lunes, 2 de agosto de 2021

Siempre hay alguien a quien matar de Guillermo Orsi

Celia, la hermana de Tamara, avisa a Francisco, quien fuera una circunstancial pero más que especial pareja de Tamara, de que ésta ha muerto. Francisco se desplaza hasta un lugar lejano y recóndito para manifestar su duelo sin saber muy bien si la decisión responde a una necesidad vivencial o a una obligación moral.

Una deuda con ella o consigo mismo. La búsqueda de un reencuentro aunque sea con un cuerpo sin vida.

A su llegada se encuentra una población, con unas cabezas visibles, que parece ser carne de obra de teatro. Y su condición de escritor le hace formular preguntas de las que no solo no obtiene respuestas sino que generan dudas y más preguntas que confunden la trama como si Kafka estuviera moviendo los hilos detrás de la tramoya.

Poco a poco se irá involucrando en un asunto turbio y complejo donde se irán descubriendo aspectos que, ligados a nuevas muertes, van a ir fijando los tablones para que el lector avance pisando firme y no caiga, desorientado, al vacío.

No, no es de esas novelas negras donde todo se da hecho y solo hay que seguir las miguitas de pan. Es negra si, pero absolutamente desquiciante. Muy crítica con el poder, lo ejerza quien lo ejerza, y con sus circunstancias y consecuencias.

Quien se vale de él queda preso en su influencia gravitatoria lo que le impide alejarse. Los favores recibidos son favores debidos. Y el poder devora a sus mandatarios como Saturno a sus hijos.

El autor ha empleado la figura del hombre solo, Francisco, Paco, turista obligacional, extranjero en su tierra y desconocido en el lugar, para vertebrar una historia de desesperanza a nivel nacional donde la corrupción campa como la mala hierba; y de afianzamiento individual, donde el desconcierto aúpa las malas decisiones condicionando el futuro. Aunque como el gato de Schrödinger hasta el final no se sabe si se está con vida o no.

La obra de Guillermo Orsi está impregnada de la historia reciente de esa Argentina que siempre asemeja ser un barco a la deriva y a cada envite con la tormenta pierde parte de su carcasa pero mantiene intacta su fe en superar el siguiente y acabar navegando en aguas tranquilas y con destino bien trazado.

Por eso en Siempre hay alguien en quien matar se palpa, en cada párrafo, esa sensación de angustiosa desesperanza pero sin llegar a lanzar la toalla, luchando mientras queden fuerzas. Se perderá por puntos pero no por KO, aunque sea cabeza de turco.

lunes, 26 de julio de 2021

Sangre turbia de Robert Galbraith

A estas alturas de realidad todo el mundo sabe que bajo el seudónimo de Robert Galbraith, escritor de novela policíaca, se encarna J. K. Rowling, la creadora del universo Harry Potter.

Pero todavía hay quien no quiere reconocer, y es que la envida es muy mala consejera, que estamos ante una gran escritora capaz de lidiar con dos géneros bien distintos y triunfar en igual medida.

Sangre turbia es la quinta entrega de la serie policiaca protagonizada por la sociedad formada por Cormoran Strike y Robin Ellacott.

Quienes siguieran la saga de Harry Potter coincidirán en que cada entrega superaba en páginas la anterior. Esta de Cormoran Strike totaliza más de mil, lo que la convierte sin duda en la novela del verano e implícitamente en un casi definitivo guion para su adaptación a serie.

En Cornwall empieza todo, para un argumento que tiene de todo, a Cormoran Strike un caso le sale al paso en plena calle encarnado en dos mujeres. Un caso que sucedió 40 años atrás y cuyo desenlace aún se desconoce. La doctora Margot Bamborough salió de trabajar para encontrarse con su mejor amiga en un pub, y no solo no llegó a la cita sino que nunca más se supo nada de ella.

Ahora su hija contrata a Cormoran para que aporte luz a esa desaparición. Para Cormoran el caso es más que un ingreso en cuenta, es un misterio y eso es algo a lo que no puede resistirse, aunque sabe que el tiempo transcurrido es una losa de gran peso que va a ser muy difícil levantar y también que actuar contrarreloj, el contrato es por un año, no es un estímulo sino una enorme presión.

La situación en la agencia es boyante pero en la vida personal, tanto Cormoran como Robin tienen bastantes problemas por lo que el caso, de difícil enfoque, no va a ayudar en mejorar su estado de ánimo, más bien al contrario y a complicar su existencia con más adversidades de las que ya padecen, lo que paradójicamente va a fortalecer su amistad al trabar mayor conocimiento el uno de la otra y viceversa.  

