lunes, 3 de junio de 2013

Seis aciertos y un cadáver de Francesc Montaner

El azar y la suerte son las dos variantes que condicionan la existencia humana hasta tal punto que incluso el libre albedrío no es más que una apuesta subordinada a ellas.

Así el elenco de personajes que pasean por esta novela no se dedican a lo que se dedican por voluntad propia sino porque una decisión les ha conducido a ello.

En la madrugada de Río de Janeiro se encuentra un cadáver en la playa. Indocumentado. Por fuera vestido de Armani y por dentro de tatuajes; es joven, atractivo y su cuerpo atlético aparece destrozado por una gran paliza, por si fuera poco de su garganta y traquea el forense extrae dieciséis monedas. Una de 2 euros acuñada en España.

Contactos entre la policía carioca y española deciden que Daniel Prats, inspector de homicidios de Barcelona, se desplace a Brasil para ayudar en las pesquisas y repatriar el cuerpo.

Prats es un policia por necesidad que no por vocación que ni siente ni se esfuerza por encontrar. Está divorciado y en materia de sentimientos es incapaz de comprometerse y cuando da un paso para acercarse a un hijo que no conoce lo frenan de inmediato unos tibios argumentos, lo que prueba que su deseo era apetito y no verdadera hambre. Y todo porque no tiene claro nada. Porque no sabe que hacer con su vida más que vivirla, aunque no se sepa como.

Las policías de ambos países colaboran en la identificación del difunto y en reconstruir sus últimos momentos de vida, sus movimientos en días anteriores para determinar las causas de la muerte y encontrar a los culpables.

Seis aciertos y un cadáver es una novela en la que no hay buenos ni malos, y los que ejercen de buenos y malos lo son por las circunstancias y no por su condición. Y en cualquier momento pueden dejar de ser uno para pasar a ser lo otro. Todo es cuestión de azar y suerte y de un libre albedrío que deja elegir pero que no advierte suficientemente que toda decisión conlleva una consecuencia.

El argumento gira en torno a estas reflexiones y en como cada cual se camela la vida con lo que tiene y lo que sabe, siempre barriendo para casa; pero lo hace pormenorizando demasiado en las vidas de los personajes, eso si, todos de personalidad seductora y carismática, pero que justifica una y otra vez abusando de excesos narrativos que convierten al lector en un ente pasivo. Y esto en novela negra es un crimen.

A Francesc Montaner la trama se le ha ido un poco de las manos y le ha hecho sufrir una falta de ritmo y unos cambios de velocidad que hacen dificil cautivar la atención y solo se motiva cerca del final cuando un giro imprevisto absolutamente canalla le da un toque de aire fresco que hace suponer que, bien hilvanada, esta novela hubiera podido ser un puntazo.

Seguramente la próxima.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Morir despacio de Alexis Ravelo

Hay quien dice que vivir es morir un poco cada día. Es morir poco a poco. Morir despacio.
Hay quien piensa que esto es poesía.

Hay quien sabe que vivir es duro, y distingue claramente el breve lapso que separa la vida de la muerte y no se anda con ripios ni rimas cuando se enfrenta a un cuchillo.

Eladio Monroy es de esos. Y por eso es un superviviente. Porque tiene claro que la poesía puede paliar languideces existenciales pero que en cambio resulta poco paliativa cuando se declama ante un auditorio empeñado en convertir a uno en un saco de entrenamiento boxístico o en comida para peces.

Eladio Monroy vuelve a estar operativo, tuvo su período de convalecencia después de su último caso con  promesa incluida de ejercer de pensionista sumiso, pero la cabra tira al monte y eso en Eladio es un axioma: es más cabezota que un chivo, más testarudo que una mula y con un corazón tan grande que si lo fuera un poco más tendría que llevarlo en una mochila.

Por eso es que cuando Ernesto Barroso, anciano padre afligido que rezuma honestidad, le pide que investigue la muerte de su hijo (un lector de novela negra!), solo echar un vistazo a las disposiciones policiales y a la ratificación de una agencia de detectives a la conclusión oficial de suicidio, para tranquilizar el alma que anda revuelta con sospechas insustanciales, Eladio acepta. Ve en ello una ocupación que le devuelva a la vida activa, que nunca viene mal, y un ganar dinero, que nunca viene mal.

