La convivencia
interracial, la mezcolanza de culturas, ritos religiosos y mantenimiento de hábitos
alimentarios solo se pueden comprender en su globalidad si eres residente en la
localidad donde confluyen ya que los sentimientos de exaltación patriótica y
nacional, el peso de la historia adquirida y lo que se prevé deparará el
porvenir no son iguales para todos.
Pero, a veces, la armonía
puede ser tan frágil como una delgada capa de hielo y su rotura ser
desencadenante de una catástrofe y Bruno que conoce el lugar y sus gentes puede
anticipar movimientos y actuar de forma que la comunidad no deje de serlo y
evitar fracturas de difícil sino imposible recomposición.
Bruno es el Jefe de
Policia local de St. Denis y es alguien que respeta el texto de las leyes pero
relaja su cumplimiento y aplicación adaptándolo al entorno donde convive y a
las circunstancias en las que se requiere. Las interpreta como un músico
interpreta una partitura: con precisa lectura pero con su sentimiento.
Por eso todos respetan a
Bruno porque saben que antepondrá mantener y mejorar el buen clima en las
relaciones de los habitantes de St. Denis a cualquier injerencia externa aunque
sean órdenes de obligado cumplimiento como son las que se producen ante el
descubrimiento del asesinato de un anciano de origen argelino.
La víctima presenta
maltrato lo que parece apuntar a una muerte con ensañamiento y no a un robo que
saliera mal, hay cierto tufillo a venganza en ese cadáver, lo que, para ese
pueblo, siendo como es, resulta difícil de entender.
La función de policía local
abarca diversos quehaceres y la interrelación con los vecinos tiene trato
familiar; no hay imposición jerárquica: hay connivencia cómplice. Las palabras
y los gestos amistosos tienden a conseguir mejores resultados que las órdenes y
las amenazas.
Y aunque Bruno haya sido
militar y entienda la esencia de la disciplina también entiende la relajación
de la vida civil y sabe que la violencia solo es justificable como defensa y no
como ataque.
Bruno es un claro ejemplo
de respeto hacia el entorno, las personas y sobre todo las mujeres, con las que
mantiene una relación de igual.
Martin Walker nos ofrece
una novela policíaca humanista, casi roussoniana si se permite la
adjetivación. La armonía en las relaciones se sustenta siempre en el respeto
mutuo y en la empatía de ponerse en el lugar del otro.
Es de esas novelas en las
que el optimismo y las ganas de hacer el bien se imponen por encima de la
mezquindad y el mal. Es remarcadamente positiva, ingenua y, por momentos,
encantadoramente naïf.
No se la pierdan.