domingo, 26 de agosto de 2018

Matar a mi madre de Jules Feiffer

"Tirarte delante de un autobús...,
por una ventana..., envenenarte el café...,
ahogarte durmiendo..., clavarte un puñal
por la espalda..."
Matar a mi madre es una atolondrada, apresurada y apoteósica historia de novela negra abundantemente trufada de humor negro y que satiriza, además, el mundo de las relaciones profesionales entre representantes y representados.

Atolondrada porqué la narración visual se pasa por el forro los límites de las viñetas, la narración oral ocasiona bocadillos elásticos como chicle y el dibujo se distorsiona en trazos expresionistas que imprimen una velocidad descontrolada.

Apresurada porqué la historia está plagada de gaps y sus saltos hacia delante no permiten detenerse en explicaciones ni justificaciones. Los actos generan hechos y la secuencia de estos desarrolla el argumento. Todo en un lanzado tiovivo del que no es posible bajarse.

Apoteósica por su vodevilesco final, con belicismo activo, que echa por tierra posibles, y consecuentes, líneas argumentales para desembocar en una catarsis comunitaria de redenciones y egoístas búsquedas de perdón.

Matar a mi madre censura el egoísmo a base de exaltarlo. Recoge ese momento de la historia americana que la prensa tanto destacaba en la que los soldados que luchaban en islas del pacífico sur durante la segunda guerra mundial recibían anhelantes a estrellas de Hollywood desplazados para reforzar la moral de las tropas.

Estrellas rutilantes de un universo de cartón piedra que buscaba con el gesto engrandecer su vanidad, posicionar su balance económico y lanzar desesperadamente carreras que de otro modo quizás no tendrían repercusión.

Página de pelea de púgiles en
Matar a mi maddre
El hilo conductor de la historia es Annie quien, en estado de rebeldía permanente, desearía matar a su madre a quien culpa de su insatisfecha vida y a quien reprocha no hacer nada por vengar la muerte de su padre, un honrado policía: el único protagonista con principios inamovibles.

Annie y su madre Elsie cuentan sus historias enriquecidas por las apariciones de figurantes de tópico calado pero que son tratados con un punto de vista socarrón. Así hay un púgil más apto para el claqué que para el boxeo, un detective privado incompetente, un matón con ansias de llegar a gángster y, entre otros, un librero comunista con las típicas contradicciones propias de los militantes de izquierda de cualquier país.

Jules Feiffer, multigalardonado en diversas facetas artísticas, revisita los clásicos del género noir, del cine y la literatura, caricaturizando artistas y agentes por un lado, detectives por otro y soldados por el de más allá lo amalgama en un argumento tópico de novela negra de la época y emplea la novela gráfica, como podía haber elegido otro medio de expresión, para contar el mensaje.

Jules Feiffer, octogenario
autor de Matar a mi madre
Y para no menoscabarlo utiliza una paleta de grises y beiges tan aguados como anodinos con lo que facilita que la vista resbale a ritmo de musical.

A su edad, va para los noventa, se divierte contando lo que le viene en gana y esta historia coral, escrita para lucimiento de papeles femeninos, es un ejemplo de honestidad profesional.

Odios, envidias, engaños, traiciones, ingredientes para un coctel de trágico destino y fatales consecuencias, pero que asoman como imprescindibles cuando está en juego la supervivencia..

Un estimulante layout de un improbable film noir que haría las delicias de quien ame al género; pero rodado eso si, como un musical.

viernes, 17 de agosto de 2018

Aviso de muerte de Sophie Hénaff

El segundo caso de la brigada
de Anne Capestan.

Aviso de muerte es la segunda novela protagonizada por la brigada policial que comanda la comisaria de la policía judicial de París Anne Capestan.

La brigada la compone un elenco de deshechos policiales de diversos departamentos que sin embargo consiguen ser un grupo cohesionado que acaba de resolver un caso ante el estupor de los mandos y por el que ninguno de sus colegas no repudiados daba ni un euro.

Así transcurrido un impasse donde cada cual da rienda suelta a sus habilidades y a sus aficiones les llega este nuevo caso que tiene una afectación personal para la comisaria Anne Capestan.

