viernes, 7 de junio de 2013

Liquidación final de Petros Márkaris

Liquidación final es la segunda novela de la trilogía de la crisis (la primera fue Con el agua al cuello) y en ellas el escritor Petros Márkaris utiliza los patrones, los códigos, de la novela negra como un medio para explicar de forma crítica la situación social, política y económica por la que está atravesando Grecia desde que se produjera su rescate por la Unión Europea bajo el control de la troika a través de los mecanismos reguladores pertinentes.

Márkaris traza un argumento policial como quien tira una línea recta y a continuación le va poniendo ramificaciones y hojas y flores para vestirlo, al modo como los antiguos judíos alargaban los caracteres de la escritura aramea para hacerlos parecer ramitas y que resultasen ilegibles a los ojos de sus perseguidores romanos.

Pero a Márkaris se le nota que la línea recta no encierra el mensaje principal. Son los, teóricamente, adornos en donde se apoya su verdadera intención. Donde muestra su sufrimiento, rabia e impotencia por ver hundirse un pueblo, su pueblo, en una desesperación que conduce cada vez más al suicidio.

Tremendas las páginas iniciales de esta Liquidación final.

Por eso esta trilogía de la crisis trasciende el concepto funcional de la novela negra y abraza el realismo social. Por eso su contenido policial está poco trabajado y por eso el argumento no presenta la complejidad propia del género que tan bien ha cultivado Márkaris ya que lo ha subordinado a la denuncia.

Es así que esta segunda novela de la trilogía, Liquidación final, es hermana gemela de la anterior, Con el agua al cuello, y por nacer después es tan calco que casi podría obviarse.

El comisario Kostas Jaritos de nuevo atravesando Atenas de arriba a abajo, en un escenario caótico de conductores cada vez más resignados. De nuevo bajo el yugo ministerial de lo políticamente correcto, y en esta ocasión hay premio en juego.

La crisis es la que es. Por tanto estamos ante la representación de una única obra y Petros Márkaris presenta diversos actos de esa tragedia griega en los que da retoques a sus personajes habituales afectados de lleno por la situación y les pone un crimen entre las manos. Por necesidad, más que por leit motiv. Y la novela se resiente. Desciende la creatividad y el suspense policial y gana en, pírrica victoria, la denuncia sobre la corrupción política y la intervención a los medios de comunicación.

No somos los únicos en notarlo, incluso Jaritos lleva a Adrianí a cenar fuera hartos de oír cada noche los mismos discursos, los mismos mensajes en los noticiarios de la televisión. Casi como quejándose a su creador Petros Márkaris de que está haciendo lo mismo con su novela.

Márkaris compensa con su peculiar sentido del humor, ironizando sobre la manera de ser de sus compatriotas y sobre la manera de hacer aunque ahora sea hacer nada; compensa con su cotidianeidad familiar no solo con Adrianí, sino con su hija y yerno y sus consuegros; compensa cuando muestra el desmoronamiento de las tradiciones por la necesidad de reinventarse como persona y como profesional que tienen las mujeres y que se muestra en la actitud de Katerina; compensa con la sabiduría popular que demuestra Zisis para llegar a donde los razonamientos intelectuales y las lágrimas sentimentales no alcanzan ni a arañar la superficie.

Liquidación final es la segunda novela de la trilogía de la crisis (la primera fue Con el agua al cuello, pinchen aquí para leer la crítica y para encontrar la receta de los Souvlakis)

Post scriptum: ya disponible la reseña de la novela que completa la Trilogía de la Crisis: Pan, Educación y Libertad.   

lunes, 3 de junio de 2013

Seis aciertos y un cadáver de Francesc Montaner

El azar y la suerte son las dos variantes que condicionan la existencia humana hasta tal punto que incluso el libre albedrío no es más que una apuesta subordinada a ellas.

Así el elenco de personajes que pasean por esta novela no se dedican a lo que se dedican por voluntad propia sino porque una decisión les ha conducido a ello.

En la madrugada de Río de Janeiro se encuentra un cadáver en la playa. Indocumentado. Por fuera vestido de Armani y por dentro de tatuajes; es joven, atractivo y su cuerpo atlético aparece destrozado por una gran paliza, por si fuera poco de su garganta y traquea el forense extrae dieciséis monedas. Una de 2 euros acuñada en España.

