propia vida sino que va a ensombrecer el crecimiento político y social de una España que, recién muerto Franco, está desperezándose del coma inducido por las consignas del Movimiento e intenta adaptarse a los nuevos tiempos buscando a la vez el reconocimiento del mundo libre.
Es una época bien llamada de transición; donde el miedo todavía puede a la mayoría, donde grupos aparentemente incontrolados, pero bien conocidos y alentados por el poder establecido, destrozan librerías, ateneos y lugares de encuentro de intelectuales, despachos de sindicatos y golpean y acongojan a jóvenes estudiantes cuyo pecado es llevar el pelo largo o tocar una guitarra sentados en un parque. La transición fue una breve parada en el paraíso para matones y sicarios de la extrema derecha.
El comisario Luis Bernal es un policia honrado que persigue cumplir con su trabajo stricto sensu; es lo que en el argot de la DGS se conoce como un profesionalista o sea un policia de oficio frente a los conocidos como militaristas que no dejan de ser ex militares y adictos al anterior régimen que ocupan cargos para conseguir que con los cambios todo se mantenga igual.
Está cercano a los sesenta, rostro con cierto parecido al del fallecido dictador, sufre su vida de casado, con Eugenia, en silencio, tiene dos hijos Santiago y Diego y busca su realización como persona desayunando solo en el bar de Félix, escuchando Manon de Massenet, entre otras piezas de opera, y pasando tardes lúdicas en un piso que tiene alquilado de incógnito.
Y en estas estamos cuando le cae un caso del cielo. Bueno del cielo exactamente no, de un bloque de pisos.
Santos ha caído del balcón de su piso y junto a su cuerpo inerte y de ángulo imposible se hallan también sus dos zapatos. ¿Que suicida se tira con los zapatos en la mano? ¿o a que suicida se le caen los zapatos durante la caída?.
Quienes querrían cerrar el caso etiquetándolo de suicidio les ha salido un Bernal respondón que fiándose de sus instintos inicia una investigación, con su fiel equipo de profesionales integros, que demuestra lo acertado de la decisión y a la vez lo peligroso de la misma.
David Serafín, el autor, seudónimo empleado por el galés Ian Michael, busca a través de un caso criminal dar salida a la luz las oscuras turbulencias que tuvieron lugar en esa etapa de una España que tenía que dejar de ser un latifundio y lo hace cogiendo a una Madrid que retrata con cariño y conocimiento de causa sin caer en la nostalgia, solo retratando lugares y gentes como si fuera un reportaje para la posteridad.
Luís Bernal se convierte a nuestros ojos en un héroe anónimo, uno de tantos sin los que la transición hubiera naufragado y hoy quien sabe donde estaríamos.
Sábado de gloria es una buena novela negra. Léanla. Y luego hagan como yo, procúrense la siguiente de este comisario y de este autor, ya que por suerte hay toda una serie.