Hay quien dice que vivir es morir un poco cada día. Es morir poco a poco. Morir despacio.
Hay quien piensa que esto es poesía.
Hay quien sabe que vivir es duro, y distingue claramente el breve lapso que separa la vida de la muerte y no se anda con ripios ni rimas cuando se enfrenta a un cuchillo.
Eladio Monroy es de esos. Y por eso es un superviviente. Porque tiene claro que la poesía puede paliar languideces existenciales pero que en cambio resulta poco paliativa cuando se declama ante un auditorio empeñado en convertir a uno en un saco de entrenamiento boxístico o en comida para peces.
Eladio Monroy vuelve a estar operativo, tuvo su período de convalecencia después de su último caso con promesa incluida de ejercer de pensionista sumiso, pero la cabra tira al monte y eso en Eladio es un axioma: es más cabezota que un chivo, más testarudo que una mula y con un corazón tan grande que si lo fuera un poco más tendría que llevarlo en una mochila.
Por eso es que cuando Ernesto Barroso, anciano padre afligido que rezuma honestidad, le pide que investigue la muerte de su hijo (un lector de novela negra!), solo echar un vistazo a las disposiciones policiales y a la ratificación de una agencia de detectives a la conclusión oficial de suicidio, para tranquilizar el alma que anda revuelta con sospechas insustanciales, Eladio acepta. Ve en ello una ocupación que le devuelva a la vida activa, que nunca viene mal, y un ganar dinero, que nunca viene mal.
En realidad pretextos racionalizadores de una necesidad vital que solo él comprende.
Solo echar un vistazo. ¿Por qué será que en Eladio los vistazos suelen acompañarse de nudillos, cuchillos y cacharrería de fuego real?
Eladio ha vuelto un poco más sosegado, más mayor, más reflexivo, más dispuesto a compartir y colaborar, con pensamientos más orientados hacia los que quiere, pero la bestia dormida que esconde en su interior sigue con la impaciencia irracional del justiciero solitario de siempre aunque para llevar el carguero a puerto solo disponga de unos remos y tenga que tirar de riñones.
Alexis Ravelo ha vuelto a traernos a Eladio Monroy en su ya cuarta andadura, o ¿deberíamos decir botadura?, y lo ha lanzado a la arena de ese escenario de novela negra pura y dura en el que Eladio ya ha lidiado anteriormente con éxito aunque, eso si, lo haya manchado de sangre ajena y propia.
Novela negra pura, sin duda, por su temática, su desarrollo y su desenlace, en donde prima la denuncia social y deja el castigo al libre albedrío del justiciero.
Por eso su escritura entronca directamente con las raíces más puras del género, en donde la justicia suele estar al margen de la ley, y por eso en las novelas de Eladio Monroy los cigarrillos que se consumen no se fuman, suponen, en realidad, momentos de filosofía vital.
En esta novela Alexis Ravelo ha preferido centrarse en Eladio, darle más protagonismo, otorgarle tiempo para sus reflexiones existenciales, dotarlo de elementos que faciliten planteamientos de futuro y así los secundarios quedan un poco velados, como desdibujados por esa calima que se empecina en instalarse sobre la ciudad de Las Palmas dibujando contornos imposibles.
Clara muestra de la madurez del autor, cuando limitando las voces consigue que siga sonando como un coro.
Esta novela, y la serie en general están basadas en temas de nuestro presente al que Alexis le ha puesto un espejo para que se reflejen en papel. Son de lo mejor que tenemos a nuestro alcance y con el añadido de poder disfrutarlo en directo. Esto que hoy parece irrelevante no lo será cuando visto en perspectiva, cuando sea un clásico, podamos decir que cuando Alexis escribía las vivencias de Eladio, nosotros estábamos allí.
Feliz lectura!
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PD: Alexis y Eladio, en connivencia, han tomado prestadas una líneas del post anterior titulado ‘Eladio Monroy y Alexis Ravelo’ (veánlo aquí) donde se comentan los tres primeros libros de este protagonista para componer la sinopsis de la cubierta posterior de esta nueva novela Morir despacio.
Favor que me hacen y que agradezco sin encontrar otras que estas palabras.
Valero que no Ravelo es el autor de las líneas del blog. Ravelo que no Valero es el autor de la novela. El anagrama confunde. Toda aclaración es poca ;-)