La violencia también se da en lugares apacibles. |
Trieste es la última gran
ciudad oriental italiana, fuera de la bota y ya en el muslo de Europa, que mira
al mar Adriático y queda recogidita por las fronteras con Eslovenia y Croacia.
Puerto tranquilo y atractivo
para actividades lúdicas y pecuniarias, ya sean legales o ilegales que para
decidirlo ya están los jueces. Pero cuando surge un problema y el implicado es
un yate de lujo propiedad de Bruno de Kopfersberg, alguien de quien hace tiempo
que se sospecha, se exige una participación policial rápida y eficiente que no
es cuestión de generar alarma y ver reducido el nivel de ingresos por lo que se
refiere a turismo principalmente.
El comisario Proteo
Laurenti, un hombre recto y justo, agradable y educado, que sufre menos
enfrentándose a un capo criminal que habiendo de prohibir a su hija que se
presente a la elección de Miss Trieste, teniendo además a su esposa en contra,
se encarga de la investigación.
Es un verano caluroso y
la actividad policial, de hecho cualquier actividad, parece contra natura.
Cualquier movimiento altera el ritmo cardíaco y genera transpiración, por
suerte un chapuzón y unas cuantas brazadas propician el descenso de la
temperatura corporal y permiten que la cabeza pueda pensar sin llegar a punto de
ebullición.
En A cada uno su propia muerte los delitos se acumulan a medida que se profundiza en la naturaleza del caso que los ha iniciado; al asesinato le sigue
posible blanqueo de dinero, negro por supuesto, corrupción e incluso trata de mujeres
y tráfico de drogas. Distintas caras del poliédrico mundo criminal que por el
entorno privilegiado en donde se desarrolla parece fuera de lugar.
Y no es que en las localidades agradecidas y apacibles no pueda haber delitos, pero su naturaleza oscura y violenta choca con la del lugar, tan luminosa y calma.
Veit Heinichen |
Veit Heinichen escribe una de esas novelas casi más costumbrista que negra y desarrolla los personajes solo hasta lo imprescindible para justificar sus acciones.
Las vicisitudes familiares tienen tanto o más peso que las
pesquisas policiales, lo que propicia que a la trama criminal le falte un poco de guindilla.
Primera de siete novelas protagonizadas por el Comisario Proteo Laurenti y
que por el éxito internacional obtenido es de suponer que la serie mejora con
las siguientes.
El conjunto resulta confortable, entretenido y divierte con sus exagerados comportamientos y aspavientos: tópicos a la italiana.