En los desiertos de México se puede encontrar este tipo de
seres capaces de segar una vida solo con la mirada. Los hay sin patas, como la
serpiente de cascabel; los hay con ocho patas como el alacrán y los hay de dos
patas, o mejor piernas, como Don Dimas. Como Santos. Como Chucho.
Alacrán es un magnifico narco thriller, un narcocorrido
cuya letra cuenta la epopeya de los perdedores. Una novela tan letal como una
picadura de alacrán que discurre en México, en la zona fronteriza con los
Estados Unidos.
Un México que ha interiorizado esa lacra que es el
narcotráfico como una industria más y en la que trabajan, de un modo u otro,
mucha gente que sabe que la letra de un narcocorrido refleja una realidad a la
que aspira y cree tener al alcance de su mano. El sueño americano versión
narcotráfico.
Santos es un buen hombre entre los malos. Es un gringo en
tierras mexicanas, en esa zona de narcos donde manda Don Dimas a quien obedece
a distancia.
Mata por encargo, sin pasión ni satisfacción; cumple su
cometido, cumple con su destino mientras lleva una vida feliz con Lupe, su
mujer, su mexicanita, y con su taller de restauración de motos. Pero en uno de
esos trabajos todo va a cambiar.
¿Para renacer hay que morir? ¿O basta con renegar del
pasado y conformar un nuevo presente?
En la vida se dice que no hay dos sin tres; también que a
la tercera va la vencida. Nadie aclara que sea en positivo o en negativo. Sea
como fuere Santos se enfrentó al poderoso una vez y salió airoso; tentar la
suerte por segunda vez y salir ileso se antoja difícil pero de conseguirlo debería
ser motivo suficiente para no volver a probar una tercera. Pero Santos se ríe
de esos refranes y está por ver si quien ríe el último ríe mejor.
Salva Alemany ha alimentado su novela Alacrán con amores ciegos y desesperados, con sentimientos efervescentes y con decisiones tan definitivas o más que la propia muerte. Se dice que la pasión ciega la razón de ahí que sean demoledores los hechos que en ella se describen, que sea angustioso presagiar como se aproxima el desenlace y que culmine con un sobrecogedor final.
El autor documenta perfectamente el entorno donde
transcurre la trama y la desgrana con voz grave, rasgada por culpa de la arena
que se mete en la garganta al respirar y consigue absorber toda la atención con
frases cortas de fuerte sonoridad y mejor escritura.
Al alacrán acorralado solo le queda defenderse levantando
el aguijón y clavarlo. No dejen de leer esta novela cuya apropiada cubierta ya
es de por si todo un anticipo de los peligros que les aguardan. Nada más que
añadir.
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