J. K. Rowling es una escritora concienzuda hasta el mínimo detalle capaz de crear un universo entero donde ubicar sus personajes y desarrollar sus relaciones y mostrar el trabajo desde el interior de la agencia de investigación que trabaja simultáneamente en diversos casos, además del Bamborough, bautizados imaginativamente: Déjà Vu, Danzarín, Postalitas y el Perla, repartiéndoselos como buenamente pueden y con más horas extra de las que una saludable higiene mental puede soportar.

Ir describiendo el avance en cada caso, las rutinas y protocolos de la agencia, las relaciones entre los investigadores, sus vidas fuera de la oficina y a su vez las vidas de las personas investigadas resulta de una densidad próxima a la de una enciclopedia, pero la habilidad de Galbraith para narrarlo hace que se convierta en algo asequible y deseable.

La autora presenta un escenario a modo de libro pop up en el que los despliegues parece no tener fin i gestiona el tiempo narrativo de cada caso para ir mostrando los nuevos elementos de forma que el lector pueda asimilar sin problema la nueva información e integrarla en el mapa mental que ha ido construyendo para identificar en todo momento quien es quien.

Su estilo, claramente distanciado de la novela negra y claramente emparentado al de la policiaca clásica, al estilo inglés, no sorprende al lector con giros inesperados sino que lo consigue con sucesivas nuevas dosis de información que resuelven preguntas y generan otras; las sumas de misterio más misterio van aupando la tensión y cuando se mira abajo solo se ven nubes de lo peligrosamente alto que aquella ha subido.

Es probable que con menos páginas la lectura habría mejorado la experiencia lectora pero también es cierto que no sobran y que estamos ante una escritora que ha creado su propio estilo y quien a él se acerca ya sabe dónde se mete.

No es la mejor de la serie, aunque tal vez sea la más personal i la más neovictoriana, pero a estas alturas sus lectores ya estamos rendidos a su estilo y quien se acerque por primera vez no solo no saldrá defraudado sino que pedirá más.

 

miércoles, 21 de julio de 2021

Esclavos del deseo de Donna Leon

Leer a Donna Leon permite volver una y otra vez a Venecia; esa Venecia inalterable que siempre es igual y nunca es la misma. La que mira desde su inmovilidad, y la solemnidad que conforma su edad, a transeúntes locales y turistas siempre en movimiento efímero.

Donna Leon solo necesita dar cuerda a Brunetti, su comisario, y él solo lo hace todo. Los argumentos se mueven bebiendo del noir costumbrista y la denuncia social más exacerbada. Aquí se nota la militancia en la defensa de los derechos humanos y en la salvación del planeta que la autora practica y canaliza, nunca mejor dicho tratándose de Venecia, en las reflexiones de Brunetti y en las conversaciones familiares que este mantiene en la mesa con su esposa y sus hijos.

Brunetti y su familia son nuestra familia. Con ellos andamos, tomamos vaporetti, comemos y debatimps sobre temas diversos y con distintos puntos de vista. Hay enfados pero menos que visitas del fenómeno de l’acqua alta cada vez más proclive a aparecer por culpa de factores climáticos, esos contra los que lucha la autora.

Esta obra, la número 30 del comisario Guido Brunetti, tiene un inicio y desarrollo atípico en el marco habitual de la novela negra y policiaca actual, pero acorde a la búsqueda incesante de nuevas fórmulas que no aburran a un público fiel y atrapen a recién llegados a las que siempre ha sido proclive la autora.

No hay asesinato que investigar, aparentemente solo una posible agresión o un accidente de dos chicas jóvenes que han sido encontradas, con heridas, en las cercanías del hospital, lo que desencadena una trama de avance parsimonioso con mucho trabajo de campo para ir hilvanando pequeños detalles.

La paciencia de Guido Brunetti y el acertado contrapunto de las y los colegas con quien investiga llevan el caso a buen puerto, y de nuevo, disculpen el chascarrillo, nunca mejor dicho cuando entra en juego la Laguna.

Y es que la trama tiene en el agua de sus canales, de la Laguna y la Giudecca donde fluir y la investigación policial con la ayuda de la Guardia Costiera hace el resto incidiendo en un tema que va más allá del delito y que la autora ya denunciara en una novela bastante anterior, Muerte y Juicio, de la serie.

La prosa siempre elegante, como Donna, como Venecia, resalta el placer de la lectura y propicia que el lector disfrute desde la primera página. Los casos criminales del inspector Brunetti permiten conocer esa Venecia que, despojada de la máscara del carnaval perpetuo al que parece asociarse, solo resulta accesible a sus habitantes.

En esta ocasión además se permite una interesante disputa nacionalista con un dueto napolitano que confunde notablemente a un veneciano. Una agradable nota de humor del que nunca, afortunadamente, es exenta la autora.

Poco que añadir a la obra de esta autora consagrada, quien se diera a conocer, pronto hará 30 años, con su primera obra Muerte en La Fenice. Una carrera literaria que empezó como una broma y que se ha vuelto muy seria.