En realidad pretextos racionalizadores de una necesidad vital que solo él comprende.

Solo echar un vistazo. ¿Por qué será que en Eladio los vistazos suelen acompañarse de nudillos, cuchillos y cacharrería de fuego real?

Eladio ha vuelto un poco más sosegado, más mayor, más reflexivo, más dispuesto a compartir y colaborar, con pensamientos más orientados hacia los que quiere, pero la bestia dormida que esconde en su interior sigue con la impaciencia irracional del justiciero solitario de siempre aunque para llevar el carguero a puerto solo disponga de unos remos y tenga que tirar de riñones.

Alexis Ravelo ha vuelto a traernos a Eladio Monroy en su ya cuarta andadura, o ¿deberíamos decir botadura?, y lo ha lanzado a la arena de ese escenario de novela negra pura y dura en el que Eladio ya ha lidiado anteriormente con éxito aunque, eso si, lo haya manchado de sangre ajena y propia.

Novela negra pura, sin duda, por su temática, su desarrollo y su desenlace, en donde prima la denuncia social y deja el castigo al libre albedrío del justiciero.

Por eso su escritura entronca directamente con las raíces más puras del género, en donde la justicia suele estar al margen de la ley, y por eso en las novelas de Eladio Monroy los cigarrillos que se consumen no se fuman, suponen, en realidad, momentos de filosofía vital.

En esta novela Alexis Ravelo ha preferido centrarse en Eladio, darle más protagonismo, otorgarle tiempo para sus reflexiones existenciales, dotarlo de elementos que faciliten planteamientos de futuro y así los secundarios quedan un poco velados, como desdibujados por esa calima que se empecina en instalarse sobre la ciudad de Las Palmas dibujando contornos imposibles.

Clara muestra de la madurez del autor, cuando limitando las voces consigue que siga sonando como un coro.

Esta novela, y la serie en general están basadas en temas de nuestro presente al que Alexis le ha puesto un espejo para que se reflejen en papel. Son de lo mejor que tenemos a nuestro alcance y con el añadido de poder disfrutarlo en directo. Esto que hoy parece irrelevante no lo será cuando visto en perspectiva, cuando sea un clásico, podamos decir que cuando Alexis escribía las vivencias de Eladio, nosotros estábamos allí.

Feliz lectura!

Pinchar aquí para la receta de espagueti al aceto que prepara Eladio Monroy.


Pinchar en la imagen para agrandarla
y poder leer el texto
PD: Alexis y Eladio, en connivencia, han tomado prestadas una líneas del post anterior titulado ‘Eladio Monroy y Alexis Ravelo’ (veánlo aquí) donde se comentan los tres primeros libros de este protagonista para componer la sinopsis de la cubierta posterior de esta nueva novela Morir despacio.

Favor que me hacen y que agradezco sin encontrar otras que estas palabras.

Valero que no Ravelo es el autor de las líneas del blog. Ravelo que no Valero es el autor de la novela. El anagrama confunde. Toda aclaración es poca ;-)

jueves, 23 de mayo de 2013

Espagueti al aceto y Espagueti al pesto

Hay dos tipos de hombres que viven solos, aunque tengan pareja a tiempo parcial, los que cocinan lo que comen y los que comen precocinado.

Eladio Monroy y Salvo Montalbano son dos claros ejemplos del primer tipo, cocinan y gustan de la cocina, y entre sus platos preferidos hoy presentamos dos de preparación simple pero con la particularidad, cuando los coman, de que van a estar compartiendo mesa con dos personajes emblemáticos de la novela negra actual.

Dos hombres íntegros, humanos y solidarios.

De sus novelas y de su cocina les hablarán mucho y bien las librerías especializadas en el género pero sobre todo en la Librería Negra y Criminal de Barcelona, donde se han presentado varias de las obras de ambos autores: Alexis Ravelo y Andrea Camilleri.

Paco Camarasa y Montse Clavé les darán pautas para disfrutar de su lectura y para disfrutar de sus recetas.

En ambos platos un vino blanco joven bien frío será el complemento perfecto, aunque ya saben que en esto de maridar lo que importa es lo que apetezca y lo demás pueden llegar a ser tonterías. Pruébenlo mientras cocinan, así constatan el acierto en la elección y de paso despiertan las papilas gustativas.


