Solo en Francia se podía
dar una serie policial que tuviera el vino, sus variedades, sus bodegas, sus
viñedos y sus gentes como protagonistas. Si el vino en Francia es una forma de
vida, era lógico que tarde o temprano se le diera la vuelta y se convirtiera en
una forma de muerte.
La serie La sang de la
vigne, La sangre de la vid, tiene a fecha de hoy 23 novelas de las cuales
solo dos se han traducido al castellano, entre ellas la que nos ocupa: La
misteriosa botella de Petrus; que, secuencialmente, ocupa la novena
posición.
Benjamin Cooker es una
enólogo de renombre y autor de una exitosa guía de vinos que cuenta con la
ayuda del joven Virgilio Lanssien, un buen aprendiz aún en formación y tienen
por costumbre no solo poner su nariz en las copas sino también en asuntos
criminales por lo que queriendo o sin querer participan activamente en los
casos con los que topan y a pesar de la reticencia policial.
El planteamiento
argumental de La misteriosa botella de Petrus resulta francamente cautivador y
en la línea de novela policiaca más clásica: un anciano es asesinado en su casa,
en algo parecido a un crimen ritual ya que se encuentran doce copas, once
vacías y una con vino. Petrus para mayor exactitud. De 1940 a primera impresión
de Benjamin Cooker.
Petrus, palabra muy, pero
que muy mayor cuando se habla de vino. Un vino que trasciende al vino. Un
Pomerol excepcional que debe beberse con servil agradecimiento y en honor al
santo que preside la etiqueta, con devoción casi religiosa.
Pero a medida que la
trama avanza y los asesinatos se suceden, no en balde hay tantas copas
expuestas, e intenta volverse compleja para explicar los motivos de tales
crímenes y se remonta a la segunda guerra mundial va perdiendo su forma y su
compostura como beber sin saborear. Una lástima echar a perder un vino así.
Jean-Pierre Alaux y Nöel Balen, sobradamente conocedores de
la cultura vinícola y del jazz, a quienes hay que envidiar por esas razones,
derivan hacia el chauvinismo, bien entendido, y dedican más páginas a explicar
y elogiar al vino que a tejer la trama criminal. Y en este caso y teniendo
buenos elementos: vino, jazz e Historia, el resultado final no está a la
altura. No es un vino redondo. Y esto en un Petrus no es aceptable.
En estos tiempos en que
la novela negra y policial vende hasta lo que no está escrito resulta curioso
ver como esta serie no tiene tirada por aquí; claro que si la leen los lectores
habituales del género les va a saber a poco y si los lectores son bebedores de buenos
vinos la cata les resultará igual de insustancial.
La primera novela de esta
serie, Muerte entre los viñedos,
ya fue tratada en este blog. Pinchen aquí para leer la reseña. En
esa ocasión el vino escogido fue un Sauternes, nada más y nada menos que un
Château d’Yquem.
Yo aún no he tenido
ocasión de probar ni uno ni el otro y para evitar seguir babeando durante las
lecturas y poner las novelas perdidas voy a dejar de leer esta serie caso de
que se sigan traduciendo.