Finales de un mayo lluvioso y frío. Quince días antes de las primeras elecciones generales democráticas merced a la muerte del dictador. Madrid, 1977.
Las fachadas engalanadas de pósteres de un sinfín de partidos políticos. Representados los de la derecha, los de la izquierda, los ambidextros y los de centro. La prensa también se identifica con posiciones y con colores. Y quien más quien menos suspira por que su voto sea el decisivo y decante el platillo.
Las calles engalanadas y llenas de gente que a pesar de una climatología adversa quiere ser testigo directo de la trascendencia social que en unos días se va a vivir: las primeras elecciones democráticas a la muerte del dictador. Para los mayores el sueño hecho realidad, podría no haber sido, bastaba con la continuidad, y para los jóvenes obtener lo demandado corriendo frente los grises: una urna con el miedo aún de que la transparencia sea solo cosa del material.
Profusión de mítines y actos de campaña electoral. En los coches suenan bocinas y los autobuses van llenos de expresiones variopintas. Y los metros. El underground como lo llaman en lengua inglesa; con sus líneas identificadas por colores.
Y es en el metro donde se encuentran el cuerpo, pero al final resulta ser un maniquí. Falsa alarma. ¿Una broma? ¿Un ensayo? ¿Un señuelo?
Un segundo cuerpo ¿maniquí, persona? dispara la alarma. Se impone una investigación a cargo de la Dirección General de Seguridad que recae en el comisario Luis Bernal y los miembros de su sección: Paco Navarro, Ángel Gallardo y Elena Fernández y el equipo técnico formado por el forense Peláez, y los analistas Varga y Prieto.
Y por delante todas las líneas de metro y todas sus estaciones por peinar. Un gran plano de colores ante sus ojos. Madrid Underground. Las entrañas de la capital.
La investigación resulta apasionante y claustrofóbica en tanto pasillo subterráneo y dentro de tantos vagones circulando a alta velocidad. Subiendo y bajando de estaciones y de trenes buscando pistas. En la penumbra y con el atronador ruido de los convoyes hay que agudizar los sentidos y ser muy cuidadoso con la observación y muy atentos a la propia seguridad.
Madrid Underground es el segundo caso del comisario Bernal a quien conociéramos en Sábado de gloria (recuérdenla aquí) y segunda de las seis novelas que protagoniza, a las que siguen Golpe de reyes, Incidente en la Bahía, Puerto de Luz y El Angel de Torremolinos.
Luis Bernal tiene 58 años de los que cuarenta y uno los ha pasado con su mujer, la salamantina Eugenia Carrero, Geñita para él, aunque hace tiempo que se pregunta como eso ha sido posible. Tienen dos hijos Santiago y Diego el menor y que todavía vive con ellos mientras parece eternizar sus estudios universitarios.
Por las mañanas se distrae desayunando en el bar de Félix Pérez y por las tardes, después de su Carlos III de sobremesa, se entretiene con su amiga Consuelo Lozano, para la que él es Luchi, y cuando no, oyendo opera.
David Serafín, seudónimo literario del profesor Ian Michael, ha escrito una novela policíaca en toda regla que emociona y atrapa por su argumento clásico y respetuoso con las normas del género.
Las fachadas engalanadas de pósteres de un sinfín de partidos políticos. Representados los de la derecha, los de la izquierda, los ambidextros y los de centro. La prensa también se identifica con posiciones y con colores. Y quien más quien menos suspira por que su voto sea el decisivo y decante el platillo.
Las calles engalanadas y llenas de gente que a pesar de una climatología adversa quiere ser testigo directo de la trascendencia social que en unos días se va a vivir: las primeras elecciones democráticas a la muerte del dictador. Para los mayores el sueño hecho realidad, podría no haber sido, bastaba con la continuidad, y para los jóvenes obtener lo demandado corriendo frente los grises: una urna con el miedo aún de que la transparencia sea solo cosa del material.
Profusión de mítines y actos de campaña electoral. En los coches suenan bocinas y los autobuses van llenos de expresiones variopintas. Y los metros. El underground como lo llaman en lengua inglesa; con sus líneas identificadas por colores.
Y es en el metro donde se encuentran el cuerpo, pero al final resulta ser un maniquí. Falsa alarma. ¿Una broma? ¿Un ensayo? ¿Un señuelo?
Un segundo cuerpo ¿maniquí, persona? dispara la alarma. Se impone una investigación a cargo de la Dirección General de Seguridad que recae en el comisario Luis Bernal y los miembros de su sección: Paco Navarro, Ángel Gallardo y Elena Fernández y el equipo técnico formado por el forense Peláez, y los analistas Varga y Prieto.
Y por delante todas las líneas de metro y todas sus estaciones por peinar. Un gran plano de colores ante sus ojos. Madrid Underground. Las entrañas de la capital.
La investigación resulta apasionante y claustrofóbica en tanto pasillo subterráneo y dentro de tantos vagones circulando a alta velocidad. Subiendo y bajando de estaciones y de trenes buscando pistas. En la penumbra y con el atronador ruido de los convoyes hay que agudizar los sentidos y ser muy cuidadoso con la observación y muy atentos a la propia seguridad.
Madrid Underground es el segundo caso del comisario Bernal a quien conociéramos en Sábado de gloria (recuérdenla aquí) y segunda de las seis novelas que protagoniza, a las que siguen Golpe de reyes, Incidente en la Bahía, Puerto de Luz y El Angel de Torremolinos.
Luis Bernal tiene 58 años de los que cuarenta y uno los ha pasado con su mujer, la salamantina Eugenia Carrero, Geñita para él, aunque hace tiempo que se pregunta como eso ha sido posible. Tienen dos hijos Santiago y Diego el menor y que todavía vive con ellos mientras parece eternizar sus estudios universitarios.
Por las mañanas se distrae desayunando en el bar de Félix Pérez y por las tardes, después de su Carlos III de sobremesa, se entretiene con su amiga Consuelo Lozano, para la que él es Luchi, y cuando no, oyendo opera.
David Serafín, seudónimo literario del profesor Ian Michael, ha escrito una novela policíaca en toda regla que emociona y atrapa por su argumento clásico y respetuoso con las normas del género.
Una novela policíaca que es a su vez relato costumbrista de la transición política española narrada con humanidad y respeto a lo mucho que se hizo en aquel momento por conseguir botar el barco sin romper el casco.
Una saga que cala. A por la tercera.