Hay novelas en las que la investigación se centra en identificar y aclarar fenómenos paranormales a cargo de detectives de lo sobrenatural. Y hay otras donde esos fenómenos tienen presencia activa y determinante en la solución del caso, pero no son objeto de atención por que se desconoce su participación.
Y luego está Cuando la
niebla duerme un thriller criminal con deje sobrenatural que atrapa,
entretiene, divierte y emociona pero que no recibiría el aprobado de las
disposiciones de las reglas de S. S, Van Dine para escribir una novela
policiaca ya que transgrede más de una y de dos y de tres… aunque tiene
disculpa si tenemos claro que estamos ante un thriller de fantasía y el
argumento se ciñe al suspense y no al revés.
La investigadora Minerva
Nàcher y su ayudante Gisela Landon aceptan colaborar con la policía veneciana
para esclarecer la desaparición de una joven turista catalana, Fátima Biosca,
que tuvo lugar hace unos meses en la Serenísima y que ahora ha aparecido ataviada
como una cortesana del siglo XVI, inconsciente en el interior de una góndola.
La denuncia de la
desaparición fue interpuesta por su hermana melliza, Lourdes, que junto con su
amigo especial Héctor y el novio de su hermana Ángel, estaban con ella en
Venecia pasando unos días de vacaciones.
El caso tiene varios hilos
de los que tirar e ir desenredándolos correctamente resultará determinante para
la resolución del caso.
La novela empieza con el
listón muy alto: Lourdes, la hermana de la desaparecida-aparecida Fátima, acaba
de ser asesinada y su espíritu flota libre de la atadura física de su cuerpo y
debe aprender a manejarse en ese estado mientras tiene claro que debe resolver
su asesinato ya que no sabe ni quien ni porqué ha actuado de ese modo contra
ella.
A partir de esta premisa, aceptación de una presencia sobrenatural activa con los ribetes religiosos que se le presuponen, ya nada puede ni debe sorprender al lector más allá del propio desarrollo de la trama que ofrece los giros propios del género para que el juego del gato y el ratón no tenga un final previsible.
Trinidad Fuentes utiliza los personajes según necesidades del guion y
adapta sus comportamientos, reacciones y diálogos en función del escenario y de
la representación que se les requiere a cada momento, como si fueran títeres,
ya que no son protagonistas al uso.
Mezclar el mundo físico y
el extrasensorial en un entorno de novela criminal, y crear un personaje,
Minerva, con capacidad de interpretar el primero y de percibir el segundo, es
un ejercicio de fantasía. Y leer la novela implica aceptar ese juego de
irrealidades si se quiere pasar un rato divertido y entretenido.