Thriller sociopolítico |
El hijo de la virtud es un juvenil thriller sociopolítico con más crónica de realismo en sus páginas que en las de los periódicos, que incide en lo ya sabido de que en las desigualdades entre clases sociales siempre ganan los que ostentan algún tipo de poder que les permite traspasar líneas rojas sin castigo y también que ante el dinero pocos se resisten a ser corruptos.
Su lectura ha de permitir a jóvenes revolucionarios de salón, como diría Marx, o a recientes indignados de tienda de campaña, aún expuestos a la erótica del poder, reflexionar sobre el alcance que pueden tener las ideas cuando se pasan a los hechos de un modo radical e irreversible. Aquellos que hayan seguido el cómic o visto el film V de Vendetta no podrán evitar notar ciertas analogías.
A Maximilien Robespierre, entusiasta visionario y
enloquecido artífice de la revolución francesa de 1789, rinde veneración el
cántabro protagonista de esta novela, Emmanuel de las Casas y a quien profesa profundo
respeto por considerarlo su padre ideológico.
Robespierre |
Emmanuel es un profesor de filosofía que decide culminar
el camino que inició Robespierre para contextualizar la República de la Virtud
y como que emplear la guillotina sería anacrónico decide junto con cuatro
amigos, Víctor, Ahmed, Adi y Nastia, valerse de armas modernas y sobre todo del
poder mediático de internet para despertar las conciencias adormecidas y
manipuladas del pueblo oprimido, aunque sea por la fuerza, mediante la
reinstauración del terror.
El terrorismo entendido como medio expiatorio para
liberarse de los que comprometen la virtud mediante sus malas artes con las que
no solo consiguen sus viles propósitos sino que además viven instaurados en la
impunidad. Por eso deben ser excluidos de la sociedad mediante un
ajusticiamiento ejemplarizante.
Pero en este camino de redención autoimpuesta se van a
liberar más que tensiones y Emmanuel va a tener que tomar terribles decisiones
que enfrentarán su amistad más noble con su idealismo y su amor más pasional
con su misión. Las tragedias no solo se viven de puertas a fuera sino que
también destruyen por dentro.
Es un thriller inteligente porque pone al joven lector frente
el espejo que refleja esos pensamientos tan íntimos, tanto que no se dicen y cuyo
sordo eco hace contraer los músculos de la cara, sobre lo que nos gustaría
hacer sino fuera por las restricciones morales y legales.
Juan Pablo Longobardo ha escrito una amena reflexión desde la erudición filosófica sin cruzar el umbral de la
pretenciosidad a pesar del uso de citas y de las diatribas que
proclaman los protagonistas durante sus purgas.
La escritura convence tanto en las descripciones más
cruentas de las acciones punitivas como en las aproximaciones amorosas llenas
de tierno romanticismo huyendo en ambos casos de lo fácil y lo trillado empleando un léxico rico y comprometiendose ante situaciones capaces de tambalear firmes
convicciones dejando la dignidad en entredicho.