Espaguetis al aceto según Eladio Monroy transcrito por Alexis Ravelo

Ingredientes:

Espagueti
1 cebolla mediana
1 diente de ajo
2 tiras de bacón
1 berenjena mediana
100 gr de setas de temporada
½ copa de vino blanco
½ taza de caldo
Aceto balsámico
Mantequilla
Estragón fresco
Aceite
Sal


En la foto aún están sin salsa ya que no los comeré
hasta mañana. La foto completa en twitter.
Preparación:
Comenzar sofriendo cebolla, ajo, bacón, berenjenas y setas, todo cortado pequeño y cocinado a fuego muy lento para que se poche sin quemarse.

Después subir el fuego y cuando rompa a hervir añadir el vino blanco y media taza de caldo.

Cuando reduzca agregar un chorro de aceto balsámico y dejar reducir de nuevo para apagar el fuego y espolvorearlo con hojas de estragón.

Servir sobre la pasta cocida y escurrida, recién hecha al punto que se desee, en la que anteriormente se ha dejado derretir un corte de mantequilla.

Espaguetis al pesto según Salvo Montalbano trascrito por Andrea Camilleri

Ingredientes:

Espagueti
100 gr de queso parmesano recién rallado
25 gr de queso pecorino recién rallado
2 dientes de ajo
25 gr de piñones
1 docena de hojas frescas de albahaca
Perejil fresco
½ vaso de aceite de oliva virgen
Sal
Pimienta

Preparación:

Picar en un mortero el ajo, los piñones, el perejil y la albahaca, hasta conseguir una pasta uniforme a la que se añade un poco del aceite para favorecer la emulsión. Incorporar los quesos, mezclar y continuar añadiendo el aceite poco a poco para que sea absorbido sin dejar de remover.

Rectificar de sal y pimienta al gusto.

Servir sobre la pasta cocida y escurrida, recién hecha al punto que se desee.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Ríos de Londres por Ben Aaronovitch

Saben de mi inclinación por el mestizaje entre la magia, real si existiera o de truco de escenario si no hay más remedio, con el género interrobang, por tanto no es de extrañar que al topar con la sinopsis de la novela Ríos de Londres una fuerza telúrica me impeliese a leerla.

Llámenme iluso pero no me quiten la ilusión.

Novela que aúna magia, mundo sobrenatural, asesinatos, investigación policial, humor blanco, humor negro, romanticismo y terror. Una buena combinación siempre que esté bien cocinada. A ésta le ha faltado cocción en algún ingrediente y mesurar bien la proporción de otros.

Ben Aaronovitch ha escrito una fábula policial con moraleja: si no sabes a ciencia cierta que quien va a estar detrás de un asesinato es un mortal no lo investigues y si aún y así lo haces atente a las consecuencias.

Peter Grant es un joven agente a quien encargan la vigilancia del escenario de un crimen cuya víctima ha sido decapitada en Covent Garden. Preparado para una larga y fría noche está lejos de sospechar que va a topar con un testigo. Lástima que su interlocutor sea un incorpóreo fantasma con quien no se puede oficializar la declaración, entre otras evidencias porque lleva más de 120 años muerto.

Nightingale, un raro inspector a quien sus compañeros miran con recelo por su pose ausente, es un poderoso mago enrolado en la Policía Metropolitana que gestiona los asuntos criminales distintos y será el jefe y maestro iniciático de Peter en un trabajo de campo que asustaría a más de uno y de dos y de más.

Y Peter lo pasa fatal, porque Peter es un tío normal; sin alardes, sin músculos hipertrofiados, sin cerebro de genio, alguien con neuras propias de la edad, con deseos inconfesables, pero lógicos y sanos, hacia Lesley, su compañera de trabajo. Alguien que solo ha tenido la suerte o la desgracia de estar en el lugar preciso en el momento oportuno para dialogar con un ser que existe pero que no está.

La novela es muy británica; tanto que para un extranjero no es fácil navegar con soltura por esos ríos de Londres, de los que descubrimos que el Támesis es solo uno más: hay otros ríos, algunos ya perdidos, cegados otros y diezmados el resto; tampoco es fácil avanzar en un argumento demasiado sustentado en cuentos tradicionales, en personajes sobrenaturales de sueños y pesadillas, en personajes de obras de teatro y de polichinelas cien por cien ingleses, en localizaciones londinenses solo para residentes, en rincones tan ocultos de la gran ciudad que solo frecuentan los vecinos ya que nadie más tiene noticia de su existencia.

