jueves, 13 de enero de 2022

Marismas de Beatriz Roger y Luiso Soldevila

El argumento plantea muy bien desde el principio el alcance de lo que pretende. La cuidada presentación de cada uno de los protagonistas, bastantes y suficientemente diferentes y bien perfilados como para enriquecerlo con distintas voces y la ubicación del escenario: la esquina costera norte de la comarca del Baix Empordà, l’Empordanet, tomando como epicentro Llafranc, y añadiendo la tramontana al elenco de personajes.

Un amplio escenario geográfico con variada orografía e igual plantilla de personajes con los que se desarrolla una apasionante trama donde el amor de madre tiene su punto fuerte en su tendón de Aquiles y donde el odio no muestra debilidad.

Nicolás Nico Ros acaba de instalarse en Llafranc con su mujer Estela y su hijo Simón de 3 meses, en una casa regalo anticipado de Navidad de sus suegros. Nico es detective y casi sin tiempo de instalarse y en visperas de las fiestas de amor y paz le llega el primer encargo de alguien a quien no le puede negar nada aunque le pese la relación.

Una niña de 10 años, Bashira, ha desaparecido en La Gola del Ter, las marismas que forman la desembocadura del río, a las faldas del Montgrí. Un lugar idílico donde se puede despedir al sol y saludar a la luna simultáneamente, no es extraño, pues, suponerle vibraciones mágicas.

Nico trabaja codo con codo con los activos policiales, les une una antigua amistad y relación familiar, en una frenética búsqueda puesto que todos son conscientes de que el paso del tiempo, en esas situaciones, juega en contra de encontrar a la pequeña con vida.

La dupla de autores ha levantado una sólida novela sobre la delgada línea que separa el thriller noir y la novela negra. Con lo que toman de cada género lo más bueno que tienen para conseguir algo mejor. En este caso 1+1=3.

Beatriz Roger y Luiso Soldevila han escrito una novela empleando los conocimientos obtenidos de sus respectivas profesiones y empleando habilmente sus resortes, por lo que el resultado no podía desmerecer, destacando la perfilación de los caracteres y su preciso sentido del tempo narrativo.

Así, Marismas es una novela negra de las que se empiezan a leer al atardecer y se acaba en la madrugada. A un argumento tan interesante no hay que darle tregua; si se deja reposar, se enfría y pierde su tersura y su sabor. Nadie vería un film de género thriller en tandas de 15 minutos al día.

Y no aventuro nada al afirmar que tendrá continuidad como serie; basta solo con llegar a la escena post-crédito para constatarlo. Y ya estoy deseando que ese día llegue pronto.

No hay duda de que estamos ante una obra que se va a posicionar en los lugares altos de los rankings y va a optar a premios. Dentro de un tiempo les voy a recordar esta premonición, y si no me creen ¿Qué pensarían si les dijera que me lo ha dicho Doña Sol?

domingo, 9 de enero de 2022

El buen padre de Santiago Díaz

¿Hasta dónde llega un padre para salvar a su hijo? Nadie lo sabe; no hay límites, no hay ética ni moral; no hay horizonte. Nada importa, ni la propia vida.

Todo vale por muy irracional que desde fuera pueda parecer.

Un buen padre ha decidido emprender una incomprendida cruzada para sacar a su hijo de la cárcel donde cumple condena por haber asesinado a su esposa. Eso dice el veredicto aunque él no haya parado de negarlo desde su detención.

Nadie, a excepción de su madre y su padre, lo han creído. Ahora solo queda el padre y está dispuesto a todo, y nunca todo tuvo un significado más aterrador, para conseguir que se reabra el caso y se le exculpe.

Para ello se ajusta a un plan perfectamente concebido y cuya ejecución debe llevar a conseguir el objetivo. Con esta ilusión se lanza cuesta abajo y arrastra consigo la atención lectora cautiva ya desde el primer momento.

Y así a una velocidad trepidante se abre una tensa, angustiosa y asfixiante carrera contrarreloj que arrastra a la policía y al lector por intricados vericuetos donde el avance de la investigación, siempre por detrás del plan establecido, hunde de desespero a los policías y al lector que se ve impotente para poder ayudar aun sabiendo lo que otros no saben.

El suspense llevado a su nivel deseado i el ritmo de thriller al límite de revoluciones.

Una trama muy bien construida que impide cualquier distracción al enlazar cada párrafo con información relevante lo que equivale a momentos de vivencia expuesta.

El buen padre es un thriller construido con el mismo mimo con el que se engastan las piezas pequeñas en una maqueta, con paciencia, pulso y oficio.

Santiago Díaz ha dibujado unos planos precisos antes de fabricar las piezas y todo medido para que encaje con precisión milimétrica, para que nada ni nadie sobresalga y estropee el encuadre.

