Por eso su muerte, en extrañas circunstancias en las
cataratas de Reichenbach, junto a su némesis, el profesor Moriarty, supuso un
inconsolable suceso para el público y el sentimiento de pérdida se convirtió en
un arma arrojadiza que tuvo en su creador, Arthur Conan Doyle, el blanco de una
ira tan irracional como despiadada.
Conan Doyle obró por un impulso sin mesurar el alcance de
su decisión. Los celos irrumpieron en su, ya de por si desmejorada, psique y
con unas pocas líneas manuscritas condenó a muerte a su criatura al tiempo que
empezaba a cavar la tumba donde enterrar su fama y su carrera literaria.
De todas las decisiones posibles que podía haber tomado,
sin duda eligió la peor. Claro que el tiempo le brindó la oportunidad de
remediar su error y para su carrera, la sociedad británica de la época y los
millones de lectores desde entonces, la aprovechó y acertó.
El período de ausencia de Holmes es conocido como El Gran Hiato y ha supuesto la aparición de múltiples pastiches, algunos de gran calidad que no desmerecen al original.
Mucho se ha escrito con Holmes de protagonista pero menos
sobre Conan Doyle y este cómic viene a ponerle remedio. Estamos ante un biòpic que
relata los desasosegantes momentos que vivió Conan Doyle que mediaron desde
la muerte a la resurrección de Sherlock Holmes. Una suerte de Semana Santa que
le llevó de la obcecación a la resignación.
Lluís Recasens, un todo terreno de los medios de
comunicación con larga trayectoria desde la década de 1970, conocido como
L’Avi, ha investigado y documentado cada palabra hasta elaborar un excelente guion que por sí mismo es ya una novela corta.
Nos cuenta desde un punto de vista emotivo e irónico el
periplo de Conan Doyle hasta entonar su mea
culpa y continuar escribiendo las hazañas del excéntrico detective inglés.
Y lo hace relajando la historia para poner el acento en la anécdota y dando
relevancia a los detalles menos conocidos de ese periplo introspectivo.
Y Manuel Cruz pone habilmente el lápiz y la tinta, blanco y negro y
trama en gris, para dibujar con un estilo cartoon muy adecuado al tono ligero
que le pide el argumento. La ambientación en interiores y en exteriores es
comedida, ajustada a la época pero sin quitar el protagonismo a los personajes
que requieren el foco en cada viñeta. Fondos que visten pero no ocultan.
Con acentuados movimientos de ojos, cejas, labios y bigotes
dota a los protagonistas de una expresividad tan elocuente como comunicativa.
Yo maté a Sherlock Holmes se trata de una obra ágil, directa e histórica que entretiene, divierte e ilustra ese impase que en 1891 mantuvo en vilo a toda Gran Bretaña sin excepción alguna ya que incluso en Buckingham se instaló la intranquilidad.
Una obra que lo tiene todo para no pasar desapercibida;
incluso el aval del prestigioso Círculo Holmes de Barcelona. Y lo mejor es que
ya está en marcha una segunda entrega que buceará en las relaciones que
mantuvieron Holmes y Houdini.
Moltes gràcies per la resenya!!
ResponderEliminarA tu per dibuixar la vida.
EliminarGracias por la reseña. Esperamos que la segunda entrega te sea igual de interesante
ResponderEliminarComo depende de tu guion, no tengo ninguna duda. Ánimos.
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