Y aunque está escrita con soltura, con frescura, y en rabiosa primera persona, toda esta mezcolanza de situaciones y cross over de géneros tiende a confundir. Mejor juego hubiera dado como serie de televisión, de la BBC of course, que con su habitual cuidada puesta en escena hubiera ofrecido con imágenes lo que la imaginación del lector, por desconocimiento de los lugares y hechos, no alcanza a visualizar en su máxima expresión.

El arranque cien por cien policial y sorprendente inicio, va derivando hacia lo sobrenatural, más mitológico que esotérico, en la misma medida en la que va perdiendo ritmo debido a párrafos innecesarios o excesivamente descriptivos que tienden a provocar la desconexión del lector.

Procúrense un mapa de la city antes de empezar la lectura. Y no se sorprendan si al girar cualquier página les surge un troll.

Parker 3. El golpe, por Darwyn Cooke

Parker es la adaptación al cómic por Darwyn Cooke de las novelas de Richard Stark seudónimo de Donald Westlake. Vean aquí la entrada  referente a los números 1. El Cazador y 2. La Compañía, de esta serie.

Decir que Parker es un ladrón es casi un insulto. Parker es un artista del robo. Planea sus acciones con meticulosidad buscando el mínimo esfuerzo, el mínimo desgaste y el mínimo riesgo, pero aún y así las aventuras de Parker son una olla a presión con la válvula deteriorada: nunca sabes si aguantará o explotará sin previo aviso.

Parker es único en su género y en su oficio. Es capaz de desactivar una situación extrema sin que le tiemble la ceniza del cigarrillo que lleva colgado en los labios. Por eso es tan bueno que es el mejor y por eso nadie le chista y por eso quien lo contrata debe sabe que tener a Parker en el equipo es como tener un escorpión en la cama: inofensivo si no se le molesta, letal si se le traiciona.

Y el equipo en esta ocasión lo componen doce hombres blancos aunque uno sea asiático. Ni uno negro. Doce como un jurado. Doce porque cada uno cumple un propósito determinado. Especialistas. Una orquesta de virtuosos interpretando la partitura que ha compuesto Parker, el director.

Edgars es el contratante, a primera vista su plan parece una chifladura imposible ya que no plantea robar un establecimiento anulando una alarma y reduciendo un vigilante de seguridad. No. Lo que plantea es robar una ciudad. Suena raro. Parece imposible.

Pero basta con que lo parezca para que no lo sea y a Parker le tiente el llevarlo a cabo. Un reto monumental. Trasgrediendo sus propias reglas, se aplica a buscar el plan perfecto, combinación de audacia e imaginación, pura estrategia militar creativa, para conseguir que El Golpe sea posible.

Parker sigue siendo un lobo solitario pero que no duda en ayudar a otro de la manada sin que eso sea debilidad solo consecuencia ética, como demuestra con Grofield a quien acaba entendiendo y aceptando su inoportuno enamoramiento a pesar del peligro y riesgo que conlleva.

Los dibujos de Darwyn Cooke son enormemente expresivos y en sus silencios, en sus claroscuros y en sus sombras, se habla más y se ve mejor que con altavoces a plena luz del día.

Álbum a álbum no solo no decae la calidad sino que está entrando tan en simbiosis con el personaje y sus circunstancias que la fusión da como resultado una excelente novela gráfica de 140 páginas magistrales, desde la muda y violenta pelea inicial hasta la lírica viñeta final donde la cinta abierta del albornoz lo dice todo.

En cada albúm al blanco y negro le añade un color, en El Cazador fue un azul verdoso, en el segundo, La Compañía fue el azul violaceo; ahora en El Golpe ha optado por el amarillo anaranjado. Es como si Parker le dijera al bitono que el siempre tiene la última palabra.

Darwyn Cooke no dibuja una novela, en realidad saca los dibujos de dentro de ella y la reconstruye en formato gráfico, como un escultor saca la figura que le aguarda dentro de un bloque de mármol.

Indispensable para los amantes del cómic. Indispensable para los amantes de la novela negra americana clásica. Indispensable sin más.