Y también para que quien lo lea lo haga como quien ve una película sin poder despegar los ojos de la pantalla por temor a perderse un gesto o una mirada determinante. Sus recursos de guionista al servicio de un pasa páginas que no escatima en giros que sorprenden y desconciertan por igual.

No escatima en violencia, la justa y precisa, ni tampoco en favorecer la empatía con quien debería merecer solo rechazo y es que el comportamiento humano es un espejo de múltiples caras que muestra en función de donde se sitúe la mirada.

Si en Talión, su primera novela ya reseñada aquí, aun había más de guionista que de literato, con El buen padre, primera entrega de una serie protagonizada por la inspectora Indira Ramos, da el salto definitivo y consigue aterrizar no solo de pie sino clavando la posición.

Hay ganas de leer su tercera novela, la segunda con Indira, que con el título de Las otras niñas se anuncia para este 13 de enero.


lunes, 3 de enero de 2022

Piel quemada de Laura Lippman

Estamos ante una novela negra con sabor añejo; una obra que evoca esas novelas clásicas, muchas llevadas al cine, donde los personajes son sus circunstancias. Donde el protagonismo se lo lleva una mujer de la que no se sabe si es una femme fatale o una víctima de la fatalidad.

Polly, es una pelirroja de actitud reservada y distante que acaba trabajando en un bar de Belleville para sobrevivir. Adam es un detective privado que la investiga, por encargo de alguien que la describe como el más malvado de los seres, y que acaba trabajando en el mismo bar para tenerla vigilada.

A medida que Adam la va conociendo, duda de la veracidad de los datos del cliché que le vendieron y su ética se ve comprometida y cuanto más avanza la trama más confusión mental se suma. Enamorarse no entraba en sus planes.

Polly es un espíritu libre que no puede evitar enamorarse intensamente pero a la que no le cuesta desenamorarse si es preciso. Y aunque puede ser sufrida también puede infringir dolor. Un espíritu que, con más o menos similitudes, lo hemos conocido encarnado en aquella sensual Cora y su cocina aguardando al cartero; en la fría y calculadora Phyllis tras sus gafas de sol y la póliza de seguros; la vulnerable Laura volviendo de entre los muertos mientras el reloj de pie recuerda tempus fugit o una Alice saliendo del cuadro donde estaba pintada para deleite del profesor Wanley antes que el placer se torne ahogo.

Laura Lippman ofrece una brillante intriga rellena de suspense. Recoge el espíritu de mujer fatal y lo insiere en una atmosfera opresiva cuya tensión se va adueñando del lugar, no dejando espacio para el oxígeno necesario para poder respirar, hasta culminar en un final nada convencional.

La autora nos regala el reencuentro con esa narrativa, que marcó las bases donde se desarrolló la novela negra americana de la primera mitad del siglo XX, en la que lo importante son los personajes y sus relaciones. Los diálogos y los silencios. Los recuerdos de lo que no se quiere repetir y los anhelos de lo que se desea vivir.

La retoma para reinventarla, para que con la misma música se den otros pasos de baile. Nada fácil reescribir a los clásicos haciéndolos contemporáneos.

Y lo hace con un ritmo muy medido y pausado. De evolución lenta pero progresiva, sin vuelta atrás; describiendo los espacios, habitaciones y locales, que reflejan la personalidad de quienes los habitan y ambientando el entorno con el costumbrismo justo para que quien se acerque a su lectura experimente las mismas sensaciones, de calor por un sol que quema la piel o desasosiego bajo la lluvia, que los personajes.

Piel quemada es una novela negra que transcurre en medio de la nada, en un pueblo de paso, Belleville, que si se puede evitar incluso ni eso, a pesar de ser uno de los diez mejores pueblos de los Estados Unidos, según un letrero, reclamo publicitario, recién colocado en la entrada.

Demuestra como con pocos elementos se puede construir una elaborada historia cuando estos son de calidad. Habiendo empezado 2022 puedo afirmar, sin duda alguna, que tal vez no sea la mejor novela que he leído este año 2021 que acabamos de cerrar, pero si es así no consigo recordar el título de la otra. Empiecen el año con una lectura cuyo recuerdo perdura como poso de agradable sabor.

domingo, 26 de diciembre de 2021

Contrapaso. Los hijos de los otros, de Teresa Valero

Desde el golpe de estado de 1936, se han vivido distintas etapas donde el color negro, que no el noir, ha ido desde el negro ominoso, al negro nauseabundo, negro temeroso hasta alcanzar el negro eterno; esos tonos han pintado un país que el dictador convirtió en su jardín de caza y aisló en una burbuja.

Las historias que en esa época se sucedieron conforman nuestra Historia y ya no se pueden esconder ni desmentir. Una de las más deleznables, si es que hubo alguna que no lo fuera, tiene que ver con la apropiación y venta de recién nacidos.

