Polly, es una pelirroja de
actitud reservada y distante que acaba trabajando en un bar de Belleville para
sobrevivir. Adam es un detective privado que la investiga, por encargo de
alguien que la describe como el más malvado de los seres, y que acaba
trabajando en el mismo bar para tenerla vigilada.
A medida que Adam la va
conociendo, duda de la veracidad de los datos del cliché que le vendieron y su ética se ve comprometida y
cuanto más avanza la trama más confusión mental se suma. Enamorarse no entraba en sus planes.
Polly es un espíritu libre que
no puede evitar enamorarse intensamente pero a la que no le cuesta
desenamorarse si es preciso. Y aunque puede ser sufrida también puede infringir
dolor. Un espíritu que, con más o menos similitudes, lo hemos conocido
encarnado en aquella sensual Cora y su cocina aguardando al cartero; en la fría y calculadora Phyllis tras sus
gafas de sol y la póliza de seguros; la vulnerable Laura volviendo de entre los muertos mientras el reloj de pie recuerda tempus fugit o una Alice
saliendo del cuadro donde estaba pintada para deleite del profesor Wanley antes que el placer se torne ahogo.
Laura Lippman ofrece una brillante intriga rellena de suspense. Recoge el espíritu de mujer fatal y lo insiere en una atmosfera opresiva cuya tensión se va adueñando del lugar, no dejando espacio para el oxígeno necesario para poder respirar, hasta culminar en un final nada convencional.
La autora nos regala el
reencuentro con esa narrativa, que marcó las bases donde se desarrolló la
novela negra americana de la primera mitad del siglo XX, en la que lo importante
son los personajes y sus relaciones. Los diálogos y los silencios. Los
recuerdos de lo que no se quiere repetir y los anhelos de lo que se desea
vivir.
La retoma para reinventarla,
para que con la misma música se den otros pasos de baile. Nada fácil reescribir
a los clásicos haciéndolos contemporáneos.
Y lo hace con un ritmo muy
medido y pausado. De evolución lenta pero progresiva, sin vuelta atrás;
describiendo los espacios, habitaciones y locales, que reflejan la personalidad
de quienes los habitan y ambientando el entorno con el costumbrismo justo para
que quien se acerque a su lectura experimente las mismas sensaciones, de calor por
un sol que quema la piel o desasosiego bajo la lluvia, que los personajes.
Piel quemada es una novela negra que
transcurre en medio de la nada, en un pueblo de paso, Belleville, que si se puede
evitar incluso ni eso, a pesar de ser uno
de los diez mejores pueblos de los Estados Unidos, según un letrero, reclamo publicitario, recién
colocado en la entrada.
Demuestra como con pocos elementos se puede construir una elaborada historia cuando estos son de calidad. Habiendo empezado 2022 puedo afirmar, sin duda alguna, que tal vez no sea la mejor novela que he leído este año 2021 que acabamos de cerrar, pero si es así no consigo recordar el título de la otra. Empiecen el año con una lectura cuyo recuerdo perdura como poso de agradable sabor.
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