viernes, 22 de mayo de 2015

La novela policíaca de Rai Ferrer

Un compedio cultural y lúdico del género
desde sus origenes hasta 1977
Ahora que tan de moda están las infografías conviene recordar que todo tiene su origen y su pasado y que nada surge de la nada.

Y es de justicia recordar a Ediciones del Cotal que editó esta obra La novela policíaca de Rai Ferrer (Onomatopeya) en 1979.

Cuando las infografías ni sabían que existirían como tales e Internet despegaba de ser un experimento militar para busca su utilidad en el uso civil, este libro anticipaba las mejores praxis de ambos ofreciendo didácticos contenidos de texto e imágenes primando el aspecto gráfico para realzar el impacto visual de una forma lúdica.

Precursores de eso que ahora está de moda con el neologismo Visual Thinking que demuestra cuán útil es una imagen cuando queremos comunicar. Como un simple dibujo o una ilustración en muchas ocasiones puede ser más efectivo para la retención en nuestra memoria que páginas y páginas llenas de texto.

Este libro de tamaño king size de 31 cm x 24 cm, como los cómics de verdad, de los de antes, aunque sin llegar al tamaño tabloide, está plagado de reproducciones de cubiertas de novela y de carteles de cine, viñetas de cómic y fotogramas de películas y lo presenta en un recorrido cronológico por las obras más renombradas, hasta aquel momento, de la novela y cine policíacos en un blanco y negro de trama gruesa.

Página interior dedicada a Edgar Allan Poe
Empieza como no podía ser de otra manera con Edgar Allan Poe y su Auguste Dupin y desde aquel lejano 1841 hasta el más cercano 1977 da un repaso al género a través de 50 autores, entre europeos y americanos, y de sus obras más representativas.

Una obra de consulta y de introducción al género en su versión más ortodoxa antes de que fuera moda y cuando encontrar según que títulos era más cuestión de habilidad y perseverancia en librerías de viejo.

La novela policiaca, un título genérico cuando aún un único nombre lo agrupaba todo y cuyo significado se resumía en el texto de entrada tomado de Paul Morand:

Una buena novela policíaca, aun cuando no sea siempre una obra de arte, es siempre el resultado de la inteligencia, un producto de la imaginación más viva y fértil, unida a la más fría lógica

Una declaración de intenciones infravalorada hoy en día cuando algunos escritores se consideran los cronistas de la historia contemporánea y cual adalides autodesignados desenfocan la parte lúdica para enfocar la, su visión, testimonial y arrebatar la parcela a los escritores de literatura comprometida, que hace algún tiempo, sobre todo con la crisis i casi desde Sartre, andan un poco perdidos y bastante desperdigados.

Rai Ferrer, guionista del
Colectivo Onomatopeya y autor de
'La novela policíaca'
Rai Ferrer, un escritor, éste sí, comprometido y miembro fundador del Colectivo Onomatopeya, como guionista (cuya disolución forma parte de la historia negra de este país en materia de libertad de expresión) hizo un trabajo de documentalista para esta obra que sigue inmune al paso del tiempo.

El prólogo es un extracto de ‘La novela críminal’ ese librito plateado de aquella maravillosa colección ‘Cuadernos ínfimos’ (nunca mejor dicho) que editaba Tusquets, escrita por ese profesor, erudito del cómic, de las novelas negra y policíaca y del cine que es Román Gubern.

Poco después de la salida de esta obra las calles se llenaban con una publicación específica, una revista policíaca y de misterio, que iba a consolidar el crecimiento del género. Nos referimos evidentemente a Gimlet.

lunes, 18 de mayo de 2015

El vástago de la muerte de Carlos Venegas

Arder en el infierno
El thriller es un género con buenas tragaderas, soporta casi todo lo que le echen y como que lo que no mata engorda, casi todo le va bien para llenar una montaña de páginas.

Pero hay thrillers y thrillers y son más lo que caen en el cliché que no los que se esfuerzan por ofrecer algo más y El vástago de la muerte es uno de esos: distinto en su planteamiento y evolución al presentar un consistente argumento del que no da pista alguna hasta llevar leídas bastantes páginas y aún y así sigue sorprendiendo.