Mujeres jóvenes, sin posibles, o de pensamientos esquivos a los impuestos por leyes arbitrarias, o repudiadas o con familias excesivamente pudorosas o temerosas de Dios, parían sin poder llegar a ser madres.

Unas por omisión ante la unilateral e inapelable docta declaración médica de muerte súbita del recién nacido; otras por acción cediendo a la conveniencia de que su retoño sería más feliz en una casa bien estante.

La maquinaria bien engrasada apenas chirrió durante los largos años que se dedicó a suministrar bebés a familias afines al régimen. Una fábrica de producción en cadena ininterrumpida y muy rentable que surtía a familias afines a los principios del movimiento, de mentes moldeables candidatas a perpetuar los privilegios y de paso erradicar malas hierbas de aquel jardín del edén

Contrapaso. Los hijos de los otros, denuncia esa tragedia a través de una elaborado argumento en la que todo es cierto o nada es mentira, según como se mire, espectacularmente dibujado y coloreado con gran sensibilidad y oficio.

La misma sensibilidad que emplea para relatar los hechos sin que por ello se desvíe ni un milímetro de la ruta de desenmascaramiento iniciada sin vuelta atrás. Nada está dejado al azar, la documentación, rigurosa, minuciosa hasta la avaricia, avala todos y cada uno de los pasos que mueven la trama.

Sin duda unos de los mejores cómics jamás publicados en toda la historia de este país y de muchos otros. Por su guion respondería a una novela negra del subgénero true crime a ritmo de thriller policiaco y por su realización gráfica fácilmente equiparable a una obra de arte. Un placer para la vista, un revulsivo para la mente y un sacudidor de conciencias.

Teresa Valero demuestra un gran nivel como relatora tanto en el texto como en los dibujos. No hay voz en off y son los encuadres en las viñetas quienes se encargan de ir marcando el ritmo; y es en el detallado contenido de las viñetas, en ese estilo a caballo entre cartoon y realismo acuarelado, esa cariñosa evocación a Blacksad, donde se viste definitivamente la historia.

Poco más se puede decir, solo recomendarles su lectura e insistir en recomendarles su lectura.

¡Ah! y lo mejor: su final indica que esto no ha hecho más que empezar.

viernes, 17 de diciembre de 2021

El cuento del Lobo de Blas Ruíz Grau

Un título tan engañoso como su cubierta y como su reclamo publicitario: Conoces el final del cuento. ¿Serás capaz de cambiarlo?, que parece escrito por alguien que no se ha leído la novela. Nada que ver con su contenido.

Una familia de buena posición económica y social se acerca a un centro comercial el viernes por la tarde para comprar ropa para asistir a una comunión. Mientras el marido espera, cargado de bolsas, sentado en un banco, su mujer y su hijo entran a una tienda, poco antes de la hora del cierre, para desaparecer a continuación.

Ni rastro. Siendo hija de quién es se debería contemplar la posibilidad de secuestro para atacar a su padre, aunque tampoco se debería descartar un abandono voluntario, aspectos que la policía duda en contemplar.

Con este punto de partida el autor pretende sumergirnos en un torbellino de emociones y angustia que no logra por distintas razones.

Al narrador omnisciente hay que reprocharle que el uso del recurso Cliffhanger al final de capítulo se convierta en abuso y por tanto no solo pierda su intención sino que aburra. Y al autor que abra subtramas para explicar los conflictos emocionales de sus personajes y ni los cierre y, en algunos casos, ni tan solo aporten nada a la trama principal, lo que supone sortear piedras en el camino de la lectura, frenar el ritmo y ralentizar la tensión.

Aparte que recurre a un recurso (desvelarlo sería spoilear en demasía) que no solo resulta censurable, desde los tiempos del Detection Club, sino que además deja en evidencia la poca rigurosidad policial, que en todo momento parece moverse por impulsos y no por procedimiento.

Y es que la investigación brilla por su ausencia en una trama que solo coge carrerilla en el último tercio de la novela, y eso que cuenta con una especialista venida exprofeso, y que evidencia la incapacidad policial para resolver un caso que va abriéndose por sí solo y que soluciona quien menos se esperaría que lo hiciera.

Un thriller sembrado de recursos manidos y personajes cliché: unas elecciones a la vista, un político corrupto con un asesor turbio, una periodista salida de la nada con recursos ilimitados, un narco gallego bondadoso, un sicario ruso apodado el checheno muy malo, unas policías que arrastran problemas emocionales y que no dudan en fundirse en abrazos entre mares de lágrimas (algo que tal vez si fueran personajes masculinos no se daría) a la mínima ocasión…

Una lectura que hará las delicias de las personas lectoras de prêt-à-porter.

PD: a lo de “señora no, señorita” solo faltaría añadirle será porqué usted quiere...