viernes, 18 de julio de 2014

R.P.G. Juego de rol de Miyuki Miyabe

R.P.G , Juego de rol
Todo empieza con el cadáver. Y concluye cuando se descubre quien ha asesinado y porqué lo ha hecho.

R.P.G (Rol Player Game o sea Juego de rol) es una novela whudunit auténtica (¿quièn ha sido ¿quién lo ha hecho?). Un whudunit a la japonesa ciñendose al esquema clásico del género pero dándole un giro novedoso al modo de desarrollar la investigación sin salir de una sala de interrogatorios policial y que se presenta articulada de tal modo que se intuye en ella una apasionante obra teatral en tres actos: introducción, nudo y desenlace.

Rápidamente en la comisaria se establece el plan policial de actuación y aunque existen dudas sobre su éxito se instruye a todos los implicados sobre su comportamiento y se les contagia el entusiasmo por el éxito. Y empieza el interrogatorio, piedra angular del argumento y un nuevo giro al clásico modo de investigar sin moverse, sin análisis clínicos sin huellas, utilizando solo las mismas celulas grises que ya emplearan los detectives en la edad de oro de la novela enigma.

En la introducción conocemos la víctima número 1, un empresario de mediana edad, que parece guardar relación con la víctima número 2, una joven universitaria que se gana su dinero ejerciendo de acompañante, y también conocemos a la familia de la víctima 1 y a los agentes encargados de la investigación.

El nudo se inicia con el interrogatorio lento y pausado, observado en todo momento desde detrás del espejo/cristal, que rompe además su normalidad al introducir un sospechoso tras otro en la misma sala y comprobar las reacciones de cada uno.

El desenlace, llegado al punto de tensión máximo en un interrogatorio exhaustivo, se corresponde con la confesión y por tanto conclusión de la causa criminal.

Toda una lección de academicismo literario; de clasicismo narrativo, para hilvanar una historia de acción y reacción que emplea las tres leyes del movimiento de Newton:

1. Un cuerpo se mantiene en reposo mientras no se actúe sobre él mediante una fuerza no opuesta. En este caso hasta que el interrogatorio no llega a su punto crítico no se obtiene más que pasividad.

2. Una fuerza no opuesta que actúa sobre un cuerpo, causa en este cuerpo una aceleración en la dirección de esa fuerza. En este caso la aportación de una valiosa información en medio del interrogatorio consigue el movimiento que se esperaba.

3. Cada cuerpo tiene una fuerza opuesta de igual magnitud que él mismo. En este caso el enfrentamiento a la evidencia genera una acusación que provoca la negación con igual intensidad y en consecuencia revela la verdad.

Takegami es el sargento encargado de escenificar todo un plan concebido por un compañero que no ha podido llevarlo a cabo. Poco sabemos de su vida o su forma de ser, la autora se limita a enfatizar su forma de pensar y de actuar mientras dura el análisis del comportamiento de una familia real vs una familia virtual.

¿Família real o familia virtual?
La familia real, en la que los roles son una consecuencia lógica a una situación que se puede tocar y la virtual donde los roles son consecuencia de una elección que se puede imaginar.

El peso de las relaciones virtuales es cada vez mayor en la sociedad en general y en la nipona en particular. El uso de nicks facilita el anonimato y dispara la imaginación para vender una imagen más idealizada y con mayor encanto: los internautas tienen la tentación de definirse como les gustaría ser y no como son.

Miyuki Miyabe escribe otra vez atacando directamente al hueso, saltándose capas superfluas de descripciones y centrándose en el desarrollo de la investigación basada en un largo e ininterrumpido interrogatorio, repleto de habilidosos diálogos y elocuentes silencios perfectamente cronometrados.

Otras dos obras de esta autora japonesa ya han pasado por este blog, pinchen sobre el título para leer la reseña:



domingo, 13 de julio de 2014

Abracadáver de Peter Lovesey

Los teatros de variedades y el circo; la corista, el forzudo, el trapecista, el equilibrista, la mujer barbuda, pasen señores pasen y vean y disfruten de todas estas maravillas, de esas rarezas y del espectáculo por unos pocos peniques.