Sorprende su inicio, con el que marea la perdiz apuntando hacia un lado para acabar disparando al otro. Y a pesar de algún altibajo de ritmo y más que algún exceso corregible en detalle explicativo de vestimenta y decoración, se las compone lo suficientemente bien como para mantener e incluso incrementar la sorpresa hasta un final donde la inevitable previsibilidad en el desenlace vuelve a ser sorprendida con algunos toques imaginativos de electrizante acción.

El asesinato, aparentemente profesional, de una pareja en la cama en pleno éxtasis sexual, borrachos de un deseo interrumpido por una Beretta, es el punto de partida de una acción que va adquiriendo complejidad bien construida a partir de las entradas de distintos personajes que conforman un elenco variopinto y donde la gratuidad de gestos brilla, afortunadamente, por su ausencia.

María José Sagasta, Mery para sus amigos, es la protagonista y víctima involuntaria de un enredo criminal desencadenado por su ambicioso marido Miguel.

No quieran saber más. No lean nada en ningún otro blog, ni el del autor ya que destripado el argumento tal vez les induzca a creer que no ya no merece su atención.

La trama va asomando detrás del filo de cada página al tiempo que aumenta el ambiente tenso y angustioso propiciado por un personaje, Guadaña, que en el apodo lleva escrita su intencionalidad y que con sus excéntricos excesos carga en sus espaldas con la parte de acción de la novela.

Un Guadaña que ejerce de asesino a sueldo con lo que satisface su necesidad de matar, cobrando. Un macabro, no podía ser de otra manera, asesino en serie que ha convertido su pasión en su profesión.

Carlos Venegas aúna distintos enfoques y aunque cede en algunas frases hechas y se nota en el redactado el recargo propio de la premura novel, ha compuesto un mix con elementos de novela negra que se lee con ligereza y de principio a fin.

La cubierta, del mismo autor, polifacético en materia creativa, ya es toda una premonición de su contenido. Como el algodón, no engaña.

lunes, 11 de mayo de 2015

El Mentalista final: 7 temporada y última

Patrick Jane y su taza de té dice adiós
Al morir John el Rojo murió una parte de Patrick Jane y con ello la serie El Mentalista que ya estaba tocada por tardar tanto en resolver el misterio del asesino en serie anónimo más interesante de los últimos tiempos televisivos ha acabado hundiéndose. Y los productores han decidido acabarla de la forma más ñoña posible.

Es lo que tiene alargar las series más allá de su ciclo de vida natural. Que luego hay que acabarlas por la vía rápida y lo que piense la audiencia ya es lo de menos pues la decisión no puede volverse atrás.

El Mentalista tuvo un inicio fulgurante, un protagonista bueno carismático, un falso médium al que la vida golpea con fuerza y que ha de reconvertirse en honrado como catarsis a su sentimiento de culpa. Sale de las candilejas y entra en la oscuridad de la que no saldrá hasta que no culmine su venganza.

El protagonista malo, John el Rojo, es anónimo y lo conocemos por sus actos y con su presencia invisible pero notoria en los escenarios de crimen llena la pantalla precisamente por su ausencia carnal.

Una primera temporada de serie policial que aunaba a un asesor amateur con los policías profesionales (como suele ser habitual en otras series, entre las más conocidas: Castle, Perception y Miénteme) y como contrapunto ofrecía un asesino despiadado y sanguinario.

Una temporada a la que siguieron otras y a pesar de sus inevitables altibajos consiguieron atrapar la atención y entretener de forma amable. Aunque en general los episodios fueran de planteamiento simple y poco exigentes para con la audiencia.

Pero pronto el procedimiento policial, en la resolución del caso, quedó al margen y cuando Patrick tenía prisa, porque por ejemplo había una pista de John el Rojo que seguir, resolvía el caso en un plís plás con dos frases lapidarias y cuando no había prisa, alargaba la resolución hasta el final del episodio.

