Los teatros de variedades y el circo; la corista, el forzudo, el
trapecista, el equilibrista, la mujer barbuda, pasen señores pasen y vean y
disfruten de todas estas maravillas, de esas rarezas y del espectáculo por unos
pocos peniques.
Pero cuidado, que un anónimo y sádico bromista parece
tener en el punto de mira a diferentes artistas sobre los que aplica su burdo
sentido del humor en mitad de sus actuaciones y consigue humillantes
situaciones en vivo y en directo, frente al público, con lo que consigue además
mermar la fama del artista, su confianza y su autoestima.
Situación capaz de destruir y arruinar cualquier carrera
artística o en el mejor de los casos, de enviar a los afectados al paro por una
temporada refugiándose en Philbeach
House una especie de invernadero, el banquillo de los
suplentes, donde seguir practicando sin exponerse.
Trapecistas, tragasables, coristas, cómicos, magos, cualquiera
está expuesto a este escarnio público y cuando las bromas pesadas dejan paso al
asesinato entra en juego la investigación criminal.
Lo primero descubrir si la muerte es el resultado de una
broma que salió mal, o si las bromas pretendían encubrir, llegado el momento,
un asesinato premeditado.
La novela Abracadáver presenta el tercer
caso del sargento Cribb y el agente Thackeray y como los anteriores no
mantienen al lector tenso ni angustiado ni se nutren de situaciones sanguinolientas ni escabrosas; todo lo contrario, fieles al estilo de la novela policial de la edad de oro
británica lo que pesa es el fair play y el razonamiento deductivo en busca de una resolución
cartesiana.
Por lo que la novela y la investigación del caso fluyen
sin detenerse pero tampoco sin coger velocidad.
Finales del siglo XIX en Londres, exteriores
espléndidamente descritos, interiores de music hall al detalle y sobre todo
vestuarios de chicas con chicas dentro, minuciosamente explicitados. Trama
policial con todas sus peculiaridades y connotaciones.
Peter Lovesey hace uso,
una vez más, de su peculiar sentido del humor, negro; una grietaa las normas de
esa rígida moral victoriana, de puertas para fuera como todas las morales, que
solo son aplicables a los que no conforman la clase virtuosa.
El conocimiento que demuestra del comportamiento social
de la época, del restringido mundo de los clubs para caballeros, de los usos y
costumbres en materia de vestir y de desvestirse, de comer y de relacionarse es
inequívocamente el que tendría alguien que hubiera viajado en el tiempo.
La novela presenta en su final inesperado el sello
inconfundible de su autor y está acorde con las expectativas generadas. Resulta
en conclusión una lectura entretenida aunque el exceso de detalle costumbrista
pueda suponer un escollo que sortear.
Nos gustó mucho, pero que mucho más El
falso inspector Dew, pinchen aquí para recordar la reseña.