Alan Auhl, ha vuelto a la policía, después de una ausencia de cinco años. Es mayor, tanto que las burlas sobre su edad o sobre los achaques asociados a ella, le resbalan. Ya se sabe que la juventud se cree eterna y suele ser despiadada en su avance hacia la gloria.
En la policía la edad puede
ser sinónimo de experiencia, de madurez, de reflexión. De no tomarse nada a la
ligera, de ser cuidadoso con los detalles, de ser paciente y aceptar que no
todo se resuelve como en la tele.
Alan es mayor pero no es,
nunca lo ha sido, tonto; al contrario es muy capaz y busca el lado humano en el
enfoque del caso criminal.
No solo porqué los humanos son
las víctimas y verdugos, sino porque hay sufrimiento y daños colaterales que,
si se puede, hay que intentar minimizar al máximo.
La novela transcurre en
Melbourne, Australia, y tiene como punto de partida el temor a un ofidio. Con
las serpientes hay que tener cuidado, pueden ser letales y es mejor capturarlas
y soltarlas en un entorno donde no haya humanos que puedan convertirse en
víctimas potenciales.
Y no porqué se metan en un
agujero hay que dejarlas. Podrían ser hembras, podrían estar embarazadas,
podrían crear una colonia, podrían invadir tu casa y atacarte a ti y a tus
hijos.
No, con las serpientes no se
juega.
Alan Auhl va a tener que
lidiar con varios casos simultáneos y parecidos. Con humanos que reptan como
serpientes y que tienen veneno. Alan sabe cómo hay que tratar a esos humanos y
a su edad, los reparos los deja para quienes ven la vida desde la comodidad de
un sillón creyendo que la realidad es lo que muestra la televisión y que la
justicia es justa y no un contubernio de letrados y clientes con posibles. En
sus años de oficio Alan sabe que hay quien desayuna, come y cena corruptelas.
El escritor Garry Disher nos regala a un personaje maravilloso. Una persona muy digna, justa, equilibrada, sensata y resolutiva. Un personaje que destroza el cliché que de su profesión la novela negra ha convertido en estereotipo.
Con una vida privada muy
interesante y una convivencia estimulante por la diversidad de caracteres que
pueblan su casa, reconvertida en varios hogares temporales.
A Alan Auhl, AA, lo vamos
conociendo a través de sus relaciones personales y trabajando en unos casos
criminales, simultáneos, porque la vida es así: repleta de simultaneidades
cotidianas que se entremezclan con el trabajo y que hay que ir resolviendo al
unísono.
Matar, acosar, humillar,
maltratar, engañar, son acciones que están ahí, como las serpientes, y que
precisan ser combatidas con tolerancia 0. Comporte eso lo que comporte.
Bajo una luz fría reflexiona
sobre la eficiencia en la resolución de problemas; recrimina a la justicia su
comportamiento y le pide que gesticule menos y actúe más y no duda en emplear a
su protagonista de justiciero cuando la justicia no resulta justa.
Es una muy buena lectura, que
hay que aplaudir al terminar y luego reflexionar sobre todo lo que ha
evidenciado, todo lo que ha denunciado, que no es poco.
Una lectura pausada, emotiva y
crítica con el interior de la condición humana y que avanza a su ritmo pero no
da puntada sin hilo. No se la pierdan