Eso sí, siempre con golpes de efecto de súper poderes, lo que acabó con la seriedad de la serie que pasó a ser una bufonada. Una actuación de Patrick en un escenario abierto en lugar de un teatro. Y mientras la serie se hundía irremediablemente.

Lorelei Martins
En esta séptima temporada ha habido algún intento de retornar a los orígenes. Es algo recurrente en las series cuando ven su fin cerca. Es un inútil canto del cisne porque lo que queda en las retinas y en la mente de los espectadores es lo que se está viendo y nadie recuerda ya episodios pasados; si acaso algunas escenas concretas.

Y se recuerda sobre todo a Lorelei Martins y Erica Flynn.

Lorelei que con su magnetismo, su decidida voluntad y su osada valentía nos hizo añorarla como protagonista de su propia serie. Lorelei nos hizo sentir vivos.

Erica Flynn
Y Erica de la que la duda sobre el fondo en la intencionalidad de sus actos nos acompañará siempre junto con su sonrisa de doble filo.

Igual como en este final Vega nos acompañó con su entusiasmo; Wiley con su perfeccionismo; Cho y su, aparente, inmutabilidad; Van Peel y su cariñosa ingenuidad; Rigsby y su ternura; Lisbon con su abnegación y Abbott encarnando la comprensión.

Del mismo modo que Patrick Jane ha acabado siendo, lamentablemente, una parodia de sí mismo y ha acabado representando la egolatría reconvenida, la espontaneidad planificada y la excentricidad impostada.

Otras entradas anteriores de esta serie:




viernes, 8 de mayo de 2015

La ausencia del ogro de Dominique Sylvain

Maldad rima con humanidad
El Katrina, ese huracán que convirtió en azúcar los muros de contención de Nueva Orleans y que propició que la ciudad criolla se inundara y los muertos, heridos y damnificados sumaran miles, fue caldo de cultivo también para que los bajos instintos se desarrollaran y florecieran en toda su magnificente maldad.

A Ingrid Diesel, que pasó una parte de su vida en Nueva Orleans, el Katrina la pilló lejos de la ciudad y no sabe nada de su amigo Brad Arceneaux, un adulto de corazón generoso en cuerpo de gigante, a quien conoció cuando ella tenía quince años en esa ciudad acunada por el jazz, hasta que Sacha Duguin, comisario de la policía de París le vuelve a hablar de él.

¿Qué hace Brad en París?

Brad Arceneaux es sospechoso del asesinato de una joven perpetrado en uno de los parques de la capital en donde trabaja de jardinero.

Para Ingrid es una sorpresa que Brad esté en París y que no la haya contactado pero su fidelidad y su convencimiento en su inocencia es tan grande que no le cuesta convencer a su amiga Lola para entregarse a la búsqueda  del gigante y de la verdad que lo libere de la sospecha, a todas luces infundada según Ingrid y por tanto secundada por Lola aunque con alguna reticencia.

Y la investigación nos permite conocer mejor a Ingrid. Sus sentimientos y emociones como mujer y como amiga salen hacia fuera, haciendo que su vida de unos vuelcos que no sabe muy bien como encauzar.

Es como si un diminuto Katrina la sacudiese como si fuera un árbol delgado y espigado y hojas y frutos se desprendieran de su copa.

Dominique Sylvain
La jardinería y la botánica están muy presentes en toda la novela. Así como la vida y obra del imaginario Louis-Guillaume Giblet de Montfaury, cuyos descubrimientos científicos y cuyo jardín son parte esencial de la trama.

La ausencia del ogro es la cuarta entrega de esta serie de la novelista francesa Dominique Sylvain que entronca con las expectativas generadas en la primera y que ofrece una muestra de su virtuosismo a la hora de enlazar sub tramas.

La novela se enriquece con el protagonismo otorgado en esta ocasión a la joven americana. El poder de la renovación de la primavera ha llegado también a esta serie.

Como banda sonora no olviden Yellow Moon de los Neville Brothers del que les dejo el video. Es una de las piezas con las que Ingrid, como Gabriella Tiger, la ardiente, realiza uno de sus más sensuales striptease. Cierren los ojos, escuchen la música e imaginen. Para eso está la imaginación.

