Ser infalible o no serlo. He ahí el dilema |
En la novela Los secretos de San Gervasio se realza
el aspecto más existencialista de la naturaleza de Sherlock Holmes. Y lo vuelve
sorpresivamente más humano de lo habitual.
Y humanizar significa debilidad.
Y para ello se
entretiene en demostrar que cuando el análisis basado en el razonamiento no
alcanza a encontrar la solución adecuada al problema, sobreviene la frustración.
Y los
sentimientos de angustia y desesperación luchan por apoderarse del control
mental a un tris del desequilibrio emocional.
Aunque un Sherlock
Holmes impertérrito disuelva el delicado momento agitando la mano del mismo
modo como agita el aire para disolver del humo de su pipa.
Sherlock Holmes y
Watson ven turbada la paz de su domicilio londinense por una pareja de hermanas
que imploran su ayuda para localizar a su padre desaparecido.
Aunque Sherlock
sospecha que en el encargo hay más escondido que lo que se deja ver, y hay más
mentiras que medias verdades, no duda en embarcarse, nunca mejor dicho, con
Watson en este nuevo caso que tiene su nudo en Barcelona y más concretamente en
un pueblecito cercano llamado San Gervasio (tan cercano que con el tiempo sería
absorbido por el crecimiento de la metrópoli y anexado como barrio).
Dos ingleses muy
ingleses en una ciudad mediterránea es combinar un me temo que tendré
que pasar por aquí si me permite, con aparta que voy.
O el alzamiento
de cejas desdeñoso como toda respuesta a un comentario impropio estando en
grupo con un hablar todos a la vez empleando palabras sonrojantes y en un tono
dos octavas más alto de lo que sugiere las normas más básicas de cortesía y
urbanidad.
Más allá de esta
controversia en formas de entender y vivir la vida, que enriquece la amplitud
de miras, la parte de investigación policial queda en segundo plano; no se
desarrolla en su plenitud como si hubiere falta de ideas.
Nada más lejos de
la realidad, el autor juega adrede a plantear esa divergencia.
Y la lleva hasta
el extremo. Pues incluso el final, decepcionantemente inesperado para un lector
convencional de las novelas que tienen al tándem Holmes Watson como
protagonistas; resulta en cambio sorprendentemente malicioso para quien siempre
ha dudado de la infalibilidad de sus dotes detectivescas y ha deseado incluso
su fracaso.
Servicio de Omnibus de Barcelona a pueblos lindantes |
Todo un
calidoscopio arriesgado al combinar ambos géneros del que el autor sale airoso
aunque tenga momentos de tensión baja con amenaza de desmayo, perfectamente
mimetizados con el exceso de calor ambiental que aconseja andarse con lentitud.
El comportamiento
en privado y en público, en conversaciones y en forma de vestir, los
ingredientes de las comidas y su forma de ingesta en familia y con visitas, la
educación de los niños, las ceremonias religiosas. Todo se expone como ropa
tendida al sol, con sutil ironía británica.
Y se vale para
ello de una inusitada selección de personajes secundarios a cual más
extravagante para deleite de los devaneos analíticos de Sherlock Holmes y
evidente desesperación de Watson. Incluso Arthur Conan Doyle se convierte en un
personaje mencionado, lo que resulta inteligente y poco habitual.
El crimen, el
delito sirven también para ilustrar los métodos de investigación de la policía
local en contraposición a los que emplearía el inspector Lestrade.
A causa de su
final o a pesar de él pero sobre todo debido a él que de alguna forma traiciona
el espíritu lógico de la obra uno no sabe si enfadarse o regocijarse al
completar la lectura. En cualquier caso es motivo destacado y original.
Carlos Pujol (1934-2012) |
Carlos Pujol Jaumandreu, el autor, filólogo e historiador
barcelonés, se vale de su experiencia como reputado traductor
multilingüe para captar perfectamente el tono original de las obras del
detective Sherlock Holmes y transcribir perfectamente su forma y modo de
hablar cuidando al máximo el lenguaje y la construcción gramatical
para hacerlo veraz en la época y en sus descripciones de situación y ambientes con rigurosidad histórica.
Nadie que lo lea
sospechará que esté ante un brillante apócrifo, uno más de los tantos que
alimentan la necesidad de disponer de más lectura sobre Holmes que la que dejó escrita
Arthur Conan Doyle.