Contactos entre la policía carioca y española deciden que Daniel Prats, inspector de homicidios de Barcelona, se desplace a Brasil para ayudar en las pesquisas y repatriar el cuerpo.

Prats es un policia por necesidad que no por vocación que ni siente ni se esfuerza por encontrar. Está divorciado y en materia de sentimientos es incapaz de comprometerse y cuando da un paso para acercarse a un hijo que no conoce lo frenan de inmediato unos tibios argumentos, lo que prueba que su deseo era apetito y no verdadera hambre. Y todo porque no tiene claro nada. Porque no sabe que hacer con su vida más que vivirla, aunque no se sepa como.

Las policías de ambos países colaboran en la identificación del difunto y en reconstruir sus últimos momentos de vida, sus movimientos en días anteriores para determinar las causas de la muerte y encontrar a los culpables.

Seis aciertos y un cadáver es una novela en la que no hay buenos ni malos, y los que ejercen de buenos y malos lo son por las circunstancias y no por su condición. Y en cualquier momento pueden dejar de ser uno para pasar a ser lo otro. Todo es cuestión de azar y suerte y de un libre albedrío que deja elegir pero que no advierte suficientemente que toda decisión conlleva una consecuencia.

El argumento gira en torno a estas reflexiones y en como cada cual se camela la vida con lo que tiene y lo que sabe, siempre barriendo para casa; pero lo hace pormenorizando demasiado en las vidas de los personajes, eso si, todos de personalidad seductora y carismática, pero que justifica una y otra vez abusando de excesos narrativos que convierten al lector en un ente pasivo. Y esto en novela negra es un crimen.

A Francesc Montaner la trama se le ha ido un poco de las manos y le ha hecho sufrir una falta de ritmo y unos cambios de velocidad que hacen dificil cautivar la atención y solo se motiva cerca del final cuando un giro imprevisto absolutamente canalla le da un toque de aire fresco que hace suponer que, bien hilvanada, esta novela hubiera podido ser un puntazo.

Seguramente la próxima.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Morir despacio de Alexis Ravelo

Hay quien dice que vivir es morir un poco cada día. Es morir poco a poco. Morir despacio.
Hay quien piensa que esto es poesía.

Hay quien sabe que vivir es duro, y distingue claramente el breve lapso que separa la vida de la muerte y no se anda con ripios ni rimas cuando se enfrenta a un cuchillo.

Eladio Monroy es de esos. Y por eso es un superviviente. Porque tiene claro que la poesía puede paliar languideces existenciales pero que en cambio resulta poco paliativa cuando se declama ante un auditorio empeñado en convertir a uno en un saco de entrenamiento boxístico o en comida para peces.

Eladio Monroy vuelve a estar operativo, tuvo su período de convalecencia después de su último caso con  promesa incluida de ejercer de pensionista sumiso, pero la cabra tira al monte y eso en Eladio es un axioma: es más cabezota que un chivo, más testarudo que una mula y con un corazón tan grande que si lo fuera un poco más tendría que llevarlo en una mochila.

Por eso es que cuando Ernesto Barroso, anciano padre afligido que rezuma honestidad, le pide que investigue la muerte de su hijo (un lector de novela negra!), solo echar un vistazo a las disposiciones policiales y a la ratificación de una agencia de detectives a la conclusión oficial de suicidio, para tranquilizar el alma que anda revuelta con sospechas insustanciales, Eladio acepta. Ve en ello una ocupación que le devuelva a la vida activa, que nunca viene mal, y un ganar dinero, que nunca viene mal.

En realidad pretextos racionalizadores de una necesidad vital que solo él comprende.

Solo echar un vistazo. ¿Por qué será que en Eladio los vistazos suelen acompañarse de nudillos, cuchillos y cacharrería de fuego real?

Eladio ha vuelto un poco más sosegado, más mayor, más reflexivo, más dispuesto a compartir y colaborar, con pensamientos más orientados hacia los que quiere, pero la bestia dormida que esconde en su interior sigue con la impaciencia irracional del justiciero solitario de siempre aunque para llevar el carguero a puerto solo disponga de unos remos y tenga que tirar de riñones.

Alexis Ravelo ha vuelto a traernos a Eladio Monroy en su ya cuarta andadura, o ¿deberíamos decir botadura?, y lo ha lanzado a la arena de ese escenario de novela negra pura y dura en el que Eladio ya ha lidiado anteriormente con éxito aunque, eso si, lo haya manchado de sangre ajena y propia.