Pero cuidado, que un anónimo y sádico bromista parece tener en el punto de mira a diferentes artistas sobre los que aplica su burdo sentido del humor en mitad de sus actuaciones y consigue humillantes situaciones en vivo y en directo, frente al público, con lo que consigue además mermar la fama del artista, su confianza y su autoestima.

Situación capaz de destruir y arruinar cualquier carrera artística o en el mejor de los casos, de enviar a los afectados al paro por una temporada refugiándose en Philbeach House una especie de invernadero, el banquillo de los suplentes, donde seguir practicando sin exponerse.

Trapecistas, tragasables, coristas, cómicos, magos, cualquiera está expuesto a este escarnio público y cuando las bromas pesadas dejan paso al asesinato entra en juego la investigación criminal.

Lo primero descubrir si la muerte es el resultado de una broma que salió mal, o si las bromas pretendían encubrir, llegado el momento, un asesinato premeditado.

La novela Abracadáver presenta el tercer caso del sargento Cribb y el agente Thackeray y como los anteriores no mantienen al lector tenso ni angustiado ni se nutren de situaciones sanguinolientas ni escabrosas; todo lo contrario, fieles al estilo de la novela policial de la edad de oro británica lo que pesa es el fair play y el razonamiento deductivo en busca de una resolución cartesiana.

Por lo que la novela y la investigación del caso fluyen sin detenerse pero tampoco sin coger velocidad.

Finales del siglo XIX en Londres, exteriores espléndidamente descritos, interiores de music hall al detalle y sobre todo vestuarios de chicas con chicas dentro, minuciosamente explicitados. Trama policial con todas sus peculiaridades y connotaciones.

Peter Lovesey hace uso, una vez más, de su peculiar sentido del humor, negro; una grietaa las normas de esa rígida moral victoriana, de puertas para fuera como todas las morales, que solo son aplicables a los que no conforman la clase virtuosa.

El conocimiento que demuestra del comportamiento social de la época, del restringido mundo de los clubs para caballeros, de los usos y costumbres en materia de vestir y de desvestirse, de comer y de relacionarse es inequívocamente el que tendría alguien que hubiera viajado en el tiempo.

La novela presenta en su final inesperado el sello inconfundible de su autor y está acorde con las expectativas generadas. Resulta en conclusión una lectura entretenida aunque el exceso de detalle costumbrista pueda suponer un escollo que sortear.

Nos gustó mucho, pero que mucho más El falso inspector Dew, pinchen aquí para recordar la reseña.



lunes, 7 de julio de 2014

Castle 6 temporada

Castle 6ª temporada
La sexta temporada de Castle tiene una vuelta a los origenes, a los elementos que hicieron de ella la populosa y popular serie que es.

Sus signos de distinción: la parte infantil, espontánea, divertida y glamourosa aportada por el escritor Rick Castle, potenciada por los extravagantes punteos filósoficos del carpe diem aportados por su madre y por la realidad mundana del enfoque adolescente de su hija, frente la parte racional, metódica, realista y por momentos excesivamente seria encarnada en la inspectora Kate Beckett.

Parece que los guionistas, una vez liberados de la trama lineal del asesinato de la madre de Beckett y de la necesidad de definir la relación amoroso sexual entre Castle y Beckett han retomado la capacidad de imaginar, improvisar y divertirse creando guiones que cumple perfectamente estas premisas y satisfacen plenamente a la audiencia, un poco mareada por los últimos bandazos.

Esta temporada mantiene el elenco de protagonistas ya conocidos que han conseguido ensamblar un entretejido de relaciones con buena química, como lo demuestran Rick Castle (Nathan Fillion) y Kate Beckett (Stana Katic).

La serie se inicia cambiando el habitual paisaje de New York por el de Whasington y por tanto la relación acusa la distancia. Solo hasta que Castle decide actuar por su cuenta y empezar a líarla.

Y vaya si la lía, solo hace falta ver el segundo episodio para sufrir como un cosaco. Y así hasta veintitrés.

Castle vuelve a ser Castle. Para lo bueno y para lo malo. Y esta sexta temporada vuelve a obsequiarnos con episodios de comedia familiar, con guiños y homenajes a temas recurrentes en films de culto como el viaje en el tiempo o la busqueda de un tesoro masón sin ir más lejos (recuerden el film La búsqueda) y en otro episodio aún tienen tiempo para evocar a Carrie.

