domingo, 10 de septiembre de 2023

El olor del miedo de Manuel Ríos San Martín

El sentido del olfato tal vez sea el más desarrollado entre quienes, en la naturaleza, están permanentemente en estado de vigilia. De tenerlo o no tenerlo puede depender la vida. Cuando se es presa, la visión angular y el olfato pueden detectar al cazador antes de que el cerebro ordene el movimiento de huida que permita ponerse a salvo.

Pero cuando el cazador es humano y el arma un rifle de larga distancia, poco o nada se puede hacer salvo rogar que tenga mala puntería. Claro que si el coto de caza no es la sabana sino un zoológico sin grandes barreras, pero con hábitats preestablecidos y la presa tiene pocos metros para deambular, resulta víctima fácil. Como pescar patitos de goma en una feria.

Un animal emblemático del parque, de la ciudad y mascota de cientos de niños es abatido sin piedad por un tirador de élite en un día normal de visitas y colegios y quienes cuidan los animales no entienden por qué. Se huele el miedo.

La policía se enfrenta a un asesinato al que no se le puede dar ese nombre, y debe buscar un asesino al que tampoco puede etiquetar así. Y aún siendo un caso atípico y de segunda clase, un animal no tiene derechos jurídicos, se convierte en prioritario habida cuenta que las redes sociales actúan de acusación particular y exigen justicia.

Elena Campos, la protagonista, es una veterinaria entregada. Hay profesiones que no se eligen, sino que ellas eligen a una y llegado ese caso el trabajo no es una obligación, sino que es una opción de vida.

Esa elección la lleva a descuidar su vida personal, si es que tiene, y hace peligrar su relación afectiva, si es que a un triángulo amoroso no declarado se le puede llamar así; incluso pone en peligro su propia vida por defender sus convicciones más allá del comportamiento social aceptado.

Manuel Ríos San Martín plantea un argumento muy actual que reúne intereses económicos corporativos, egoísmos personales, aspiraciones humanistas y plurales versus comportamientos especistas para crear un hábitat no solo donde desarrollar una trama interesante y compleja, sino también donde dejar sueltos unos personajes caleidoscópicos que a pesar de no tener superpoderes son héroes por su abnegación.

En este argumento hay mucha documentación previa, Manuel Ríos se lo ha tomado en serio para poder mostrar, con comportamientos, palabras e intenciones, que los actos violentos son cosa de humanos, y que ejercidos contra animales resulta tan barato que suena a risa. Violencia gratuita la llaman y ahora ya sabemos una nueva acepción.

Pero también muestra que el amor, el sacrificio, la maternidad, el duelo, el sentimiento de pertenencia a un grupo y el deber de proteger, son del reino animal y en eso los animales no racionales son más personas que esos homínidos a los que la selección de las especies encumbró en la cima de la pirámide evolutiva. Y que desde su pedestal forjado por la soberbia menosprecia el respeto por el planeta, por la naturaleza y los seres vivos que la conforman.

El Olor del Miedo es una novela policiaca que busca, y consigue, alejarse de clichés tanto en temática, desarrollo de su trama y forma de llevar la investigación.

Pero donde más destaca es en la definición de personajes, lo que la convierte en una novela criminal con mucho suspense, de aventuras, de pasiones y sentimientos.

El Olor del Miedo sugiere una agradable y esperanzada reflexión sobre la evolución de este género literario que parece no darse cuenta de que se ha agotado la etapa noir del siglo pasado.

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