Novela negra pura, sin duda, por su temática, su desarrollo y su desenlace, en donde prima la denuncia social y deja el castigo al libre albedrío del justiciero.

Por eso su escritura entronca directamente con las raíces más puras del género, en donde la justicia suele estar al margen de la ley, y por eso en las novelas de Eladio Monroy los cigarrillos que se consumen no se fuman, suponen, en realidad, momentos de filosofía vital.

En esta novela Alexis Ravelo ha preferido centrarse en Eladio, darle más protagonismo, otorgarle tiempo para sus reflexiones existenciales, dotarlo de elementos que faciliten planteamientos de futuro y así los secundarios quedan un poco velados, como desdibujados por esa calima que se empecina en instalarse sobre la ciudad de Las Palmas dibujando contornos imposibles.

Clara muestra de la madurez del autor, cuando limitando las voces consigue que siga sonando como un coro.

Esta novela, y la serie en general están basadas en temas de nuestro presente al que Alexis le ha puesto un espejo para que se reflejen en papel. Son de lo mejor que tenemos a nuestro alcance y con el añadido de poder disfrutarlo en directo. Esto que hoy parece irrelevante no lo será cuando visto en perspectiva, cuando sea un clásico, podamos decir que cuando Alexis escribía las vivencias de Eladio, nosotros estábamos allí.

Feliz lectura!

Pinchar aquí para la receta de espagueti al aceto que prepara Eladio Monroy.


Pinchar en la imagen para agrandarla
y poder leer el texto
PD: Alexis y Eladio, en connivencia, han tomado prestadas una líneas del post anterior titulado ‘Eladio Monroy y Alexis Ravelo’ (veánlo aquí) donde se comentan los tres primeros libros de este protagonista para componer la sinopsis de la cubierta posterior de esta nueva novela Morir despacio.

Favor que me hacen y que agradezco sin encontrar otras que estas palabras.

Valero que no Ravelo es el autor de las líneas del blog. Ravelo que no Valero es el autor de la novela. El anagrama confunde. Toda aclaración es poca ;-)

jueves, 23 de mayo de 2013

Espagueti al aceto y Espagueti al pesto

Hay dos tipos de hombres que viven solos, aunque tengan pareja a tiempo parcial, los que cocinan lo que comen y los que comen precocinado.

Eladio Monroy y Salvo Montalbano son dos claros ejemplos del primer tipo, cocinan y gustan de la cocina, y entre sus platos preferidos hoy presentamos dos de preparación simple pero con la particularidad, cuando los coman, de que van a estar compartiendo mesa con dos personajes emblemáticos de la novela negra actual.

Dos hombres íntegros, humanos y solidarios.

De sus novelas y de su cocina les hablarán mucho y bien las librerías especializadas en el género pero sobre todo en la Librería Negra y Criminal de Barcelona, donde se han presentado varias de las obras de ambos autores: Alexis Ravelo y Andrea Camilleri.

Paco Camarasa y Montse Clavé les darán pautas para disfrutar de su lectura y para disfrutar de sus recetas.

En ambos platos un vino blanco joven bien frío será el complemento perfecto, aunque ya saben que en esto de maridar lo que importa es lo que apetezca y lo demás pueden llegar a ser tonterías. Pruébenlo mientras cocinan, así constatan el acierto en la elección y de paso despiertan las papilas gustativas.


Espaguetis al aceto según Eladio Monroy transcrito por Alexis Ravelo

Ingredientes:

Espagueti
1 cebolla mediana
1 diente de ajo
2 tiras de bacón
1 berenjena mediana
100 gr de setas de temporada
½ copa de vino blanco
½ taza de caldo
Aceto balsámico
Mantequilla
Estragón fresco
Aceite
Sal


En la foto aún están sin salsa ya que no los comeré
hasta mañana. La foto completa en twitter.
Preparación:
Comenzar sofriendo cebolla, ajo, bacón, berenjenas y setas, todo cortado pequeño y cocinado a fuego muy lento para que se poche sin quemarse.

Después subir el fuego y cuando rompa a hervir añadir el vino blanco y media taza de caldo.

Cuando reduzca agregar un chorro de aceto balsámico y dejar reducir de nuevo para apagar el fuego y espolvorearlo con hojas de estragón.