El comisario Serge Rufus, su exsuegro por ser padre de su exmarido Paul Rufus, ha sido asesinado y su muerte parece tener motivaciones ramificadas que pueden tener otros brotes. Por si fuera poco la investigación no la tienen en exclusiva sino que son teloneros de la Brigada Criminal que es a quien iluminan los focos.

Moviendose entre sombras, evitando zancadillas y soportando trato despectivo van a ponerle tesón, entrega y entusiasmo para que se les reconozca sus méritos.

Y a todo eso otro cadáver reclamará su atención. El ritmo deviene frenético y se amontona el trabajo en la brigada cuando hace unos días su única tarea era gestionar la ociosidad sin caer en el aburrimiento.

Sophie Hénaff
Sophie Hénaff no mejora su primera entrega pero no pierde pie, casi la iguala y reafirma su estilo que aúna con gracia y soltura unas relaciones soldadas en la comicidad de los actos de los brigadistas con eficiente rigor policial y capacitación para trenzar una eficaz trama policiaca.

Su fuerte la caracterización caricaturesca de sus personajes y sus diálogos. Y su logro generar subtramas, desarrolladas por los diferentes integrantes de la brigada, desconcertantes y generosamente hilarantes.

Sus dos novelas, ya lo decíamos en la anterior, renuevan el panorama noir y ofrecen una lectura distendida no falta de intriga y emoción.

Lectura refrescante ideal para este verano. No esperen más y pasen a engrosar la brigada de Anne Capestan aunque solo sea desde fuera. Después de leerla querrán estar dentro.

Aquí les dejo la reseña de La brigada de Anne Capestan la primera novela de la serie y recomiendo leerlas por orden.

jueves, 9 de agosto de 2018

El ladrón que leía a Spinoza y El ladrón que pintaba como Mondrian de Lawrence Block

El ladrón que leía a Spinoza

El ladrón que leía a Spinoza y El ladrón que pintaba como Mondrian son la 4ª y 5ª entregas, respectivamente, de la serie de novelas policiacas protagonizadas por el simpático, conquistador e inteligente ladrón de guante blanco que es Bernie Rhodenbarr.

Una serie que si por algo se caracteriza es por el suspense y el humor, por sus diálogos y sus situaciones comprometidas felizmente resueltas con mucha imaginación y dinamismo; por su habilidosa forma de acorralar a Bernie y por su forma de escurrirse por un resquicio.

Bernard Grimes Rhodenbarr, Bernie, sigue siendo un tipo afortunado a pesar de su mala suerte, ya que consigue salir indemne de sus delitos aunque a veces, o casi siempre, la situación se le vaya de las manos.

Mientras muestra al mundo una imagen de probo ciudadano propietario de una librería de viejo no deja de acudir a la llamada de sus instintos básicos, léase robos en domicilios, para complementar, mejor para llenar, su cuenta de ingresos que con los libros no da ni para pagar los taxis.

En El ladrón que leía a Spinoza el tándem formado por Bernie y su íntima amiga Carolyn Kaiser, propietaria del salón de belleza para perros La Casa del Caniche, dan un golpe que han preparado concienzudamente y que en lugar de un gran beneficio les reporta una gran complicación. A Bernie le salen los muertos como los caracoles responden a la llamada de la lluvia, y a su lado criminal profesional ha de anteponer su lado investigador aficionado para descubrir al asesino so pena de que le endilguen a él el muerto; nunca mejor dicho.

La ambición, que debería ser un pecado capital, es el peor enemigo para el delincuente y de eso los ladrones saben mucho.

Piet Mondrian - Tableau 11
Ray Kirschmann, un policía noblemente corrupto, amigo de Bernie mientras este le llene el bolsillo vuelve a representar su papel de contrapunto legal a las ilegalidades. Todo está bien si bien acaba.

En El ladrón que pintaba como Mondrian el argumento gira en torno a original y copia, al dinero y a unos asesinatos. El zafarrancho ideal para que Bernie se mueva a sus anchas y demuestre sus habilidades para robar lo que parecía imposible y consiga de nuevo estar a punto de que le endilguen un muerto.