Ford Gran Torino
También hay divertimentos como el del episodio con la recreación de los años 70, con decoración, mobiliario, vestuario y look de peluquería y la evocación a Starsky y Hutch y su inolvidable Ford Gran Torino.

Kate Beckett vestida para matar
o para casarse
Mientras se va desarrollando la subtrama líneal que en esta temporada es algo tan romanticoide como preparar una boda, con un episodio de reencuentro familiar, y saber si al final se llevará o no a cabo ya que algo surge del pasado para impedirlo.

Sin olvidar el último episodio que deja abierta la boca y un mundo de posibilidades.
La serie retoma el punto frívolo que seis años atrás sorprendía y encadilaba y para nada parece pasado de moda; al contrario parece aire fresco frente algunos de los experimentos fallidos con los que temporada trás temporada las cadenas, es su obligación, pretenden evolucionar.

Sin duda alguna esta capacidad de autoinventarse dentro de la serie autoinventando a la vez las series televisivas policiales es lo que marca la diferencia con otras que no consiguen mantenerse y, si lo hacen, la repetición de su esquema las vuelve aburridas.

Con Castle el aburrimiento no es una opción.

Si les gusta Castle están de enhorabuena por disponer nuevamente de su genio y figura y si no les gusta, olvídenla ya que el Castle actual es de dos tazas.

Para los que quieran recordar las cuatro primeras temporadas pinchen aquí.
Para la quinta y ver las fotos del loft de Castle pinchen aquí.
Y si quieren leer sobre sus novelas es aquí.




jueves, 3 de julio de 2014

Harriet por Elizabeth Jenkins

Harriet es una novela que narra una historia escalofriante; narra el lento y parsimonioso pero deliberado avance de un ser hacia el abismo, ignorante de que al final solo hay profunda caída, ignorante de sus consecuencias. Literalmente ignorante. Lamentablemente.

Harriet trasciende la novela negra para ir más allá. Le da a la novela gótica su más lúgubre y malvado significado. Convierte la crónica de sucesos del periódico en un sainete.

Harriet, 32 años, es una joven con cierto grado de retraso mental aunque no discapacitada, muy apegada a su madre y feliz en su ingenuidad y sobreprotección que un día siente el despertar de unos sentimientos desconocidos a raíz de trabar conocimiento con Louis Staunton, un hombre que la hace sentir especial. Que le dice cosas que nunca oyó.

Que le despierta una parte de su feminidad que permanecía dormida desde la infancia y provoca una erupción de nuevas sensaciones: amor, afianzamiento, rebeldía, más propias de una adolescencia que nunca vivió.

Estos sentimientos tienden a proyectar hacia el exterior esta parte de su personalidad hasta ahora desconocida, y por ello favorecen un descontrol emocional en donde sus reacciones, más hormonadas que razonadas, son fácilmente manipulables. Y ese hombre, detonante de ese estado, se aprovecha de la situación para convertirla en marioneta de sus intereses.

Elizabeth Jenkins, la autora, disecciona con frialdad el espectro de comportamientos egoístas y actitudes mezquinas de cada uno de los distintos protagonistas de la novela mostrando un retrato psicológico al desnudo que lo deja todo a la vista y por tanto evidencia y resalta las intenciones de cada cual.

Sin tapujos. En porretas.

Protagonistas, todos ellos sin excepción alguna, que aportan con conocimiento o no de causa, su granito de arena al desenlace final aun cuando ninguno asuma su responsabilidad por entender que es la suma de los factores lo determinante y no la parte por el todo que representan, haciendo bueno el refrán de entre todos la mataron y ella sola se murió.

Harriet es una novela publicada en 1934 basada en hechos reales. Basada en El Caso Penge acaecido en 1877. Un caso criminal mal resuelto y un caso médico tratado a destiempo.

El período en el que transcurren los hechos reales, 1877; la moral de la época, plenamente victoriana 1837-1901; y la poca relevancia social de la mujer, el derecho a votar y por tanto su reconocimiento como ciudadanas de pleno derecho no sería hasta 1918, permiten al lector contemporáneo tener las claves para entender intelectualmente las situaciones descritas y los hechos narrados, no así su aquiescencia.

