Una novela negra con la que sufrir. |
La historia
social y política de España está más llena de testosterona que de razones y con
más actos castrenses, ordeno y mando, y litúrgicos, Dios está con los
vencedores, que diálogo. Y luego están los silencios, esos que llenan montones de páginas
en blanco porque no tienen ni tendrán quien les escriba.
Leer novelas
cuya acción se desarrolle durante o inmediatamente después del cruento golpe de estado
franquista tiene siempre un peaje anímico: el que conlleva convivir durante toda la
lectura con el horror, con todo el sufrimiento y desamparo que eso supone.
Pero no es
un horror extraído de neuronas creativas, no. Lo que se cuenta suele ser verdad
y si no a datos exactos lo es por aproximación. Y lo estremecedor es que
siempre se suele cumplir el axioma de que la realidad fue peor, mucho peor, de
lo que relata la ficción.
El ex-inspector
Carlos Lombardi, aun purgando su desafección al nuevo régimen, recibe un
encargo de su anterior jefe, Balbino Ulloa, que le ha de permitir sino
blanquear su expediente si al menos rebajar a gris lo que se escribió en negro.
Debe
localizar a un joven novicio que desde que saliera un sábado por la mañana del
monasterio para pasar el fin de semana con la familia no se le ha vuelto a ver
y se sospecha la tragedia. Hijo de un pez gordo y ahijado de otro aún más, ambos
fieles y leales servidores de la patria y del caudillo, hay mucho interés por
esclarecer los hechos y encontrar culpables: en la España de Franco no hay
delitos ni desapariciones ni crímenes que no se puedan explicar.
Ejecución sumarísima. En el cementerio, con la fosa en los pies, con los niños mirando, con una hilera esperando. |
La novela
transcurre en tierras burgalesas y con Aranda como epicentro, en verano de
1942. La contienda, la guerra, la cruzada, hace poco que acabó y aún hay miedo
entre las clases populares. Trabajadores y gente del campo se saben inseguros y
nada hacen que pueda suponerles el más mínimo problema con la autoridad vigente.
Ni hablar, si pueden. Y las mujeres callan doble porque no está bien visto que
se las oiga ni casi que se las vea.
Una
autoridad con muchas cabezas, ya que hay que cuidar de no ofender a los
representantes del movimiento, casi con tanto poder como el alcalde, a las
fuerzas policiales, una benemérita que aún está buscando su encaje en este nuevo
orden social, a los nuevos ricos terratenientes y sin olvidar al clero, el
brazo religioso que enarbolando la cruz son más temibles que si empuñaran una
espada.
Y Lombardi
va a tener que lidiar con todo eso y más, revolviéndosele el estómago cada dos
por tres, tragando más bilis que vino ácido de la tierra, en una investigación
que le descubre aspectos de la contienda en la retaguardia de aquellos que
nadie quisiera conocer. Que guía sus pasos por tierras que nadie quiere pisar y
por caminos que haría bien en evitar.
La virgen de los huesos es una novela negra, de lectura imprescindible, que dará que
hablar.
Guillermo Galván |
No conocía
ni a este autor, Guillermo Galván,
ni a este ex-inspector, Carlos Lombardi, pero desde ya son dos tipos que caen
bien y quiero leer la novela presentación de la serie: Tiempos de siega. Su forma pausada de narrar, de elegir
cuidadosamente las palabras, su facilidad por crear ambientes y personajes y
por describir el entorno sea urbano o paisajístico es meritorio y permite una
lectura tranquila. Necesaria para, de vez en cuando, marcar pausas i permitir
evocar esa época, sin poder evitar un atisbo de miedo, y recordar que no hace
tanto.
Mucha
documentación, que no se nota, y mucho sentimiento hay en esta novela en la que
Lombardi es un perdedor, pero no por haber perdido sino por no estar en el
bando vencedor, y eso, se mire como se mire, es un honor.