Lawrence Block ha desarrollado una serie que tiene tanto de divertida como de emocionante. Estas novelas se pueden leer a cualquier hora y en cualquier lugar y tienen un efecto inmediato y positivo sobre el sistema nervioso parasimpático: hacen que resalte la ironía estética.

Las novelas anteriores también reseñadas en este blog:



domingo, 5 de agosto de 2018

Velvet # 2 y 3 de Ed Brubaker y Steve Epting

Velvet: La vida secreta de los muertos

Con Velvet: la vida secreta de los muertos y Velvet: el hombre que robó el mundo, segundo y tercer y último tomo de la serie culmina una brillante trama de espionaje de altos vuelos que no desmerece ni en una viñeta ni en un diálogo desde el principio hasta el fin.

Velvet Templeton se ve envuelta, casi sin querer, en una historia de agentes asesinados desde su puesto de secretaria del director de la agencia ARC-7 y pronto descubre que hacer bien su trabajo es el camino más corto para ir al otro barrio, por lo que dejar la agencia y resolver la investigación es lo único que puede salvarle la vida.

Cambiar los útiles de escritura por armas y su traje chaqueta y zapatos de tacón por un traje de camuflaje experimental y altas botas negras es lo primero que debe hacer para enfrentarse a alguien que le quiere mal. Mucho mal. Y no tiene ninguna pista para poderlo identificar más que un lapso de horas en blanco en un informe.

Nunca la estructura argumental de introducción, nudo y desenlace había cobrado tanto sentido. Los autores dedican un tomo a cada una de las partes y consiguen una coherencia de línea narrativa que obliga a contener la respiración a lo largo de la lectura que va introduciendo nuevos personajes, y consecuentemente giros de trama, casi al mismo ritmo que elimina otros.

Estamos ante una historia que no es nueva, el cine tiene bastantes, y muy buenas, muestras de ello. Una historia que aúna agencias de investigación, informes clasificados, espías, espías dobles, corrupción y mucha, muchísima acción y disparos y asesinatos.

Velvet: el hombre que robó el mundo
James Bond, Jason Bourne y Ethan Hunt son los más icónicos en el género. Por eso si esta historia de Velvet no es adaptada al cine se cometería un gravísimo error no solo porqué su argumento está al mismo nivel sino también porqué aún estamos faltos de representación femenina tan carismática como los congéneres masculinos.

Los intentos de Charlize Theron o Angelina Jolie, por citar a dos que tengan el protagonismo absoluto y no sean comparsas, requieren de mayor continuidad.

Velvet Templeton es el blanco humano de una trama que hila muy fino en términos de credibilidad para hacerla del todo pausible.

Plausible en su acepción de creíble y también en su acepción de aplaudible.

Ed Brubaker es guionista sobradamente conocido por su amplia obra relacionada con superhéroes y sobre todo con género negro de quien se ha convertido en referencia obligada cuando se habla de comic noir.

En Velvet realiza un esfuerzo monumental para escribir un guión que se convierte casi en un script informático donde encaja las voces en off en primera persona, siempre son pensamientos del protagonista que en aquel momento copa la atención, con los diálogos, escasos, breves y acerados, con las indicaciones claras pero abiertas para el dibujante y colorista.
Velvet: página interior

Steve Epting ensalza la obra con un dibujo realista y preciso, muy afinado en los detalles y en la creación de atmósferas, demostrando un dominio magistral de la figura humana y el lenguaje facial y corporal. Demuestra además una gran habilidad en el planteamiento de página con mayoría de viñetas horizontales y jugando con el tamaño y la inclinación según sea necesario acentuar los momentos de inactividad, los de transición o los de acción pura y dura.

Y Elizabeth Breitweiser hace magia con el color; unos tonos neutros con predominio de oscuros que sin embargo no oscurecen el dibujo solo ajustan la sensación visual que se precisa para distinguir personas y objetos tanto en interiores como en exteriores, bajo luces indirectas de lámparas o farolas de calle, ventanas de edificios y faros de vehículos. La acción transcurre preferentemente en espacios cerrados y después de la puesta de sol ya que es donde y como mejor se mueven los espías.

Lean aquí la reseña del número 1: Velvet: antes del gran final