Servir sobre la pasta cocida y escurrida, recién hecha al punto que se desee, en la que anteriormente se ha dejado derretir un corte de mantequilla.

Espaguetis al pesto según Salvo Montalbano trascrito por Andrea Camilleri

Ingredientes:

Espagueti
100 gr de queso parmesano recién rallado
25 gr de queso pecorino recién rallado
2 dientes de ajo
25 gr de piñones
1 docena de hojas frescas de albahaca
Perejil fresco
½ vaso de aceite de oliva virgen
Sal
Pimienta

Preparación:

Picar en un mortero el ajo, los piñones, el perejil y la albahaca, hasta conseguir una pasta uniforme a la que se añade un poco del aceite para favorecer la emulsión. Incorporar los quesos, mezclar y continuar añadiendo el aceite poco a poco para que sea absorbido sin dejar de remover.

Rectificar de sal y pimienta al gusto.

Servir sobre la pasta cocida y escurrida, recién hecha al punto que se desee.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Ríos de Londres por Ben Aaronovitch

Saben de mi inclinación por el mestizaje entre la magia, real si existiera o de truco de escenario si no hay más remedio, con el género interrobang, por tanto no es de extrañar que al topar con la sinopsis de la novela Ríos de Londres una fuerza telúrica me impeliese a leerla.

Llámenme iluso pero no me quiten la ilusión.

Novela que aúna magia, mundo sobrenatural, asesinatos, investigación policial, humor blanco, humor negro, romanticismo y terror. Una buena combinación siempre que esté bien cocinada. A ésta le ha faltado cocción en algún ingrediente y mesurar bien la proporción de otros.

Ben Aaronovitch ha escrito una fábula policial con moraleja: si no sabes a ciencia cierta que quien va a estar detrás de un asesinato es un mortal no lo investigues y si aún y así lo haces atente a las consecuencias.

Peter Grant es un joven agente a quien encargan la vigilancia del escenario de un crimen cuya víctima ha sido decapitada en Covent Garden. Preparado para una larga y fría noche está lejos de sospechar que va a topar con un testigo. Lástima que su interlocutor sea un incorpóreo fantasma con quien no se puede oficializar la declaración, entre otras evidencias porque lleva más de 120 años muerto.

Nightingale, un raro inspector a quien sus compañeros miran con recelo por su pose ausente, es un poderoso mago enrolado en la Policía Metropolitana que gestiona los asuntos criminales distintos y será el jefe y maestro iniciático de Peter en un trabajo de campo que asustaría a más de uno y de dos y de más.

Y Peter lo pasa fatal, porque Peter es un tío normal; sin alardes, sin músculos hipertrofiados, sin cerebro de genio, alguien con neuras propias de la edad, con deseos inconfesables, pero lógicos y sanos, hacia Lesley, su compañera de trabajo. Alguien que solo ha tenido la suerte o la desgracia de estar en el lugar preciso en el momento oportuno para dialogar con un ser que existe pero que no está.

La novela es muy británica; tanto que para un extranjero no es fácil navegar con soltura por esos ríos de Londres, de los que descubrimos que el Támesis es solo uno más: hay otros ríos, algunos ya perdidos, cegados otros y diezmados el resto; tampoco es fácil avanzar en un argumento demasiado sustentado en cuentos tradicionales, en personajes sobrenaturales de sueños y pesadillas, en personajes de obras de teatro y de polichinelas cien por cien ingleses, en localizaciones londinenses solo para residentes, en rincones tan ocultos de la gran ciudad que solo frecuentan los vecinos ya que nadie más tiene noticia de su existencia.

Y aunque está escrita con soltura, con frescura, y en rabiosa primera persona, toda esta mezcolanza de situaciones y cross over de géneros tiende a confundir. Mejor juego hubiera dado como serie de televisión, de la BBC of course, que con su habitual cuidada puesta en escena hubiera ofrecido con imágenes lo que la imaginación del lector, por desconocimiento de los lugares y hechos, no alcanza a visualizar en su máxima expresión.

El arranque cien por cien policial y sorprendente inicio, va derivando hacia lo sobrenatural, más mitológico que esotérico, en la misma medida en la que va perdiendo ritmo debido a párrafos innecesarios o excesivamente descriptivos que tienden a provocar la desconexión del lector.

Procúrense un mapa de la city antes de empezar la lectura. Y no se sorprendan si al girar cualquier página les surge un troll.