Una novela negra que dispara contra el totalitarismo, la discriminación y la corrupción. |
En Ciudad Capital conviven elementales con naturales o
mejor dicho, los naturales aceptan convivir con elementales mientras no haya
otra opción, ya que la que desean algunos, muchos, la exterminación total o la esclavitud sin límites, no tiene mayoría legislativa.
Y es que siempre a alguien distinto, y más con inexplicable poder, se le ve como una
amenaza cuando no directamente un peligro. Y los elementales son muy distintos: su alteración genética, una
triple hélice cromosómica, les faculta el dominio, con distinto nivel de
capacidad e intensidad, de alguno de los cuatro elementos elementales: aire, agua, fuego y tierra.
Los naturales, eufemismo de normales, los de doble hélice,
consideran esa anomalía, aberración más bien, razón suficiente para marginar
con leyes y con actuaciones a estos seres y confinarlos a una vida de
esclavitud durante su vida productiva y a un destierro durante su jubilación,
bien reduciendo su capacidad de actuación social o bien físicamente aislándolos
en Groenlandia y aun allí con restricciones de comportamiento y de aparejamiento.
John Harper es un elemental de fuego, ahora apagado, pero
no extinto, pues su jubilación le impide, so pena de muerte o de algo peor,
emplear su poder. John Harper es un investigador privado, algo común en
elementales con ganas de seguir sintiéndose vivos y por relaciones establecidas
ya que la mayoría ha ejercido en las fuerzas policiales.
A John y gracias, unas gracias envenenadas, a un ex-compañero
del cuerpo, le cae un caso que no puede rechazar. Un caso envenenado:
investigar la muerte de Scott, un elemental ex-policía, por encargo de su hija
Megan bajo la protección de un abuelo natural muy poderoso.
A través de la investigación se va descubriendo el
funcionamiento de esa peculiar sociedad, donde al fin y al cabo, habitada como
está por seres de carne y hueso y mortales, poco se diferencia de cualquier
otra. Ciudad Capital, como otra ciudad y otra capital, también tiene sus
avenidas y sus callejones, sus zonas residenciales y sus reductos marginales. Y
entre sus gentes hay aglutinadores, tolerantes y ultras. Vamos como en todo
barrio.
Y la investigación va a tener que lidiar con todo eso y más en un no parar.
J. E. Álamo |
J. E. Álamo, quien nos descubriera que hay vida más allá de
los clichés de la novela negra, con una serie protagonizada por un no muerto:
Tom Z. Stone, experimente ahora, de nuevo en los cambios de registro, esa felizmente descarada reivindicación pulp, para
seguir manteniendo la esencia del género sin hacerle ascos a injertos que le
aporten nuevas virtudes y, por qué no, nuevos defectos.
Mezclar hard boiled con fantasía urbana es arriesgado pero gratificante. Abre puertas a subtramas generosas y ambivalentes y ventanas a submundos estimulantes de transposición social.
Mezclar hard boiled con fantasía urbana es arriesgado pero gratificante. Abre puertas a subtramas generosas y ambivalentes y ventanas a submundos estimulantes de transposición social.
El autor escribe con ligereza y mucha habilidad una novela pulp de calidad, como si fuera fácil, y mechar
géneros y mantener el sabor de cada cual y potenciar el de ambos, no lo es. Describir ambientes típicos de género, bares y club de jazz, sin caer en
tópicos tampoco. Y conseguir que empaticemos al segundo de conocerlo con ese
malcarado y sarcástico encendedor ambulante que es Harper también requiere
habilidad para describir personajes.
Una novela negra que emplea la ironía y la diferencia genética para criticar los totalitarismos y los prejuicios. Una investigación policial que muestra que la corrupción es un cáncer social para el que aún no se ha encontrado remedio eficaz ni hay vacuna en desarrollo.
Todo un logro de este autorazo. Apúntenla para Sant Jordi. Hoy en día que en las paradas callejeras no solo lucen rosas rojas, sino otros especímenes híbridos, también hay que
otorgarle el valor que merecen las novelas negras trufadas.
Y recuerden sus otras novelas reseñadas en este blog:
01. Tom Z. Stone
02. Let it be (la
segunda de Tom Z. Stone)