Este verano dense un paseo por Venecia, aunque sea con la imaginación, y léanla. Esclavos del deseo, una novela negra que se puede acompañar con qualquier vino italiano, aunque no coincida con los gustos de Brunetti.

Donna Leon es de las autoras de novela negra y policiaca que come en el comedor principal y siempre es un placer poder sentarse a su mesa a través de sus novelas. Y estamos de suerte ya la número 31 de esta serie está al caer.

domingo, 18 de julio de 2021

Las sombras del sótano de Tania Santana Ventura

Se suele escuchar que el cielo está arriba y que el infierno está bajo tierra; tal vez por eso los sótanos suscitan temor. Son el escenario ideal donde realizar actos deleznables u ocultar secretos inconfesables.

Lo sorprendente es que una hermosa y apacible casa puede contener un ominoso sótano; de igual modo que una persona omnívora puede llevar el calificativo al extremo e incluir carne humana en su dieta. Por fuera nadie lo diría. Por dentro muchos esconden un sótano.

En Inglaterra y en tiempo presente, los Baker, Robert y Gillian, matrimonio, y sus hijos Eliza y Luke se dirigen hasta Castle Combe, uno de esos pueblos que parecen salidos de un cuento, para pasar las vacaciones de Navidad.

Los adultos pretenden una ansiada desconexión de las rutinas que mejore su deteriorada relación mientras que sus hijos, desplazados a regañadientes, se entretienen observando pájaros, Eliza, y jugando, Luke, hasta que unos sucesos luctuosos van a voltear la vida del pueblo y la de los recién llegados, generando un desasosiego que parece no tener fin.

La novela parte de lo cotidiano, lo familiar, lo conocido, para ir elevando el tono y pasar de la luz a la oscuridad hasta conseguir un clímax final sorprendente, inesperado y más ominoso si cabe que todo lo narrado con anterioridad.

La autora, Tania Santana Ventura, conocedora de que el verdadero terror no se viste de monstruo sino que pasa desapercibido, desarrolla, en esta novela negra, unos personajes que cuando acaba el relato no son, no pueden ser, los mismos que empezaron.

Para ello trabaja a fondo su aspecto psicológico de modo que nos permita conocer que uno no es como nace sino como se hace. El avance en la trama va mostrando como son en realidad y no como aparentan ser y lo consigue empleando dos voces, en primera persona, una narrativa y la otra epistolar, para que alternativamente tomen el control del relato.

Emplear la voz de Eliza como narradora permite un tono de lenguaje juvenil y coloquial, muy creíble, sin complejidades lingüísticas ni frases rebuscadas lo que se traduce en una lectura ligera pasa páginas.

El ritmo está acompasado para avanzar presentando hechos sin dar pistas de lo que está por venir, lo que permite gozar de la incertidumbre que debe ofrecer toda novela de suspense que se precie.

Tania Santana está iniciando un camino que tiene mucho recorrido y amplio horizonte.

Pongan un sótano en su vida si quieren vivir sus inclinaciones noir en plenitud; y mientras no lo tengan lean esta novela que les acercará a vivir esa sensación. Y si cenan filete, que sea poco hecho, pasado sería un crimen.

domingo, 11 de julio de 2021

Miradas de humo: la detective, de Pilar González Álvarez

Julia Soler es una detective privada que logra ser aceptada como colaboradora de la policía para investigar la muerte de una querida amiga, una pintora con proyección.

Su cuerpo ha sido hallado en la zona ajardinada del Museo del Prado en un estado lamentable. Si todo lo que muestra fue realizado pre-mortem, el sufrimiento debió ser atroz. Una creación artística del tenebrismo para el Museo oportuno.

Diego Jiménez, el inspector encargado del caso, no ve con entusiasmo la participación de alguien de fuera, pero debe acatar órdenes aunque no pueda evitar mostrar a cada momento su disconformidad.

Sin dar tiempo a respiro, sin casi organizar las pesquisas, la aparición de un segundo cadáver sume a los investigadores en el desconcierto y marca el inicio de una carrera contrarreloj por si hubiere otros.

El resultado es un thriller noir que bebe de obras de arte y elementos históricos, para forjar una conspiración criminal con sectas y órdenes religiosas en una trama en la que intercala elementos sobrenaturales que desconciertan a protagonistas y a lectores

Como toda obra primeriza de género, los diálogos suenan como una obra de teatro poco ensayada; y la investigación emboca sospechosamente a la primera lo que reduce desafortunadamente la complejidad de la trama, que agradecería giros inesperados y más tensión.

Nada que no se pueda conseguir y a Pilar González Álvarez, que ha osado salir de su zona de confort para adentrarse en el relato criminal, aún alejado de la esencia de la novela negra o policiaca y más cercano al de misterio, se le agradece su aportación al género.

La novela ha sido finalista del Premio Ateneo de Sevilla 2019