Pero también con una Camino
Vargas a quien reveses de la vida la han hecho madurar muy deprisa; tanto que,
como la nieve caída de golpe, no se ha asentado del todo, aunque, afortunadamente
para los lectores, sigue teniendo intacta su capacidad para tomar decisiones
que descolocan a propios y ajenos, aunque la veamos más vulnerable.
Planeta es
la culminación de un arco argumental en forma de trilogía y por ello una
continuación de la trama iniciada en la anterior entrega, Especie, y por tanto debería leerse a continuación para poder
abarcar toda la inmensidad del argumento.
Un argumento repleto de
protagonistas, cada uno con su historia y su introspección psicológica que nos
permite conocerlos y entenderlos mejor. Y cada uno con su subtrama. Unas
subtramas que en su mayoría convergen como afluentes al río principal, como lo
hace el Tamarguillo al Guadalquivir, y otras que siguen otros derroteros y que
presentan claramente suficiente cuerpo como para tener dedicación plena en
siguientes entregas y nuevos arcos argumentales.
Susana Martín Gijón,
degustó el placer del thriller y en esta nueva novela se sumerge plenamente en
el género, sin remilgo alguno, completamente desatada, haciendo adecuado uso de
sus resortes y primando la cohesión de su trama y la coherencia de los
movimientos de sus personajes pero teniendo en cuenta la necesidad de ir
incrementando el ritmo capítulo a capítulo, sembrándolos de sucesos que vienen
a tensionar la lectura de forma incontrolable.
Un thriller canónico con un asesino en serie de relamido comportamiento.
En una Sevilla donde el brillo
del sol ha sido sustituido por el de las gotas de lluvia, una lluvia pertinaz
que borra relieves y sonrisas, se descubre el cuerpo mutilado de una mujer en
un campo de golf. Está en una de esas trampas de arena pensadas para atrapar
pelotas que llaman bunker y que esta vez ofrece una presa mucho mayor.
La inspectora Camino Vargas de
homicidios y su equipo se encargan de las pesquisas que deben simultanear con
su obligación de servir a la ciudadanía ayudando en los problemas y destrozos
que está causando el aguacero, un protagonista más, que parece haberse
instalado en la vertical de la capital andaluza sin prisa, como turista
remolón, a abandonarla.
Una lluvia que para algunos es
la avanzadilla del deterioro del planeta con el que castiga el cambio climático
y que enfrenta grandes intereses con grandes ideales. A corporaciones
especuladoras con ecologistas de vivencia sostenible que se están cansando de
no querer ser escuchados. Está en juego el planeta y con él la vida. Humana, animal y vegetal, aunque a efectos práctico,s si no hay personas que lo documenten, nadie se va a enterar si alguna especie sobrevive.
La intuición de Camino Vargas
acierta en suponer que el asesinato es una suerte de mensaje y que cuando eso
es así suelen haber más. Pero está lejos de imaginar cuantos más. Tantos que se
diría que incluso Sevilla parece haber perdido su duende.
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