domingo, 16 de enero de 2022

La Señora March de Virginia Feito

La Señora March simboliza el estilo de vida, way of life, de una mujer de clase alta neoyorkina, del Upper East Side, que desde pequeña ha vivido rodeada de comodidades y nada de afecto.

Una infancia marcada por la inseguridad y la necesidad de llamar la atención hasta el punto de cometer actos de verdadera maldad, lo que sin duda afectó su desarrollo emocional. Y ahora como adulta, esposa y madre, vive su aparente normalidad sin comprender que la vida es algo más que cumplir con la cotidianeidad.

Su marido es George March y su último libro, según crítica y público, es sin duda el mejor de su ya famosa y dilatada carrera como escritor, como admirable es el personaje principal de la obra, Johanna una prostituta nada agraciada y sin suerte.

La Señora March sufre un shock cuando un comentario, bien intencionado, en su panadería habitual, lo interpreta como tendencioso y humillante. A partir de ese momento siente que su burbuja se resquebraja y teme que lo que suponía admiración por su condición, en realidad pudiera ser conmiseración.

Un torbellino de pensamientos negativos se instala en su quehacer diario y miedos irracionales y visiones inexistentes sustituyen las rutinas de su ordenada vida dando paso a un estado donde tiene miedo de su propio miedo y el horror deviene terror. Neurosis que deviene en psicosis.

Y así, los engranajes que regulan la cordura y la separan de la locura razonable, esa que supone la paranoia, chirrían y la Señora March no es consciente de la transformación que está sufriendo y que los demás no solo notan sino que también temen.

Hay perversidad en sus pensamientos hacia los demás, deseándoles el mal. Hay desapego de la realidad para con sus seres próximos que deberían ser queridos y solo son soportados. Hay veleidad en su comportamiento egoísta, mimado y caprichoso.

Virginia Feito reescribe esa novela americana tantas veces leída y tantas veces vista en el cine y en series que remite a esa forma que tienen en New York de relacionarse las personas sin hacerlo; ese trato educado y formal pero frío y distante. Esa resignación ante una coexistencia inevitable que convierte a cada persona en una isla y donde la soledad es la compañía habitual pero no siempre la mejor. No es de extrañar que haya encantado allí; aquí tal vez cueste más

No busquen thriller, ni novela negra ni policiaca. Ni tampoco las comparaciones con que la anuncian: demasiado humo para una fogata. Están ante una novela de suspense psicológico de ritmo pausado. Un retrato de la hipocresía costumbrista que muestra esas parejas que parecen felices sin serlo; esas reuniones sociales interesadas y esos encuentros familiares cargados de reproches y envidias.

Es poco lo que se dice, hay que interpretar; menos lo que se describe, hay que deducir; y ninguna pista de lo que pretende, hay que pronosticar.

Hasta el final no sabemos el nombre de pila de la Señora March. Hasta el final la mujer que es no se manifiesta como ente propio sin ser un apéndice subordinada al esposo. Hasta el final no vemos la mujer que está dentro de la mujer. Como las muñecas matrioska.

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