La ominosidad es tal que hace opresiva la lectura, de por si de lento avance, y obliga a apartar la vista de las palabras, de vez en cuando, como se entrecierran los ojos ante una película de terror.

Harriet es de esas novelas en las que se demuestra que el amor es ciego, que el ejército de buenos sentimientos poco puede hacer frente a huestes de malas intenciones, de esas en las que no se necesita matar para cometer asesinato, de esas pesadillas que se manifiestan sin necesidad de dormirse.

Tan horripilante como apasionante y desasosegante, es de esas novelas en las que el sufrimiento leído parece vivido; traspasa el papel para pegarse a la piel.

domingo, 29 de junio de 2014

El amante de Janis Joplin por Elmer Mendoza

Cuando se lanza una piedra no se puede estar seguro de que daño puede causar. Mejor dejar la mano quieta y la piedra en el suelo. Ya se sabe que toda acción conlleva una reacción.

David Valenzuela desconocía este aforismo o si lo sabía no lo tuvo presente en aquel momento o hizo caso omiso de la sabiduría popular y la mano fue más rápida que el pensamiento. Y el resultado un desastre del que David no conseguirá redimirse, al menos en esta vida.

La consecuencia el exilio y con éste el descubrimiento de una aptitud innata para el béisbol y con ella el viaje de su vida: de su Mexico natal a Los Ángeles en los mismísimos Estados Unidos de Ámerica. Y con el viaje el encuentro con Janis Joplin: una posibilidad entre un trillón.

Y a partir de ese momento ya nada vuelve a ser igual. Aunque el pasado no debe olvidarse para no encontrárselo en el presente. Y sobre todo. si se aparece, que no te encuentre estando solo, desarmado y de noche.

El amante de Janis Joplin es una novela road movie a la mexicana que en lugar de transitar por amplias carreteras transcurre por estadios de la evolución personal del protagonista.

El narcotráfico y la guerrilla como entes enemigos capaces de destruir una vida y como entes aliados como medios para hacer realidad los sueños; en el caso de David, además, son el pan de un bocadillo en el que él es el fiambre, o lo será si no cuida por donde anda y con quien.

De la legalidad al lado oscuro; del don nadie al Don Algo; del sexo fortuito al amor romántico; del puñetazo policial al derechazo knock out; de tontear con el trapicheo a ensamblar un cártel, de la amplitud y soledad del agua azul a la claustrofobia y hacinamiento de la prisión.

Y así es la vida de David, y así también la de muchos otros david que se ven indefensos ante la crisis entre el discurso oficial y la aplicación que jueces y policía hacen en base a su interpretación para nada sujeta a rendir cuentas y por tanto desmandada.

Elmer Mendoza es capaz de estructurar una novela que transcurre en multitud de espacios distintos, casi caótica en su desarrollo, pero con profundas raíces muy autóctonas mexicanas y lo hace al ritmo del pop rock americano e inglés que utiliza como símbolo de una anhelada proyección humana, cultural y liberadora hacia ese norte más allá del Rió Grande.

Escribe sobre la vida, la pobreza y la riqueza, mezcla ficción e historia verdadera casi sin saber cual es cual y utiliza un modo de lenguaje hablado para conseguir que lectura se oiga.

Y lo aprovecha junto al peculiar uso de la puntuación y del ritmo narrativo para marcar los tempos de la novela, apresurada al principio: hay que huir, hay que huir; más ralentizada a medida que avanza: hay que asimilar lo que se va conociendo, lo que se va descubriendo; definitiva y deliberadamente lenta a medida que se acerca el final: los sueños solo existen mientras se duerme y la muerte no es la gran dormida.

Lo importante no son los hechos que se narran sino su significado intrínseco y las interpretaciones que hace cada personaje o el propio lector de lo que va aconteciendo.

La novela encierra mucho contenido subyacente, mucha crítica, mucha rabia y mucha mala leche. Muchos toques de fina ironía para driblar las burlas del destino. Remueve las tripas por la injusticia. Es una muy, muy, buena lectura.