Cubierta de El asesino de La Pedrera |
El asesino de La Pedrera es de esas novelas que comienzan estando ya empezadas,
por lo que la zambullida en el mar argumental es sin saber si el agua está poco
o muy fría. No hay tiempo. Solo para emerger y nadar y nadar y no dejar de
nadar lo más rápido posible. En ese Mediterráneo que besa Barcelona.
Estamos pues ante una novela trepidante que no da
respiro. Un thriller como mandan los cánones que rinde homenaje a una Barcelona a la que implica en la
trama convirtiéndola, y no es un tópico manido sino una verdad como un templo,
gaudiniano para más señas, en protagonista destacada de la misma. Tanto la
Barcelona que se ve como la que se intuye.
Milo Malart, un Camilo que en algún momento y nos tememos
que por circunstancias no deseosas de recordar ha abandonado la primera sílaba
de su nombre, es el inspector en el que se confía para esclarecer un sonado,
espeluznante y osado asesinato amplificado por las redes sociales.
La Pedrera en el Passeig de Gràcia de Barcelona |
En el Passeig de Gràcia, la arteria comercial de
Barcelona, el asesino ha elegido la emblemática Pedrera para colgar un cuerpo
de un balcón y prenderle fuego. El desafortunado, un reconocido miembro de la
sociedad catalana, ex conseller de la Generalitat y directivo de La Caixa, estaba
vivo en el momento en que alguien decidió convertirlo en antorcha.
Milo está relegado del servicio activo en los Mossos
d’Esquadra pendiente de juicio por un altercado con un superior a raíz de no haber
asumido un terrible impacto emocional por la muerte de un familiar muy querido.
Y es la jueza Susana Cabot, impresionante personaje
dotado de un carisma apabullante y pared maestra de la novela, quien confiando
ciegamente en sus aptitudes detectivescas y en su conocida habilidad para
empatizar con la mente de los delincuentes lo recupera, contra viento y marea,
para participar en esta investigación que amenaza con incendiar también los
estamentos sociales y sacar humo de los teléfonos.
Ha de formar pareja con la subinspectora Rebeca Mercader,
una atractiva joven con cuestionable predilección por las camisetas con siglas
americanas, siglas a las que los personajes masculinos no pueden evitar mirar, que
consigue, pese al rechazo inicial por parte de Milo a trabajar en equipo,
consolidarse en su función y establecer una relación de sólida compenetración
gracias a su demostrada capacidad profesional y a su actitud comprensiva y
animosa.
Thriller de profundo calado y enormemente ambicioso que
se articula entrelazando dos tramas principales con diversas subtramas que
tienden a converger y encajar perfectamente a pesar de lo rebuscado que pueda
resultar conseguirlo con algunas de ellas. Para ello se vale de una variada
tipología de personajes a los que identifica psicológicamente en base a sus
comportamientos sin necesidad de caer en tediosas descripciones físicas.
Personajes que reproducen todo tipo de estereotipos
urbanitas actuales: pretenciosos presentadores televisivos para los que la fama
justifica los medios, emprendedoras de negocios con más ilusión que
habilidades, secretarias con más resolución que algunos ejecutivos, potentados
narcisistas de poder para los que la ciudad es una alfombra, esposas que viven
del dinero de sus esposos y de la impresión de ser miembros de una casta
intocable, policías que entienden que la corrupción solo es censurable cuando
la practican otros, psicólogas que entienden la relación con el paciente como
alguien que si no juega según sus reglas es un inadaptado, skaters para los que
la realidad de la vida es algo que no apetece descubrir, funcionarios para los
que el cumplimiento del deber, aún siendo injusto e ilegal, es patente de corso
que garantiza su cómplice inmunidad, forenses eruditos dispuestos a cruzar
frases ingeniosas como lances de esgrima… y así muchos más.
Riqueza de caracteres; riqueza de situaciones propiciadas
por el mundano turismo de verano, por el mundial de fútbol y por la visita del
papa; y riqueza de escenarios donde desarrollarlos.
El Calvario en el Turó de Les Tres Creus en el Parc Güell |
Barcelona convertida en una encarnación de Gaudí, a
través de sus genialidades arquitectónicas, de sus manifestaciones místicas, de
sus proclamas gnósticas y de sus enigmáticas inclinaciones masónicas es tan protagonista
directa como lo pueda ser Milo y a la vez el magnifico escenario natural rico y
variado donde transcurre la investigación.
Gaudí y la ciudad y sus calles; los edificios y sus
fachadas y otros elementos urbanos, acogen las evoluciones de las tramas, los
desplazamientos geográficos y temporales y permiten el rápido ritmo narrativo.
Imprescindible en una novela de estas características para impedir que la tensión
tenga tentaciones de decaer, lo que no sucede en absoluto sino todo lo
contrario ya que conduce a protagonistas y a lectores a una extrema y
extenuante persecución contra reloj.
Persecución que conduce a un final épico, acorde
totalmente con la magnitud de los elementos empleados, que da respuesta
satisfactoria al completar el círculo de acontecimientos. Al completar una
rueda de la vida donde toda decisión tiene su consecuencia. Y todo acto tiene
su porqué.
Milo Malart configura un inspector con una fuerte y
compleja personalidad tangencial a la mayoría de tópicos empleados en otras
novelas, pero con riesgo a caer en ellos sino se potencian sus capacidades.
Como por ejemplo la que demuestra con su práctica del bookcrossing como
outsider, reafirmando la independencia de sus actos y evitando cualquier
encasillamiento colectivo. O su afición a buscar en los libros de autoayuda las
respuestas que ya conoce.
Aro Sáinz de la Maza |
Aro Sáinz de la Maza puede estar satisfecho del tiempo
empleado para conseguir encajar esta trama poliédrica y para crear unos
personajes tan ricos en sus personalidades.
Y aunque el buen resultado es evidente hay que desearle
que se atreva a trascender la zona de confort que supone emplear elementos de
interés garantizado y arriesgar un poco más saltando del trampolín superior.
Para los amantes de los thrillers assegurarles que, con
lo poco que se prodigan los de factura local aparte está de las publicadas por
el tandem Garrido y Abarca, esta novela es una muestra saludable de la
capacidad de sorprender, deleitar e instruir (las referencias a Gaudí bien
merecen un recorrido turístico) que tienen nuestros escritores, que ante la
complejidad se crecen.
Dragón a la entrada del Parc Güell |
El asesino de la Pedrera conforma un cubo de Rubik, donde
cada subtrama tiene su lugar preciso como cada uno de los pequeños cubos con
sus coloridas y lacadas caras brillando al sol como escamas de piel de dragón.
Post scriptum: la reseña de la segunda entrega de Milo Malart ya disponible sin salir del blog: Ángulo muerto