Para beber, en esta ocasión, champán.


Las reseñas de las otras novelas anteriores de esta serie:

viernes, 1 de mayo de 2015

La dona de gris de Anna Maria Villalonga

La dona de gris puede ser cualquiera
La dona de gris (La mujer de gris) es una de esas novelas de suspense psicológico que atenazan en su lectura; no en vano la autora nos convierte en pseudo protagonistas mediante una acertada combinación de opciones narrativas, primando la omnisciente y secundándola con la lectura del diario del protagonista para ofrecer, por unos momentos, una visión más intimista.

La trama se centra más en saber como actuará y como responderá el protagonista a los estímulos que activan su vida después de un letargo voluntario de reclusión, que a lo que sucede en si.

Y lo que sucede no es nada extraordinario. Es sumamente cotidiano y próximo. Es algo que pasa todos los días en todo el mundo, donde la gente toma café, va al trabajo, hace la compra; respira, vive y muere.

En realidad todo lo que acontece en la trama lo conocemos a partir de la decisión del protagonista de participar en un aparente juego inocente al que todos hemos jugado alguna vez: escuchar conversaciones ajenas e imaginar una trama a partir de ellas; seguir a alguien durante un trecho, ni que sea involuntariamente por llevar el mismo camino, y dibujar un escenario fruto de la observación de edificios y objetos; observar desde la cristalera de un bar a alguien que está esperando inquieto y urdir una historia con su ansiedad y su inquietud.

La empatía intelectual con el protagonista es casi inmediata. Todos soñamos en ser protagonistas de nuestra propia película. Con un guión mezcla de muchos otros, con guiños cinéfilos más que notorios, con la sombra de Hitchcock omnipresente y en el que la trama empieza tirando del hilo de un pañuelo de cuello de una mujer que viste de gris.

Una mujer de gris, anónima y mimetizada con el entorno otoñal, y no de rojo, que suscitaría fácil atención. Una mujer de gris para representar que cualquiera podía ser la elegida. Para explicar que detrás de cada persona, aunque no presente ningún distintivo resaltable, hay una historia. Una historia que puede ser contada.

Anna María Villalonga
Y Anna María Villalonga, la autora, la cuenta. De forma concisa, breve, con un estilo muy directo, descripciones las justas y ritmo que va cogiendo velocidad a medida que se acerca el final.

Todo lo que sucede, incluido el desenlace, más bien típico, no llega a sorprender porque tampoco lo pretende. Lo que si pretende y consigue, es revisitar la ciudad y sus viviendas y presentarnos a la gente que vive detrás de cada puerta, de cada mostrador de bar, de cibercafé o cortando el pelo desde detrás de una silla. Siempre detrás de. Como en el seguimiento a alguien o las persecuciones: siempre detrás de.

Y lo hace para que sepamos que cada nuevo personaje que presenta es, en potencia, candidato a contar su propia historia y ocupar una novela. Aunque en esta ocasión haya sido la mujer de gris la elegida.

Y pone simbólicas barreras, poniéndonos detrás de, para ofrecernos perspectiva. Para hacernos mirar con otros ojos y que nos demos cuenta que lo que vemos cada día puede ser el origen de una novela. Como hace el protagonista, que por momentos descubre que el mundo real solo se diferencia del mundo de los libros y de las películas por que puede participar en su devenir y el futuro aún no es conocido.

Es una novela negra que sorprende al ofrecer un enfoque psicológico alejado de los tópicos perfiles de asesinos y de sus víctimas ya que lo que hace es tratar la soledad desde distintos puntos de vista. Una ventana indiscreta a la intimidad de las personas.

A partir de ahora tomar un café en una barra de bar teniendo una mujer sola en el taburete de al lado ya no será lo mismo.

El mes de junio 2015 disponible también en castellano, traducida por la misma autora.

Visiten el blog 'A l'ombra del crim' desde donde hace años la autora lucha por conseguir reconocimiento por la novela negra y en particular la escrita en catalán.