El azar y la suerte son las dos variantes que condicionan la existencia humana hasta tal punto que incluso el libre albedrío no es más que una apuesta subordinada a ellas.
Así el elenco de personajes que pasean por esta novela no se dedican a lo que se dedican por voluntad propia sino porque una decisión les ha conducido a ello.
En la madrugada de Río de Janeiro se encuentra un cadáver en la playa. Indocumentado. Por fuera vestido de Armani y por dentro de tatuajes; es joven, atractivo y su cuerpo atlético aparece destrozado por una gran paliza, por si fuera poco de su garganta y traquea el forense extrae dieciséis monedas. Una de 2 euros acuñada en España.
Contactos entre la policía carioca y española deciden que Daniel Prats, inspector de homicidios de Barcelona, se desplace a Brasil para ayudar en las pesquisas y repatriar el cuerpo.
Prats es un policia por necesidad que no por vocación que ni siente ni se esfuerza por encontrar. Está divorciado y en materia de sentimientos es incapaz de comprometerse y cuando da un paso para acercarse a un hijo que no conoce lo frenan de inmediato unos tibios argumentos, lo que prueba que su deseo era apetito y no verdadera hambre. Y todo porque no tiene claro nada. Porque no sabe que hacer con su vida más que vivirla, aunque no se sepa como.
Las policías de ambos países colaboran en la identificación del difunto y en reconstruir sus últimos momentos de vida, sus movimientos en días anteriores para determinar las causas de la muerte y encontrar a los culpables.
El argumento gira en torno a estas reflexiones y en como cada cual se camela la vida con lo que tiene y lo que sabe, siempre barriendo para casa; pero lo hace pormenorizando demasiado en las vidas de los personajes, eso si, todos de personalidad seductora y carismática, pero que justifica una y otra vez abusando de excesos narrativos que convierten al lector en un ente pasivo. Y esto en novela negra es un crimen.
A Francesc Montaner la trama se le ha ido un poco de las manos y le ha hecho sufrir una falta de ritmo y unos cambios de velocidad que hacen dificil cautivar la atención y solo se motiva cerca del final cuando un giro imprevisto absolutamente canalla le da un toque de aire fresco que hace suponer que, bien hilvanada, esta novela hubiera podido ser un puntazo.
Seguramente la próxima.